miércoles, 15 de octubre de 2025

Juan Orovio Estévez (1862-1915): Santiaguero connotado

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Compilación y redacción: Ing. Arsenio J. Alemán A. 

Juan Orovio Estévez
Foto tomada de la Revista del CIR

Verdadero maestro o Apóstol de la Enseñanza, o redentor de la humanidad, genial educador de la niñez lo fue el inolvidable Juan Orovio Estévez, nacido en 1862. Maestro de sólida integridad y de los que jamás se rindieron a la iniquidad, el cual por su moderación siempre uniforme y la bondad y rectitud de su carácter logró conquistar el respetuoso afecto de sus discípulos.

Su primer oficio fue el de tabaquero, como la gran mayoría de los residentes de Santiago de las Vegas en aquellos lejanos tiempos. Orovio, incorporado al recién fundado Centro de Instrucción y Recreo no tuvo reparos en constituirse por la noches, tras el duro bregar del trabajo, en la entonces cuartería del CIR para dar clases gratuitamente a muchos adultos que concurrían a aquella escuela, la que fue generadora de una afición que surgió en la localidad por todo lo que tuviera que ver con la superación personal y la cultura.

Unos años después (1888 y siguientes) se crea formalmente en el CIR la Sección de Instrucción y se designó a Orovio como Presidente de la misma.

La Sección de Instrucción estableció las célebres “Escuelas Laicas”, que llegaron a contar entre ambos sexos, unos 400 alumnos. Las escuelas públicas de aquella época colonial, quedaron casi vacías, debido al entusiasmo despertado por las escuelas del CIR en toda la ciudad. En ese empeño de Orovio al frente de la Sección de Instrucción del CIR colaboraron como maestros José Mikleff y el que muchos años después resultara ser el sabio botánico Dr. Juan Tomás Roig y Mesa. La directora de la escuela de niñas, plaza que fue sacada a concurso oposición, resultó ser Luisita Herrera.

La Escuela de Varones llegó a ocupar, materialmente todo el local del Centro y la de niñas estuvo establecida en varias casas pues según se iba haciendo chica la que tenía había que alquilar otras de mayor capacidad.

A principios del siglo XX, en aquellos días de estremecimiento de la escuela pública, se necesitaba una gran vocación para ejercer el magisterio. No todos los que tenían la delicada misión en aquella época, de ser maestros, atesoraban las grandes raras virtudes que le concedió como gracia esencial la naturaleza divina a Juan Orovio. Aquel maestro de la "escuela pública", era un ejemplar magnífico de lo que en ética rigurosa llamaríamos "un hombre responsable".

Su aula era un modelo de disciplina.  La disciplina es odiosa cuando se impone con el látigo; pero cuando la disciplina se alcanza por la dulzura, por la voluntad de la superación, por el silencio de los bajos instintos y por educación para la libertad, la disciplina es paz y medio de progreso, es sosiego propio y aire puro a los pulmones colectivos.

Siempre estaba trabajando.  Todo el tiempo del "horario oficial" se cumplía a cabalidad con el orden pautado.  Era exigente en la limpieza de las planas como exigente en la postura y la compostura de los alumnos. Afirmaba que era necesario que a los alumnos se les formara la base para un edificio de tan larga proyección (la educación). Decía que el agua, como el aire o la tierra, no podían ser objeto absoluto de propiedad privada, que eran propiedad de todos los hombres.  Y que no usarlos en aseguramiento de la salud y de las necesidades, era como renunciar al derecho de vivir bien.  No desaprovechaba oportunidad en las clases de Higiene como de Moral y Cívica, para dibujar sus acentos de luchador social.

Atildado en el vestir, esto es, limpísimo, desde el blanco cuello de pajarita, adornado con un lazo de estrecho ancho, de igual tela que la camisa, hasta los relucientes zapatos de fino glacé que delataban a toda hora el retoque reciente.  Una fresca alpaca rayada de paralelas blancas, o un dril endurecido por el almidón parapléjico, daban a su estampa un remedo dieciochesco, en lo que se hacía visible y saliente como el escudo de los caballeros andantes, el discreto chaleco atravesado de bolsillo a bolsillo por la gruesa cadena de sencillos eslabones, de la que pendían el portamonedas y el Roskopf dictador, separados por un dije que guardaría alguna vera efigie o una sortija de cabellos amados. Su bigote, dos hoces boca arriba, era lo único espectacular.

También fue un devoto consagrado de la ciencia y las artes, amó con pasión ilimitada la escuela, la cual consideró como su templo, desde donde despertaba el entendimiento y cultivaba el gusto del niño para acudir solicito a las clases.  

Gabriel Gravier que fue su discípulo nos deja las siguientes impresiones del maestro Orovio:

«......atribuir a un maestro de mis primeras letras, una tendencia a la observación y mi modo de enjuiciar a los demás con una benevolencia que no es virtud, sino quimera; una comprensión que no es inteligencia sino liberación existencial; esto es, aquello de convertir a los opresores en oprimidos; a los envidiosos en envidiados; a los farsantes en desprendidos; a los egoístas en elaboradores sociales; a los enemigos en corderos; a los conquistadores en conquistados.  Esa magia impresionista de generosas concepciones anárquicas, que es una diagonal de la acción, como la luz de que se arman los peces para vislumbrar a sus cazadores, la aprendí desde niño, por la penetración, por la influencia de un Maestro (Orovio), que, con personalidad propia, intimizaba con sus notables sensibilidades de interiorizado, y se daba, por contraste, en la ubérrima entrega de las almas grandes que abrazaban el destino de formar almas en las artesas mismas del hecho popular que comprende la enseñanza popular de los hijos del pueblo».

Como ciudadano fue un modelo de honradez, tanto en su vida privada como pública. Como cubano se pronunció un celoso defensor del decoro de nuestra República, cosa que puso de manifiesto cuando la delegación de nuestros maestros viajó a los Estados Unidos, que tanto le afectó como maestro y como cubano, y a nosotros como nación civilizada, pues él formaba parte de dicha delegación; él conjuntamente con un grupo de compañeros dígnisimos, protestaron avergonzados de la incorrecta actitud que asumieron unos cuantos desdichados maestros que pretendieron quebrantar el crédito del magisterio cubano, ante propios y extraños.

Santiago de las Vegas, fue para él su orgullo.

El Centro de Instrucción y Recreo fue para él su segunda casa. Se desempeñó como Vicepresidente del CIR en el período de 1904-1908. Hemos encontrado las siguientes consideraciones escritas por Oscar Montano en la Revista del  C.I.R. que reflejan con gran precisión el compromiso de Orovio con el Centro de Instrucción y Recreo.  Dice Montano:

«......creo pertinente el decir algo de él en este trabajo, por dos razones: primera, por que todo cuánto se diga de este hombre es poco, y segunda, por que en el trabajo que aparece en la Revista no se trata de él como socio del Centro, y sí como maestro:  la lucha continua que mientras vivió representaba el Centro para Orovio, era de una naturaleza que lo absorbía todo, el hogar, el cumplimiento de su deber. sus ideales, sus diversiones, todo lo que representa algún incentivo para la vida lo subordinaba para servir al Centro.

Aún recordamos en el año 1904, una de las épocas más dificiles del Centro. Los socios, escasos, el crédito agotado, las deudas innumerables, la casa hipotecada y la hipoteca al vencerse; no se veía solución por ningun lado, la situación era insostenible, cuando surge la idea de llevar a cabo un empréstito, emitiendo con tal objeto una serie de bonos por valor de cinco pesos con treinta centavos cada uno; todo marchaba bien menos la colocación de los bonos, pues el Centro no tenía quien le fiara ni diera crédito a las promesas de pago que se hacían; fue Juan Orovio, su prestigio de hombre, su reconocida honradez, la que llevo a feliz
término una obra destinada al fracaso; verdad es que tuvo auxiliares de gran valía como la señora Mercedes Pensado y el señor José María Pérez.

De este y otros hechos está llena la vida de abnegación y sacrificio de Juan Orovio, desde que muy joven, todavía en la edad de las locuras y el poco pensar, abandonaba la mesa de tabaquero despues de acabada su diaria tarea, para ir a toda prisa (casi sin tiempo para cambiarse de ropa y comer), al Centro a ocupar su puesto de maestro nocturno, donde al par que enseñaba a leer y escribir, enseñaba a amar la justicia, la verdad y el amor a la humanidad, para así constituir una sociedad más equitativa donde la fraternidad reine como única guía de las acciones humanas, en sustitución de los ruines egoismos que hoy gobiernan el mundo.

Así fue su vida de apóstol hasta la fatal hora en que la inexorable ley de la evolución nos lo llevó, dejando con su desaparición un vacío en la sociedad Santiaguera díficil de llenar.
»

Sorprendido por la muerte fallece en Santiago de las Vegas el 15 de marzo de 1915.

Al cumplirse el primer aniversario de su fallecimiento la Delegación de la Asociación Nacional de Maestros de Santiago de las Vegas llevó a cabo el 16 de marzo de 1916 una velada fúnebre en el CIR.

Una crónica del periódico habanero La Discusión describe como “espléndido por todos los conceptos el homenaje tributado a la memoria de aquel que en vida fue un perfecto modelo de ciudadano, esposo y maestro. La sala y la tertulia del teatro invadidas, y el programa se cumplió perfectamente”

La revista Cuba Pedagógica, queriendo honrar también la memoria del prestigioso, dígnisimo y ejemplar maestro, muy llorado por sus amigos y discípulos y muy sinceramente sentido por todos, publicó su retrato, y agregó la siguiente nota, que incluimos íntegramente, por la vigencia que mantiene a 110 años de su publicación:

«Sr. Juan Orovio, Maestro de Santiago de las Vegas, fallecido el 15 de marzo de 1915.

Ante la desaparición de este profesor distinguido, verdadero educador de una generación entera en el pueblo donde ejercía su misión, "Cuba Pedagógica" rinde su tributo de dolor en esta líneas dedicadas a la memoria del que fue amigo y compañero, más que por el trato íntimo, por la concurrencia de propósitos en la noble causa de la educación popular, a la que muy pocos entregan, tan sinceramente como él, la actividad completa del espíritu.

Pérdidas como esta, casi han de ser tenidas como irreparables, hoy, en que es tan corriente considerar el empeño por la educación como una vulgar mercancía y cuando de las más altas autoridades oficiales parten ejemplos perturbadores que difunden el desaliento y siembra en el ánimo público un escepticismo que no puede acarrear sino deplorables consecuencias.»

En la velada del CIR se presentó la poesía de Teodoro Cabrera dedicada al ejemplar maestro y que fuera declamada por Víctor Aguiar. El texto de la poesía también fue publicado por la revista Cuba Pedagógica y lo insertamos a continuación:

AL EJEMPLAR MAESTRO JUAN OROVIO


¿Y que puedo decir a su memoria
sin que la herida de mi pecho encone...?
ninguno sabe como yo su historia
y no puedo cantar.... porque se opone
el dolor con su látigo de fuego.

¡Destino torpe y ciego!
¿Que hiciste con segar tan noble vida
resplandeciente de virtud....?  Tu mano
inconsciente al acaso distraída
con la cruel indolencia del arcano,
interrumpe sus pasos al que es grande
y al ruin lo deja que se logre y ande...

No tuvo al cinto reluciente espada
ni lambrequines en blasón dorado;
pero tuvo una mente iluminada,
por la cual recorriendo lo pasado,
al ver la humanidad esclavizada
y al hombre por los vicios degradado,
sintió el anhelo del apóstol, quiso
convertir a la tierra en paraíso.

No fue el artista que en el mármol talla
ni el pintor que en el lienzo difumina,
ni un Catón contemplando en su muralla
que el derecho de un pueblo se extermina.
"Maestro siempre, donde quier que estaba
 la luz hermosa del saber prendía:
era un Marcos Froment, cuando enseñaba,
y el doliente Tolstoy, cuando sentía....!

El grababa en la mente de los niños
con un buril de ilustración la idea,
y borraba, a consejos y cariños,
la tendencia hacia el mal y la pelea;
ese residuo del ayer que aún late
en el seno del hombre, y al combate
lo impele con furor de torbellino,
matando todo sentimiento humano,
y poniendo en su mano
el sangriento puñal del asesino.....!
Esto, noble, era suyo, no del libro
que de texto las leyes lo declaran
como el summum de todas perfecciones.....

Estas torpes leyendas de batallas,
que a la idea del niño van llevando
la inconveniente emulación, acaso
¿no es hacer que perdure el caínismo?
¿no es así como todo se derrumba?
¿no es tirar al progreso en un abismo?
Pues queriendo la infancia hacer lo mismo,
es darlo atodos los amores tumba....!

Ya lo dijo Zolá: "¡Que todo brille
triunfante bajo el sol!"  Esa es la suerte
que el progreso le tiene prometida
a la estudiosa humanidad, sí, fuerte,
alcanza, levantándose atrevida,
destruir las banderas de la muerte 
y entonar las canciones de la vida....!

¡Así este grande soñador pensaba....!
De su cerebro al corazón unido,
urgía noble el ideal. Buscaba
inmensas cumbres para hacer su nido
el libre cóndor que en su ser volaba!...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

A vosotros, discípulos del hombre
que no pudisteis comprender, os digo,
que guardéis su recuerdo, que ese nombre
es el nombre de aquel que fue el amigo
más grande que tuvisteis en la tierra.

Si ya su cuerpo encierra
el espacio pequeño de una fosa
donde no hay una cruz..... ni le hace falta
a la carne que pudre y que reposa,
no por eso olvidéis la misión alta
de imitar sus virtudes: ¡fue un ejemplo!
¡Y de ese modo le alzaréis un templo!

Teodoro Cabrera, Santiago de las Vegas, 16 de marzo de 1916.

La línea severa y dulce de los contornos limpios de Juan Orovio Estévez. Impresión certera de un hombre escrupuloso de fuera a dentro, como lo fue su espíritu recto, formal, delicado, sencillo, sincero, juicioso, reflexivo y, sobre todo, con un gran sentido del amor universal hacia el hombre como rosa náutica, de adentro a afuera.

En Santiago, nuestro pueblo querido, contamos entre muchos a Juan Orovio Estévez, digno y ejemplar maestro, para honra nuestra y de nuestra nación.

 

Fuentes Consultadas:

  1. Cabrera Alfonso, Teodoro. A Juan Orovio - Poema. En Centenario del Poeta Teodoro Cabrera 1862-1962. Sus Poesías. Introducción de Helio Orovio Díaz. Publicado por el Consejo Municipal de Cultura de Santiago de las Vegas. Imprenta del INRA. 1962.
  2. DE SANTIAGO DE LAS VEGAS - ECOS DE UNA VELADA. Transcripción del artículo de ese nombre publicado en el periódico La Discusión de La Habana y que fue reproducido por la Revista del CIR, Año II, No. 5, Santiago de las Vegas, febrero 5 de 1922
  3. Estrada, A.; Campos, N.; Milián, E. Personalidades de Santiago de las Vegas. Juan Orovio Estévez. En Historia de Santiago de las Vegas. 2003. Inédita. Manuscritos originales en el Museo Histórico de Santiago de las Vegas.
  4. González, Eladio. Juan Orovio, en La Voz del Estudiante, Año I, No. 15, Santiago de las Vegas, 13 de febrero de 1929.
  5. Gravier, Gabriel. Tres Maestros, en Revista del C.I.R., Época IV, Año II, No. 3, Santiago de las Vegas, julio de 1955.
  6. JUAN OROVIO ESTÉVEZ, en Revista del CIR, Año II No. 3, Santiago de las Vegas, enero 1ro, de 1922.
  7. Montano, Oscar.  Datos para la Historia del C.I.R. RECORDANDO, en Revista del C.I.R., Año II, No. 12, Santiago de las Vegas, 15 de mayo de 1922.
  8. ———————   Datos para la Historia del C.I.R. De 1898 a 1921, en Revista del C.I.R, Año II, No. 13, Santiago de las Vegas, 1ro.  de junio de 1922.
  9. Rodríguez de la Cerda, Arturo. Siluetas Santiagueras -Juan Orovio. En Revista del CIR, Año III, No. 7, Santiago de las Vegas, diciembre 15 de 1936 
  10. Sr. Juan Orovio, en revista Cuba Pedagógica. Texto reproducido en la Revista del CIR, Año II, No. 5, Santiago de las Vegas, febrero 5 de 1922