¿Y que puedo decir a su memoria
sin que la herida de mi pecho encone...?
ninguno sabe como yo su historia
y no puedo cantar.... porque se opone
el dolor con su látigo de fuego.
¡Destino torpe y ciego!
¿Que hiciste con segar tan noble vida
resplandeciente de virtud....? Tu mano
inconsciente al acaso distraída
con la cruel indolencia del arcano,
interrumpe sus pasos al que es grande
y al ruin lo deja que se logre y ande...
No tuvo al cinto reluciente espada
ni lambrequines en blasón dorado;
pero tuvo una mente iluminada,
por la cual recorriendo lo pasado,
al ver la humanidad esclavizada
y al hombre por los vicios degradado,
sintió el anhelo del apóstol, quiso
convertir a la tierra en paraíso.
No fue el artista que en el mármol talla
ni el pintor que en el lienzo difumina,
ni un Catón contemplando en su muralla
que el derecho de un pueblo se extermina.
"Maestro siempre, donde quier que estaba
la luz hermosa del saber prendía:
era un Marcos Froment, cuando enseñaba,
y el doliente Tolstoy, cuando sentía....!
El grababa en la mente de los niños
con un buril de ilustración la idea,
y borraba, a consejos y cariños,
la tendencia hacia el mal y la pelea;
ese residuo del ayer que aún late
en el seno del hombre, y al combate
lo impele con furor de torbellino,
matando todo sentimiento humano,
y poniendo en su mano
el sangriento puñal del asesino.....!
Esto, noble, era suyo, no del libro
que de texto las leyes lo declaran
como el summum de todas perfecciones.....
Estas torpes leyendas de batallas,
que a la idea del niño van llevando
la inconveniente emulación, acaso
¿no es hacer que perdure el caínismo?
¿no es así como todo se derrumba?
¿no es tirar al progreso en un abismo?
Pues queriendo la infancia hacer lo mismo,
es darlo atodos los amores tumba....!
Ya lo dijo Zolá: "¡Que todo brille
triunfante bajo el sol!" Esa es la suerte
que el progreso le tiene prometida
a la estudiosa humanidad, sí, fuerte,
alcanza, levantándose atrevida,
destruir las banderas de la muerte
y entonar las canciones de la vida....!
¡Así este grande soñador pensaba....!
De su cerebro al corazón unido,
urgía noble el ideal. Buscaba
inmensas cumbres para hacer su nido
el libre cóndor que en su ser volaba!...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
A vosotros, discípulos del hombre
que no pudisteis comprender, os digo,
que guardéis su recuerdo, que ese nombre
es el nombre de aquel que fue el amigo
más grande que tuvisteis en la tierra.
Si ya su cuerpo encierra
el espacio pequeño de una fosa
donde no hay una cruz..... ni le hace falta
a la carne que pudre y que reposa,
no por eso olvidéis la misión alta
de imitar sus virtudes: ¡fue un ejemplo!
¡Y de ese modo le alzaréis un templo!
Teodoro Cabrera, Santiago de las Vegas, 16 de marzo de 1916.
La línea
severa y dulce de los contornos limpios de Juan Orovio Estévez. Impresión
certera de un hombre escrupuloso de fuera a dentro, como lo fue su espíritu
recto, formal, delicado, sencillo, sincero, juicioso, reflexivo y, sobre todo,
con un gran sentido del amor universal hacia el hombre como rosa náutica, de adentro
a afuera.