“La Búsqueda”, monólogo que reproducimos,
obtuvo el Primer Premio en un concurso literario realizado en 1955 por la Escuela Normal para
Maestros de La
Habana. Fue escrito
por una santiaguera de pura cepa, cuando cursaba el segundo curso en esa afamada
institución académica.
Le solicitamos su permiso para reproducirlo, a lo
cual accedió gentilmente, entregándonos una copia de su puño y letra. Sólo nos
impuso una condición: que apareciera publicado con el seudónimo con el que fue
presentado al referido concurso.
LA BÚSQUEDA (Monólogo)
Por Colas V.
¡Al fin te encuentro! ¡Iba en tu
búsqueda!, he andado tanto por los caminos del mundo, pero no ha sido en balde,
¡Te he encontrado, como siempre estás de un lado para otro y eres intangible,
invisible, nadie te ve, pero ¡yo te he visto!
— ¿Me preguntas? ¿Para que
te he buscado tanto? ¡Pues para hablar contigo!
— Para decirte algo que
llevo aquí en mí pecho.
— Para decirte algo que no
puedo callar, te creía justo pero no lo eres.
— ¿Por qué?
— Te diré, el mundo lo
creaste no igual para todos. Hicisteis
que unos fueran amos, otros esclavos, ricos, pobres, buenos y malos; hasta el
mundo, la naturaleza misma la creasteis dividida, tenemos los montes, las
praderas, los ríos, los mares, los bosques, todos bellos y creasteis también,
el desierto triste, caluroso y frío y sin ninguna vida, sin plantas, hasta en
los cementerios se ven las pobres tumbas de los miserables y las ostentosas
lápidas de mármol y creasteis al hombre con distintas razas, para dividirlo, para
separarlo.
— Y…… ¿Qué me dices de la
religión?
— Pues otra división entre
los hombres y de la maldad, el odio, la pena, el dolor.
— ¡Yo creo que no eres
justo!
¡Piensa y dime si tengo o no
razón!
¡Te llaman justo, justicia
divina!
¿Pero dime donde está?
¡Si me rebelo, como muchos, me llaman hereje, dicen de mí muchas cosas.
— Pero te aseguro que alguien es
más justa que tú y existe.
¿Te enfadas? Pues no debes hacerlo.
— ¿Me preguntas quién?
— Te diré.
Alguien a quien nadie menciona,
al que nadie piensa en ella.
— Sí, a una más justa que
tú.
¿No adivinas quien pueda ser?
A la que lleva a todos sus hijos
al mismo lado, al negro, al blanco, al rico, al pobre, al bueno, al malo, a
todos los convierte por igual.
— Esa es la justa, no tú.
—Diré a todos que hoy conocí a un
ser al que llaman justo, pero que no lo es, que sin embargo hay otro a la que
nadie menciona ni considera, pero es la más justa de todas y es: la muerte.
Agradecemos la colaboración de Arsenio Alemán Agusti