sábado, 29 de agosto de 2009

TeleSantiago: Un Paseo por el Pasado con Carlos Valiente Romero y Daisy Pérez Martín-Carrera

11 ¡TOME LA PALABRA!

En Tampa, la bella ciudad tan vinculada a la historia de nuestra patria, residen desde hace más de 40 años Carlos Valiente Romero y su esposa Daisy Pérez Martín-Carrera. Fue allí donde el pasado fin de semana tuvimos el placer de sentarnos a conversar de viejos tiempos: entre muchos recuerdos, Carlos nos habla de su gran mentor, Don José Garrigó y Artigas, fundador del Banco Garrigó; y Daisy recuerda a sus queridos abuelos, el "Caballero Cubierto Ante Sus Majestades los Reyes de España" Hernán Martín-Carrera y Ramona Correa (de quienes se publicó un artículo recientemente aquí en Santiago de las Vegas en Línea). Hoy tenemos el gran placer de compartir con usted nuestra visita al hogar de Daisy y Carlos.

lunes, 24 de agosto de 2009

Publicaciones santiagueras: Tradiciones Santiagueras

4 ¡TOME LA PALABRA!

Con el paso de los años, los pueblos y ciudades van adquiriendo tradiciones y leyendas locales, nacidas de su propio suelo, que enriquecen y dan colorido a la vida de sus habitantes. Santiago de las Vegas no fue ninguna excepción, y a pesar de ser un pueblo relativamente pequeño, fue campo tan fértil en este sentido, que nuestro ilustre historiador, Francisco Fina García, vio a mediados del siglo XX la necesidad de compilar estas expresiones autóctonas de nuestro santiaguismo en una obra que ilustra cómo era la vida en Santiago en el siglo XIX y a principios del XX, historias de nuestros bisabuelos, que ya nadie vivo recuerda. Hoy tenemos el placer de ofrecerle una breve reseña de esta obra, Tradiciones Santiagueras, cuyos capítulos aparecieron en Santiago de las Vegas en Línea entre octubre del 2007 y abril del 2009.

domingo, 23 de agosto de 2009

Recordar es volver a vivir

15 ¡TOME LA PALABRA!

por Roger Balbi Barceló / Miami, Florida

Mi nombre es Roger Balbi Barceló, hijo de Ramón Balbi y María Luisa Barceló. Nací en Santiago de las Vegas el jueves 10 de septiembre de 1931 en la Calle 6 No. 57 entre 5 y 7. Mi llegada al mundo fue en mi hogar, atendida por una comadrona que vivía frente a mi casa; creo que se llamaba Angelita, y también atendió el nacimiento de mi hermano, ya fallecido, Robertico Balbi. Esta señora, según recuerdo, vivía con su hijo, esposa y su nieta, la que apodaban "Muñeca". Era una niña muy linda; de hecho participó en esa época en un concurso buscando a la "Shirley Temple Santiaguera".
En esa cuadra también había una numerosa familia de apellido Pérez, que vivía en tres residencias separadas. Un núcleo de esa familia se trasladó, años despues, a Key West (Cayo Hueso). Los recuerdo como: Emilio Rojas, su esposa Gloria Pérez, y sus hijos Olga y Emilito, que era músico en la Banda Municipal. Al lado de ellos vivía la familia Ferragut; les seguían las hermanas Ana y Dalila Holmín (la segunda casada con "Pepe" Acevedo). Al lado residían tres hermanos y hermanas ya mayores de apellido Peñalver. ¡Cómo me quería esa familia! Yo estaba más apegado a una de ellas llamada Juanita; siempre estaba con ella. En esa casa se creó, años después, la llamada "Cocina Gratuita Mariano Monteresi" (a la derecha), administrada por la Logia Masónica "Optimismo No. 10", en la que se le daba almuerzo a muchos niños de familias necesitadas con ayuda del gobierno municipal.

Les seguían la casa donde nací, Calle 6 No. 57, donde vivió después el periodista y escritor Rubén Pérez Chávez con su esposa e hija, y al lado, la casa de un matrimonio cuyo hijo se llamaba Joseíto. Era ciego, pero tocaba un instrumento musical y cantaba. Seguían la familia Duranza, Isolina, Fidel su hermano, y la madre. Al lado, Aimée Velasco, su hermana Raizá, y su padre "Fillo" Velasco; y en la casa de la esquina, un señor de nombre Luís.


En la acera de enfrente a mi casa vivía la familia León, compuesta de cuatro varones y una hembra, entre ellos Mario León, quien fuera profesor de matemática de la Escuela Primaria Superior; y sus hermanos Alfredo (ingeniero agrónomo), Publio (dueño de un vivero), y Miguel Ángel (dueño de la carnicería "La Competidora", de 6 y 9, a la izquierda). Le seguía la casa de Albertico Cortada y su esposa Hilda Romero, con sus hijos Raúl, Iván y "el Nene". Una de las familias Pérez era los abuelos de la famosa cantante internacional "santiaguera" Esther Borja; su hija Esthercita y su hermano médico pasaban muchas temporadas viviendo con ellos. Al lado vivía la familia Delgado, después la familia de Evidio García el peluquero, y después "Nino" López, de oficio carnicero, su esposa e hijos (dos hembras, Marta y Alida, y un varon, Orlando [Nano]). Al lado se encontraba la Logia "Optimismo No. 10"; en la esquina, al final de la cuadra, Carlitos Pérez, su esposa, y su hija Consuelo.
Ahora paso a lo que me motivó estos recuerdos:
Mi padre, Ramón (Ramoncito) Balbi, cuyo oficio era el de impresor, tenía el negocio en la calle 4 entre 11 y 13. Por tal motivo y viviendo nosotros en la calle 6 entre 5 y 7, siendo niño caminaba diariamente hasta la imprenta tomando el siguiente camino: Primero, doblaba a la izquierda por la calle 7. En esa cuadra estaban: -En la esquina, la "Casa de Socorros", por un tiempo conocida como el Consultorio Auténtico. La atendía el muy conocido "Lorenzo el Enfermero", (considerado casi un médico por sus extraordinarios conocimientos), asistido por varios ayudantes. Allí acudían los vecinos, sobre todo niños, que por pequeños accidentes, caídas, fracturas o quemaduras, recibían los primeros auxilios. -La casa de la familia Valdés, donde recuerdo a Jorge; su hermano, alias "El Polaco"; su hermana, "La China"; el mayor, cuyo nombre no recuerdo; sus primos Enriquito Viza y "el Bizco"; y Ofelia la enfermera. -Al lado vivía la familia Iglesias-Oliva, padres de "Pipo" Iglesias. -Les seguían Fabelo, el rifero apuntador de números de la lotería y su esposa llamada Macusa, que era conserje del kindergarten de Cora y Caridad en la calle 9 y 6. Tenían tres hijos: el mayor, que era discapacitado, y luego Gerardo y el más chico, Lorenzo. -Al lado se encontraba un edificio muy histórico, que en tiempos de la colonia fuera la Fábrica de Tabacos de Don Gumersindo García Cuervo, y que ocupaba la mitad de la cuadra, extendiéndose por la calle 4 hasta la mitad de la cuadra en la calle 9. Desde los primeros años del siglo XX lo ocupó el "Despalillo de la Cuban Land", conocido centro de trabajo que todo santiaguero sabe de su existencia. Allí llegaban los bultos de hojas de tabaco, las cuales eran "despalilladas" (trabajo que consistía en quitarle el palillo central a las hojas). Esta tarea la realizaban muchas de nuestras abnegadas abuelas, madres, tías y hermanas, mujeres a las que se le llamaban "despalilladoras " (abajo). Ellas ponían un lote de hojas en sus piernas y una a una iban "despalillándolas". Se hacían mazos, que pasaban al departamento donde estaban las mesas en las que empleados llamados "tabaqueros" manualmente, con una gran habilidad, confeccionaban los "tabacos" llamados en los EE.UU. "cigars".

Despalilladoras en la "Cuban Land". A la izquierda, Altagracia (Nana) Pérez.


En Santiago existían distintas "tabaquerías" donde se hacían los tabacos, se les ponían los anillos (etiquetas) con el nombre o marca; por ejemplo, "Partagás", "El Delicioso", etc. En la imprenta de mi padre se imprimían y troquelaban estos anillos. Siguiendo mi relato, es decir, mi camino, pasaba la esquina de la calle 9 y al seguir el recorrido se encontraba una casa de familia; después el local de la farmacia de Pepito Díaz; el restaurant-cantina "El Central" de Celestino Estrada; después el bar Los Tres Ceros, al lado del "C.I.R." ("Centro de Instrucción y Recreo", abajo), con su Cine-Teatro "Popular"; el bar de los hermanos Carballo; y la bodega y cafetería "La Central", en la esquina de 4 y 11.
El Centro de Instrucción y Recreo, en una noche de "Parrandas santiagueras".


Pasando la calle se encontraba la "Ferretería Romero", de los hermanos Félix y Clemente Romero (los hijos de este último eran Fausto, Luciano, el hermano mayor, conocido como Meneko, que trabajaba en el aeropuerto, y Anita. Después pasaba por donde vivió más tarde José Miguel del Amo ("Maño"), que era la residencia de la familia Díaz-Gravier, padres de Marta (esposa del Dr. Antonio "Ñico" Ramírez), y su hermano.

Y así, al fin llegaba a la imprenta. ¡Qué camino tan largo! Allí estaba mi padre, atendiendo a clientes que acudían a comprar artículos relacionados con librería y papelería, u ordenar algún impreso. Atendía a sus empleados: Gilberto García Rizo ("Nenico"), cajista eficiente y creador (se llamaba "cajista" en este oficio de imprenta a la persona que con sus manos escogía las letras de metal, las ponía en una cajuela llamada componedor para crear las palabras, y con su dedo índice ajustaba para que todas las líneas tuvieran el mismo largo (para explicar esto tendría que dar una clase de imprenta, cosa que haré en otro momento). Este señor era el que confeccionaba los programas de cine que a diario se repartían por toda la ciudad. También creaba los pasquines "Posters", cartón blanco impreso en rojo y azul para anunciar eventos y bailes del "C.I.R." (un ejemplar a la derecha), y en color verde para el "C.A.S.", el "Club Atlético Santiago". Otro de los empleados fue Forment, moreno de apellido francés. Pasó un día por la imprenta, le pidió trabajo a mi padre, y éste, sin conocerlo, le enseñó el oficio de impresor, el cual desempeñó por muchos años. También estaban Rafael el impresor; el fallecido Sabino Rodríguez, impresor y cajista (éste vivió en el estado de California y en una ocasión visitó mi imprenta aquí en Miami); Octavio, cajista e impresor, que tenía dos hijas y vivía en la calle 11 frente al parque José Martí; y Julián Peñalver, que empezó haciendo la limpieza y se hizo impresor. Esta imprenta se llamaba Talleres Tipográficos "Mikleff" (apellido del dueño original, José Mikleff). Este señor, que vivió en el pueblo por muchos años, era maestro y fue uno de los fundadores del "C.I.R.", al igual que mi abuelo Ramón (del mismo nombre que mi padre). Desconozco la relación que hubo entre José y mi padre; posiblemente fue su maestro, aprendió todo lo relacionado con la imprenta, y al final este señor se la cedió o se la vendió, nunca supe la realidad.

Debo agregar una lista de los vecinos que vivían en la cuadra de la imprenta: las familias Paseiro, Gravier, Rueda, la de Ovidio, alias "el Bobo", que de eso no tenía nada; la Escuela de las Monjas (abajo); y en la acera de enfrente el costado de la Ferreteria Garrigó, el Centro Social "La Gloria", o Centro Obrero; Gravier-Sánchez, del Amo, Fonseca, y haciendo esquina con la calle 11, un negocio creo de tabaquería.
Década del 1950: Colegio "María Auxiliadora".


En 1946 teniendo yo 15 años, mi padre me dijo: —Debes decidir qué vas a hacer. ¿Quieres seguir estudiando, o seguir este oficio? Te lo pregunto porque éste es un trabajo muy duro y esclavo—. Le contesté: —Quiero seguir estudiando, pero al mismo tiempo me interesa este negocio—. Tenía en mi mente estudiar la carrera de arquitecto o de maestro. Decidí por esta última, ya que me agradaban los niños y a la vez enseñar. Fueron dos grandes decisiones. Durante los años 1947 a 1950 estuve estudiando en la "Escuela Normal para Maestros" de la Habana. En esos años, ya joven, acudía a diario a la imprenta y ayudaba a mi padre en lo relacionado a la venta y administración; así fui al mismo tiempo aprendiz de este negocio, a la vez que practiqué como cajista e impresor. Me gradué en 1950 y a partir de ese momento comencé a trabajar con mi padre. Le indiqué que si en el pueblo le llamaban al negocio "la imprenta de Ramoncito Balbi", deberíamos ponerle "Impresos Balbi". Mi padre aceptó la idea.

Estuve ejerciendo mi carrera de maestro desde 1950, cubriendo sustituciones a maestros que se postulaban en las elecciones a algún cargo público, o cuando por algún motivo no podían asistir a su escuela por enfermedad. Las primeras sustituciones fueron en el campo y como tenía auto para trasladarme, logré en esos días una gran asistencia de los alumnos a clases; se veían contentos por el cambio. Trabajé en el Centro Escolar de Calabazar, tercer grado y en el Centro Escolar de Mazorra, sexto grado. En el año 1957 fui a un "examen de selección" para ocupar la plaza de estudio de ciencias naturales en la Escuela Primaria Superior (situada en la calle 2), plaza que ocupaba la Dra. Rina Cortada Bernal (a la izquierda), que había sido mi profesora cuando fui estudiante de esa escuela. De cuatro aspirantes, tuve la suerte de obtenerla. La desempeñé hasta junio de 1962, en que renuncié para salir de Cuba y venir a Miami.

Debo agregar que pude trabajar en el nuevo edificio de la escuela, el cual fue construido en 1958 en los terrenos de la Estación Experimental Agronómica, calle 1 entre 10 y 12. Tengo una foto de esa ocasión donde estamos los maestros (casi todos nuevos y jóvenes) junto al director Aurelio (Lelo) Roura Menéndez, la cual mostraré en otro momento. Espero que esta lectura le haya traído gratos recuerdos.

lunes, 17 de agosto de 2009

Publicaciones: Lo melancólico como determinismo en la vida del poeta Pedro N. Aguiar

6 ¡TOME LA PALABRA!

Santiago de las Vegas, ya hemos dicho, fue* cuna de las artes, produciendo músicos, pintores, artistas y poetas en números extraordinarios para su población. Pedro Aguiar y Cruz (a la derecha, en 1943), nacido en la finca "La Bijirita" en 1887, fue una de las voces más fecundas del Santiago de la primera mitad del siglo XX, y es en su honor que hoy le ofrecemos una detallada reseña de la obra "Lo melancólico como determinismo en la vida del poeta Pedro N. Aguiar", de Rubén Pérez Chávez. Como muestra de los deleites literarios que constituyen su obra, le ofrecemos estos versos, escogidos de un canto que le dedicó Aguiar a su querido pueblo natal:

En ti he pasado los breves años que precedieron mi juventud, y en ti devoro los desengaños mientras que subo por los peldaños donde me espera la senectud. El odio injusto, la torpe envidia me acorralaron alguna vez, mas ― cual soldado que sangra y lidia ― ví deshacerse la ajena insidia, ante la torre de mi altivez. ¡Sé que hay espinas en el sendero, sé cuánto pesa la dura cruz!........ Pero yo, avanzo, lucho y espero, mientras que, lejos, brilla un lucero que me regala toda su luz. * * * Cuando la suerte ― que es mi enemiga ― me llevó lejos de tu calor, allí, rendido por la fatiga, recordé siempre tu plaza amiga, llena de risas, luz y color. * * * Ciudad nativa, ciudad mimada, de mi carácter rudo crisol, recoge el eco de esta balada, mientras que brillas alborozada bajo la rubia gloria del sol!
* Y sigue siendo cuna de grandes talentos; nuestro enfoque editorial en la época de oro de Santiago de las Vegas no se debe interpretar como falta de apreciación de nuestros artistas actuales.

domingo, 16 de agosto de 2009

Nuestros hijos y nietos no entenderían "ni papa"

5 ¡TOME LA PALABRA!

por Ismael Balido Pérez

En este artículo originalmente publicado en la revista "El Cacahual", Ismael Balido Pérez q.e.p.d. recuerda vocablos de su niñez que las generaciones de hoy desconocen. ________________________________________________

El progreso tecnológico ha traído tantos cambios, que aquellos que no estén familiarizados con las palabras fax, internet, computadoras, micro-ondas, y otras por el estilo, puede decirse que aún viven en la "edad de piedra". Ahora bien, si pudiéramos transportarnos al pasado en una máquina del tiempo (¿se acordarán los de mi generación de la máquina del tiempo de los muñequitos de Brick Bradford?) a la época de nuestra juventud, ¿cuántos de nuestros hijos o nietos entenderían nuestras conversaciones cuando oyeran a nuestros padres decir "hay que echarle alcohol al reverbero y cambiarle la mecha" o "échale luz brillante a la chismosa, que está muy oscuro el patio y tengo que ir al excusado"? Imagínense una mañana circa 1935...

Levántate, Pepe, y vete a la carbonería. Me hace falta un medio de carbón y dile que te le echen un poco de cisco.
Ya voy, pero acuérdate de limpiar la campana del fogón, que está llena de ceniza. Ah, y no botes la ceniza. Dásela a Gladys, que ella la riega en el piso de tierra de su casa para matar microbios.
Y hablando de microbios, saca el tibor ahora cuando salgas, que los viejos anoche estuvieron muy "activos". Yo lo haría, pero tengo que salir corriendo para la peluquería para hacerme un croquinol.
Bueno, si vas a salir, cuando termines en la peluquería, pasa por la tienda y cómprame un mosquitero, que anoche se me colaron las moscas y mosquitos por los huecos que tiene el mosquitero viejo. Pasa también por casa de Ramón y dile que venga a estirarme el bastidor de la colombina y que de paso le mate las chinchas con agua hirviendo. Ah, y que no se te olvide hacerme un poquito de majarete.
¿Majarete otra vez? Si la última vez te empachaste y tuvo que venir la vecina a pasarte la mano.
No te ocupes de eso. ¿Ven acá, tú has visto mis alpargatas?
Están debajo de la colombina.
Verdad que sí. Bueno, ¿te hace falta algo más?
Sí, trae leche, que al lechero se le rompió la araña y no pasó esta mañana. Pide también la contra de sal, y pasa por el puesto del chino y tráeme dos kilos de majúas.

Volviendo al presente, los jóvenes de hoy tal vez entenderían por dos kilos como medida de peso y no como realmente era: dos centavos  y creo que mucho menos sabrían lo que son las majúas. En fin, la vida ha cambiado tanto, lo mismo para ellos que para nosotros, que son afortunados aquellos que vivieron en el pasado y han podido adaptarse a los tiempos modernos. Pero si regresáramos al pasado, ¿podrían nuestros hijos y nietos adaptarse a él?
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¿Quién se lanza a "traducir" las siguientes expresiones? Responda mediante el enlace "¡Tome la palabra!":

reverbero
luz brillante
chismosa
excusado
cisco
campana del fogón
tibor
croquinol
mosquitero
bastidor
colombina
empacharse
pasar la mano
alpargata
araña (del lechero)
contra de sal
majúa

jueves, 13 de agosto de 2009

Un Caballero de la Corte Española en Santiago de las Vegas

3 ¡TOME LA PALABRA!

por el Dr. Hernán Martín-Carrera Había una vez en Santiago de las Vegas un Caballero de las Cortes de España. La historia comienza en el año 1822, cuando el Rey de España envía desde su natal Barcelona a Andrés Martín-Carrera y Hernández-Mazo a la isla de Puerto Rico a fundar escuelas. Allí en Borinquen 30 años más tarde nació su hijo unigénito Ignacio Martín-Carrera y Mas, heredando el título a tres de sus progenitores de Caballero de la Orden Real y Distinguida Orden de Carlos III (título de los Carlistas). Pasaron los años y después de una labor extraordinaria, le viene la idea a Don Andrés de fundar escuelas nocturnas para que los trabajadores también pudieran disfrutar de los beneficios de la educación. Más tarde, los Reyes de España solicitan su presencia en la Corte, donde es agasajado y envestido con el título de "Caballero Cubierto Ante Sus Majestades los Reyes de España", título honorífico con pensión hasta la quinta generación primogénita. En esa misma ocasión, el Rey enviste a otro cubano, Brindis de Salas, con el mismo título por la maestría con la que tocaba el violín (cuentan los historiadores que al partírsele una cuerda al violín, Brindis siguió tocando como si no hubiese pasado nada, causando gran asombro en la Corte). Fue la primera vez que una persona de la raza de color obtenía esa dignidad. Un buen día Don Ignacio se muda para La Habana, donde se casa con una cubana, Merceditas del Pino, profesora, natural de Santiago de las Vegas, con la cual tuvo varios hijos ̶ entre ellos, Hernán Víctor Martín-Carrera del Pino, nacido en 1883, heredero de los títulos vigentes. Más tarde, Don Ignacio es nombrado en la Masonería con el Grado 33, el más alto, siendo una de los pocos cubanos con ese título. Después de una larga y fructífera vida, Don Ignacio fallece y sus hijos se mudan, unos a Santiago de las Vegas (Hernán Martín-Carrera) y otros a Bejucal (Cheché Martín-Carrera, madre de la gloria del canto cubano, Zoraida Marrero Martín-Carrera). El "Caballero nacido en Cuba", Hernán Martín-Carrera (a la derecha, en 1929), funda una numerosa familia de quince hijos, y crea en Santiago de las Vegas una de las primeras industrias del pueblo, una fábrica de cajas de tabaco para el "trust" de todas las fábricas de tabacos en la isla. Fue él quien descubrió que el cedro es el mejor medio para conservar el aroma del puro. Fue por una casualidad, pues por algún motivo se habían guardado ̶ y olvidado ̶ unos tabacos en un hueco en una viga de cedro. Al cabo de largo tiempo, Don Hernán halló los puros y notó que aún conservaban su fragante aroma. Desde aquel entonces, se dejaron de hacer cajas de pino, yagua, o cartón duro - gracias al descubrimiento de Don Hernán, el buen tabaco se conserva en cajas de cedro. Muestra del afecto que le tenía el pueblo: a pesar de ser hijo de españoles y de su rango y abolengo, los santiagueros no le guardaron rencor al concluir la Guerra de Independencia; de hecho, Don Hernán Martín-Carrera fue elegido uno de los primeros concejales de Santiago, y Presidente del Ayuntamiento (nunca quiso ser Alcalde por sustitución, como le correspondía al Presidente de los concejales, por sus obligaciones con su fábrica, sus empleados, y sus quince hijos). Don Hernán Martín-Carrera, su esposa Ramona Correa (natural de Tampa), y sus quince hijos. En 1947, el Ayuntamiento de Santiago de las Vegas homenajeó a Ramona por tener el mayor número de hijos en Santiago. Su madre Merceditas, por cierto, contrajo segundas nupcias al fallecer Don Ignacio, y de este matrimonio tuvo Don Hernán dos medios hermanos: José Manuel Sánchez-Luque del Pino (link) y su hermana Margot. Los dos fueron maestros al igual que su madre. Vale notar que a José Manuel se le conoció como "Sánchez-Luque" sin el apellido materno como se acostumbra en Cuba, por la curiosa razón de que un apellido compuesto tan largo no cabía en el monograma de los uniformes de colegio.

Partida de nacimiento de Don Ignacio Martín-Carrera y Mas, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.
1923: Empleados de la fábrica de cajas de tabaco de Don Hernán Martín-Carrera (Caballero ante Sus Majestades los Reyes de España), al centro de sus trabajadores con su primogénito Hernán Martín-Carrera. En este tiempo era Presidente del Ayuntamiento de Santiago de las Vegas. Texto originalmente publicado en la revista El Cacahual.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Publicaciones: Santiago de las Vegas por dentro

3 ¡TOME LA PALABRA!

Santiago de las Vegas por dentro, obra del historiador municipal Francisco Fina García en colaboración con Juan Bundó Puig (1915-2003), es un fiel e históricamente importantísimo retrato del estado de nuestro querido pueblo a finales de la década de los 50. Publicada en ocasión del 210 aniversario de la fundación del municipio en mayo de 1959, esta amena historia rompe «…con un largo pasado de silencio, de respetuoso hermetismo para decir y enseñar a los cubanos y al mundo que existe una municipalidad, llamada Santiago de las Vegas, fácil de localizar en las páginas de una Enciclopedia. Para decir y mostrar gráficamente, a los cubanos y al mundo, que esta municipalidad, es más que un simple nombre impreso. Es un pueblo, o por mejor decir, un conjunto de pueblos: Santiago de las Vegas, Calabazar, Rancho Boyeros y Rincón, que tienen una privilegiada ubicación geográfica, una hermosa y eficiente historia, una estructura y una intensa vida social». Con estas palabras, los autores dejan claro su profundo amor por nuestro pueblo. Hoy, con ese mismo amor y orgullo municipal, le ofrecemos una breve reseña de Santiago de las Vegas por dentro, junto con un sentido homenaje al catalán Juan Bundó Puig, santiaguero por adopción que supo apreciar la belleza del pueblo que lo acogió y que, como bien decía el popular refrán, de nuestra agua bebió y en Santiago se quedó.

sábado, 8 de agosto de 2009

Recuerdos de la Academia Brito

6 ¡TOME LA PALABRA!

por Lalo Iglesias / Barcelona, España La Academia Brito, situada en la avenida de Boyeros, fue centro de estudios de muchos santiagueros gracias a la calidad de sus profesores, muchos de ellos santiagueros también, como Marino García, la Dra. Carral, y otros. Realmente era un buen colegio, muy bien situado, para familias de posición media y acomodada ̶ aunque hacían concesiones, como fue mi caso, por relaciones de amistad con el profesor de matemáticas Marino García. Además de la enseñanza general, en la Academia Brito también se daban cursos de comercio y secretariado. Recuerdo el quiosquito en un extremo de la entrada, lugar donde probé por primera vez los chocolaticos “MM”, el “Green Spot” (que le decían “Chiquito pero Bocón”), que al igual que el Cawy, la fábrica estaba en la entrada de Rancho Boyeros, colindante con el cuartel de la Guardia Rural y la Feria de Boyeros. Recuerdo también que al lado había una escuela católica de niñas y jovencitas, y más hacia el cine la escuela estatal conocida como “La Escuela Industrial”, donde muchos santiagueros aprendieron oficios de mecánico, carpintero, soldador, albañil, y demás. Por la misma avenida hacia Santiago estaba la escuela de maestros agrícolas, de donde se nutrió la Estación Experimental Agronómica. Después de una beca, los más estudiosos llegaban a la universidad para hacerse ingenieros agrícolas. Muchos recibieron sus clases y sabiduría de Roig y Acuña, dos personalidades científicas santiagueras de renombre internacional.

1951-52: Estudiantes de bachillerato de primer año la Academia Brito. De arriba hacia abajo y de izquierda a derecha: Repilado (de Güira de Melena); Delfito Ochoa (santiaguero); Lalo Iglesias (catalán); Eusebio del Amo (santiaguero); Leo (santiaguero); Gustavo Novo (santiaguero); Vicente (procedencia desconocida); Tudela (procedencia desconocida); Rosa (de Bejucal); la profesora Carral (santiaguera); Abigail (de Quivicán); Juanito (de Central Toledo); Lucindo (procedencia desconocida); Arístides Albín (habanero, santiaguero). Sin fecha: Imagen de la Academia Brito, cortesía de Luis (Wico) Pérez Simón, quien aparece de pie, a la izquierda, al lado de las muchachas. ¿Puede usted identificar a los demás estudiantes?

lunes, 3 de agosto de 2009

Publicaciones: Arturo Rodríguez de la Cerda - El Último Ciudadano

6 ¡TOME LA PALABRA!

Arturo Rodríguez de la Cerda (1865-1950) fue mucho más que Teniente Alcalde de nuestra querida ciudad. Fue gracias al padre del alcalde "Mino" (Benjamín Rodríguez Camero), que la antigua Plaza de Armas se convierte en nuestro Parque Martí en 1902; que se alza el nuevo Centro de Instrucción y Recreo en 1914; y que nace la "Revista del C.I.R." en 1922. Son tantos sus logros que no basta este espacio para enumerarlos; para mejor apreciar el talante de este ilustre hijo adoptivo de Santiago, le ofrecemos hoy una breve reseña del discurso que pronunciara el Dr. Gabriel Gravier en ocasión de su sepelio en 1950, publicado ese mismo año con el título Arturo Rodríguez de la Cerda - El último ciudadano. Que sirvan su vida y ejemplo para inspirarnos a todos a trabajar más por conservar la bella historia de nuestra ciudad.

sábado, 1 de agosto de 2009

Recuerdos de mi niñez

17 ¡TOME LA PALABRA!

por José R. Garrigó / Miami, Florida

Al navegar por el portal www.santiagodelasvegas.org, una feliz iniciativa de Ismael y José Alberto Balido, no pude evitar que me vinieran a la mente recuerdos de mi niñez en nuestro querido pueblo, oficialmente designado "Ciudad Monumento". Eran aquellos buenos tiempos en los cuales todos éramos amigos, disfrutábamos de las cosas sencillas de la vida, no había intrigas ni envidias. Nuestro pueblo era como una gran familia, con las diferencias y discrepancias normales pero siempre compartiendo y unidos al fin del día.

En especial me agradó ver la foto de "La Barcelonesa", la ferretería y tienda de víveres establecida por mi abuelo, José Garrigó Artigas (a la derecha), a finales del siglo XIX. Ése fue el segundo local comercial que él tuvo en Santiago, el primero estaba localizado al doblar del mismo, por la calle 4. Es imposible olvidar los consejos de mi abuelo de cómo ser "un hombre bueno, trabajador, honrado y nunca darle la mala a nadie" (los ejecutivos de WorldCom, Enron, Adelphia y otros deberían haber tomado clases con mi abuelo). Uno de sus muchos mandatos a la familia era aquel de "compromiso contraído, compromiso que has de cumplir". El me dio mi primer trabajito cobrando los recibos de la Quinta La Covadonga los sábados. Por $2.50 de cuota mensual una familia entera recibía el excelente servicio médico y hospitalario de aquella organización (comparen con los HMO de hoy).

En nuestra histórica iglesia parroquial, cuya foto aparece en este portal, fueron bautizados muchos miembros de mi familia, incluyéndome a mi y mi primer hijo. Esa foto me trajo a la mente mis andanzas como monaguillo en las procesiones cuando Carlitos Valiente, Pepín Garaña, Gustavito Galainena, Quique Rueda, Jorgito Mora y otros nos fajábamos para ver quien llevaba los ciriales y quien llevaba la cruz, especialmente en las procesiones de Semana Santa (inolvidables la del Santo Entierro y el Encuentro del Domingo de Resurrección). Así como la del 25 de julio con el Apóstol Santiago, nuestro Santo Patrón, a caballo. Una imagen ecuestre que no recuerdo haber visto en ningún otro lugar. Presidía el Padre Vicente Jovaní, disfrutando al ver la devoción del pueblo. Eran días de fiestas, verbena y fuegos artificiales preparados por Sixto el pirotécnico de la calle 9 y 8. Catalino, siempre amistoso y sonriente, disfrutando frente a la iglesia al compás de las esquilas y repiques de campanas.

Me recordé los juegos de dominó y mahjong en el salón viejo del Centro de Instrucción y Recreo (a la izquierda). El Club Atlético Santiago, cuyos miembros siempre estaban en pequeñas rencillas pueblerinas con los del Centro. Mi tío Rodolfo Denis, "Platabella", era el "umpire" tradicional de los juegos de pelota, en los cuales el equipo de Santiago se destacaba. Las fiestas de las Parrandas Santiagueras, cuando cerraban la calle 11 entre 4 y 6 para unir los bailes del Centro y del Club. Una oportunidad para bailar con la muchacha que le gustaba a uno, si teníamos suerte. Gente llegando de toda la comarca para participar en las fiestas. 

Recuerdo ir con mi padre a verlo jugar dominó o a la brisca y al tute subastado en el Casino Español, donde él me compraba una gaseosa Salutaris. Y después ver si me dejaban entrar en el cine del Casino sin pagar. Tampoco podemos olvidarnos de la Sociedad La Gloria y de la Sociedad Aliados Chinos (Casino Chung Wah), otras dos organizaciones sociales y comunitarias de nuestro pueblo.

Recuerdo mi primera experiencia escolar en el Kindergarten Público de la Calle 15. La primaria en la Escuela No. 2 frente al Parque Viejo. Su director era el eminente educador José Manuel Sánchez Luque y mis maestras fueron Carmelina Huergo, Isabel Cobo e Isabelita Quesada, siempre cariñosas. Allí también tomaba clases de inglés por las noches con Azucena Trabanco. El director de la Escuela Primaria Superior era José Manuel Sánchez, cargo al que fué ascendido de su posición de Director de la Escuela No. 2 como antes digo, frente a la Quinta Gallol donde vivía mi tío Paco. Mi madre, Esther Pita, era profesora de Geometría y Dibujo Lineal. Compartía allí con Rina Cortada, Felipe Piñera, Mario León, Alfredo del Amo, Margosita Sánchez, Amado Herrera, Eusebio del Amo, Aurelio (Lelo) Roura - su último director -- y otros dedicados profesores cuyos nombres se me escapan de la mente.

Mis primeros pelados "a la pluma corta" con Ambrosio, el barbero de la Calle 13. A veinte centavos el pelado. Ambrosio tenía paciencia para pelar niños. Eventualmente convencí a mis padres que me dejaran ir a la barbería de Mario Simón, donde se pelaba "la gente grande". Para esa época, ya costaba cuarenta centavos. Ahora lo hago con Raúl Cortada, también santiaguero, quien cotorrea como todo buen barbero.

¿Quién no recuerda las vueltas al Parque Juan Delgado los domingos en la noche? Los muchachos caminando afuera y en sentido contrario al reloj. Las "bellas" adentro y en el sentido del reloj. Las carreras que dábamos para conseguir un banco donde sentarnos. Pararnos en la esquina de 13 y 4 a ver las muchachitas del Colegio Salesiano salir con sus recatados vestidos que les llegaban casi hasta los tobillos y aquellos peculiares sombreritos redondos. El primer cigarrito que me fumé en el Parque Alberro (dibujo de Amado Arango, a la derecha), el cual me dio un ataque de tos y una vomitera que me duró todo el día. Mi primera cerveza en el Blue Sky Bar, cuya "espuma" se me subió a la cabeza. Mis recorridos en bicicleta por todo el pueblo. Las vueltas por dentro de la Estación Agronómica y por el Reparto Villanueva, la primera expansión urbana ordenada que tuvo el pueblo. El primer viaje que hice a La Habana en el gas-car con mi tío Salvador Artigas. Estuvimos más tiempo esperando en la estación de trenes de lo que demoró el viaje en sí. Los viajes a La Habana en las rutas 31 y 76 de la Cooperativa de Ómnibus Aliados (C.O.A.) con su parada en la Plaza del Vapor donde me compraba un crocante de maní que costaba "dos kilos". O la "guagua verde" que iba por Calabazar, Arroyo Naranjo y La Víbora. Un viaje que hice a Managua y en el cual se ponchó la destartalada "guagua gris" que salía "cuando le daba la gana". El Juzgado Municipal en la Calle 4, en el cual me inscribieron al nacer. Al frente estaba la Cuban Land, donde se ganaban la vida tantos coterráneos despalillando y enrollando tabacos. Por las tardes allí se compraba una "fuma" por cinco centavos. Tan larga que solo los viejos se la podían fumar entera. La Laguna de Ariguanabo, pasado el Cuartel de la Guardia Rural y antes de llegar al Cementerio Municipal donde descansan nuestros antepasados. Por allí llegábamos a Wajay, El Cano, Arroyo Arenas y Marianao. Las idas en bicicleta a buscar mangos a Mulgoba en la finca de los Larrea. El afilador de tijeras (el decía que era un "amolador") recorriendo el pueblo con un pregón musical, en vez de cantado, arrancado de su filarmónica. El camión de Santos Lucio repartiendo hielo antes de que hubiera refrigeradores eléctricos. Ir a comprar una flauta de pan a la panadería de Méndez, al doblar del Bar Royalty. El repartidor de carbón (a la derecha), siempre tiznado como un charol, en un carretón de mulas que guardaba Cándido Gazalla en la calle 6 entre 9 y 1 y Domingo Méndez en la calle l0 entre 13 y15. La tintorería de Julio que estaba en la acera de enfrente del Centro de Instrucción y Recreo. A un par de puertas, en el Salón London, la limpieza de zapatos costaba un "real", añadiendo un "níquel" de propina cuando nos daban una buena lustrada. Las "desagradables" visitas a la consulta del Dr. Gustavo Galainena para que nos empastara una carie. Las visitas del Dr. Cuco Marrero cuando uno se enfermaba. Nuestro periódico El Heraldo Santiaguero cargado de noticias del pueblo. El Clarín Santiaguero, el "periodiquito" que publicamos trimestralmente durante varios años. En él fue donde se lanzó la idea de celebrar el "Día del Santiaguero Ausente". La Biblioteca Más Luz y el grupo integrado por la gente más culta del pueblo, entre los cuales estaba Gabriel "Musiú" Gravier, siempre impecable con su guayabera y lacito. Las notarías de José Ramón Sánchez y Matías Milla Solsona donde se unieron en matrimonio tantas parejas del pueblo. Las confusiones que nos dábamos tratando de identificar a los traviesos jimaguas Pancho y Leo Figueredo. Las cacerías con nuestros riflecitos calibre 22 en los montes de las afueras del pueblo, en las cuales nunca cazábamos nada. Pero nos divertíamos sanamente. El día que "se perdió" Carlitos en una de esas cacerías. La vez que nos botaron de la finca del Jardín Begonia por haber entrado sin permiso. Las caminatas que dábamos hasta el Cacahual, otras veces subiendo en bicicleta. Las celebraciones del 7 de diciembre allá arriba en el panteón y tumba donde descansan los restos del General Antonio Maceo, nuestro Titán de Bronce, y su ayudante Panchito Gómez Toro. Mis vagos recuerdos de cuando mi padre trabajaba en la tienda La Marquesita, que después vendió a David y Sarita Solomiany. Había que buscar ingresos después de la crisis económica de principios de los 30s y los hombres de mi familia se tuvieron que dispersar temporalmente en ese empeño. La tienda y taller de confecciones de mis tíos Ñico Freire y Renée Pita, al lado del estudio fotográfico de Onay. La casa de mi abuela Carolina en la Calle 2. La imprenta de Ramoncito Balbi, donde mi familia ordenaba muchos de los impresos comerciales. La lavandería de los chinos de la Calle 13, en la cual uno dejaba la ropa sucia que después ellos repartían en sus canastas, ya limpia, por el pueblo. La carnicería de Juan Bacallao, con la carne colgando y de la cual sacaban los cortes que uno pidiese. La casa donde vivía en la Calle 11 casi esquina a 2, al lado de la bodega de los chinos Emilio Chong y Julián. Los caramelos de azúcar que me regalaba Emilio, para quien mi apellido era "GALIGÓ". A pocas puertas estaban las oficinas de la Compañía Cubana de Electricidad, donde residía la familia Balmori. Las bodegas de Lisardo Fernández y de Enrique Bú, al frente de la Alcaldía Municipal, quedaban más lejos. Los deliciosos dulces caseros de Augusto y Bellita, quienes vivían al frente de mi casa. De allí nos mudamos para la casa al lado del Banco Garrigó (a la derecha), donde previamente estaban las oficinas de la Compañía de Teléfonos y también había vivido Pura Barbosa con su familia. En las oficinas del Banco laboraban mi abuelo, mi padre, Faustino, mis tíos Paco y Pepe, al igual que un buen número de santiagueros. En otra ocasión escribiré algo sobre la historia del Banco. 

Iba a la Ferretería Garrigó a comprar bombillos eléctricos cuando se fundía uno en mi casa. Fastidiaba a mi tío Ramón hasta que él o su socio, Pepe Badía, me botaban de la tienda. Mis primos Ramoncito y Jorge eran más pequeños y todavía no se atrevían a portarse mal. Recuerdo el primer traje que me compraron en El Telar de Rolando Encinosa. La farmacia del Dr. Mora, donde mi madre compraba la Emulsión de Scott - la del hombre con el bacalao a cuesta -- que me hacía tomar diariamente. La "botica" del Dr. Juan Fina, donde Cuqui despachaba "el Talco Boratado Fina".

  ¿Quién no saboreó los sándwiches hechos por José Rodríguez en La Dominica vieja? Las croquetas de La Dominica "nueva", propiedad de los hermanos Angulo, en la esquina de la calle 11 y la Doble Vía Habana-Cacahual. Los batidos de mamey de aquel barcito al frente de la Cruz Verde. El café con leche con pan tostado de las mañanas en el kiosquito de Berardo (a la izquierda). Allí parqueaban los automóviles de alquiler, que cobraban cuarenta centavos por una "carrera". Comernos una frita del gallego con su carrito de la esquina de 11 y 4, las cuales tenían unos ingredientes secretos que nadie ha podido duplicar. O nadie se ha atrevido. Esas fritas eran las precursoras de los "hamburgers" de este país. Al frente me tomaba una caficola de "a kilo". Si el presupuesto estaba ancho, era la de "dos kilos". Las frituritas de carita y bacalao de los chinos, también en 11 y 4, quienes hacían los mejores helados del pueblo. En Santiago fue donde hice muchos de los grandes amigos que he tenido en mi vida. Era un pueblo alegre, simpático, que gozaba de riqueza material, lleno de comercios establecidos por sus emprendedores habitantes y que ofrecían empleo a muchos de ellos. Si somos optimistas, y hemos de serlo, con la ayuda de Dios podremos regresar a Santiago de las Vegas para ir al Parque Juan Delgado, sentarnos en un banco frente a la Iglesia y escuchar el alegre repicar de campanas. Todos viviendo de nuevo en paz y fraternidad.

Recordando con agradecimiento a mis padres, Faustino y Esther.


(Originalmente publicado el 21 de agosto del 2002 en el antiguo sitio www.santiagodelasvegas.org)