jueves, 31 de diciembre de 2009

Nochebuena, Año Nuevo y Reyes en Santiago

4 ¡TOME LA PALABRA!

por Mario A. García Romero / Miami, Florida

De mis recuerdos en las Nochebuenas cubanas del ayer, recuerdo la cantidad de comida que se preparaba, todas las golosinas, incluyendo los higos (que es una comida árabe), nueces y avellanas, las ensaladas a base de rábanos, lechuga, tomate maduro y más. En muchas casas se presentaba en la mesa puerco asado y guineo criollo en fricasé, al igual que el guanajo (que en Estados Unidos se conoce por “turkey” o pavo) también en fricasé, los tradicionales frijoles negros, arroz blanco, plátanos a puñetazos y maduros, y la yuca hervida con mucho mojo criollo. Además, aparte de la tradicional cerveza de cualquier marca, estaban los tragos duros de ron y el aguinaldo que muchos bodegueros le regalaban a todos sus marchantes de todo el año: vino de fruta bomba y algún otro vino nacional, y los turrones cubanos de maní y los boniatillos de Santiago (fabricados al doblar de mi casa por el ilustre Florentino Díaz, o sea en calle 15 entre 6 y 8, por la misma acera de la Cámara de Comercio).

Para amenizar musicalmente, en casi todas las casas ponían la radio en las principales estaciones de La Habana, donde se oía constantemente la maravillosa "Voz del Danzón" (nuestro baile nacional), "Barbarito” Diez (que el pasado 9 de diciembre hubiera cumplido 100 años) cantando el popurrí de Eliseo Grenet "La Mora", que el montuno o estribillo dice: "¿Cuándo volverá la Nochebuena, cuándo volverá?”, sin contar tantas otras que los mayores que yo recuerden mejor. Por supuesto que los “jingles” o villancicos no faltaban, incluyendo el bello "Noche de Paz", “Arbolito”, y tantos otros que interpretaban las orquestas que estaban en boga en aquel entonces.

Hay una cosa muy cierta: los cubanos éramos muy hospitalarios. Nos gustaba que los vecinos y amigos hicieran un brindis con nuestra familia y picaran algo de lo que ya estaba preparado para sentarse a la mesa ya entrada la noche, lo más cercano posible a las 12 de la noche, cuando ya era Navidad. Muchos cuando terminaban de cenar asistían a la iglesia a la Misa del Gallo, en este caso los católicos; las demás denominaciones hacían lo mismo. En Nochebuena Santiago era una ciudad se puede decir muerta, de recogimiento familiar, pues la festividad más importante ese día estaba en "Las Charangas de Bejucal", que vieron la luz en 1840, y al decir de mi fallecido amigo Helio Orovio Díaz (“Kico”, gran investigador de la música cubana y de nuestro pueblo y sus tradiciones en particular), hubo un pacto de honor entre los dos pueblos, para no opacarle la fiesta el uno al otro.

Sin fecha: El Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de las Vegas en una noche de Parrandas. Amenizaban el baile Belisario López, Antonio Romeu y la Sonora Matancera.

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Ya en los siguientes días empezaban los preparativos para esperar el Nuevo Año, donde se engalanaba la calle 11, pues en las dos sociedades C.I.R. y C.A.S. (Centro de Instrucción y Recreo y Club Atlético Santiago, respectivamente) se celebraba un baile multitudinario, donde se cerraban las entrecalles 4 y 6 y se permitía el libre acceso a las dos sociedades, para que los bailadores disfrutaran de las orquestas que indistintamente amenizaban en tandas diferentes. También la sociedad "La Gloria" (sociedad de los negros santiagueros y la primera que se fundó en nuestro pueblo) celebraba un baile por el fin de año, y en ocasiones las mismas orquestas tocaban en los diferentes salones sociales, pues "La Gloria" se encontraba en la calle 6 entre 9 y 11 , en la acera opuesta a la bodega de Lizardo, casi frente a la carbonería que en aquel entonces existía en aquel lugar. El baile terminaba a las 4 de la madrugada, dándole paso a las carrozas, que eran una de las muestras de "Las Parrandas Santiagueras", acompañadas musicalmente por las congas santiagueras encabezadas por “Piro” Tuero (después la tradición la siguieron Tato el hijo de Piro y Manolito Tuero, hijo del primero, desgraciadamente todos fallecidos), que se paseaban por nuestras calles casi amaneciendo, en medio de fuegos artificiales y voladores (de fabricación santiaguera en el taller de Sixto “el pirotécnico” de la calle 9 esquina a 8), que los hombres iban encendiendo con un cigarrillo que llevaban en la mano previamente.

A los pocos días de despedir el Año Viejo, en las principales arterias comerciales (calles 4, 11, 13, y otros lugares) se ponían las tarimas de ventas de juguetes, anunciando el 6 de enero, día de los Reyes Magos, que según nuestra tradición católica, apostólica y romana era el día en que los Tres Reyes agasajaban al recién nacido Jesucristo. Previamente, en nuestras casas y escuelas, se nos pedía hiciéramos nuestras carticas a los Reyes Magos para hacer las peticiones que deseáramos. Ese día no había escuela, pero al otro día casi siempre comenzaba la escuela nuevamente.

En forma muy apretada he tratado de hacer un viaje al pasado de la celebración de estas fiestas tradicionales en nuestro querido Santiago, sin dudar que haya algún otro santiaguero que pudiera ahondar mucho más en estos lejanos recuerdos de infancia. Sería muy encomiable que alguien escriba más sobre este tópico tan sensible para nuestra comunidad santiaguera, donde quiera ésta se halle. ¡Feliz Año Nuevo a todos!

viernes, 25 de diciembre de 2009

Villancicos de Santiago de las Vegas

5 ¡TOME LA PALABRA!

Cinco bellas historias navideñas hemos disfrutado en las últimas cinco noches gracias a Giraldo Raymond, José Ramón Garrigó, Leonardo Gravier, Roger Balbi y Carlos Valiente, y cada una iluminó una faceta diferente de las alegres celebraciones que caracterizaban a Santiago de las Vegas en esta época del año. Hoy, día de Navidad, le ofrecemos una más: un popurrí de algunos de los villancicos que se cantaban en nuestro Santiago. Empezamos con el clásico "Noche de Paz", compuesto originalmente en alemán por el sacerdote austríaco Joseph Mohr y el músico Franz Xaver Gruber e interpretado aquí por el reconocido cantante y actor santiaguero Chamaco García, quien nos deleita hoy como siempre con su armoniosa voz.

Otro villancico que muchos recordamos de la niñez, y aún cantamos, es "Arbolito de Navidad", cuya sinuosa melodía nos invita a acompañar a los Reyes Magos en su travesía por los desiertos de Judea buscando al Niño Rey. Aquí, la moderna interpretación de la popularísima Gloria Estefan:
En su relato "Navidad familiar en Santiago de las Vegas", José Ramón Garrigó recuerda que en la Misa del Gallo el coro del colegio de las Hermanas Salesianas cantaba "Adeste Fideles" en latín; pocos lo entendían, pero muchos tarareaban la bella melodía. Esta versión la canta el Coro Ars Nova en su concierto de Navidad 2008 en la Iglesia de la Asunción en Murcia, España:
Para concluir, le ofrecemos un villancico catalán que se cantaba en casa de los abuelos catalanes de José Ramón: "Fum, fum, fum", que relata el nacimiento del Niño Jesús "blanquito y rosado" en un establo, mientras en la montaña los pastores bien abrigados comen huevos y butifarra. Aquí, canta el Orfeó Valencià en la Església de El Patriarca de València:
¿Qué otros villancicos cantábamos en Santiago de las Vegas en su añorada época de oro? Si recuerda otros que no hemos mencionado, avísenos y con gusto los incorporaremos al artículo de hoy. A todos los santiagueros y sus familias, ¡Feliz Navidad! P.D.: Rafael Solís nos informa que en nuestro Santiago también se cantaba el lindo villancico "Pastores a Belén", interpretado aquí por Roberto Camuñas. ¡Gracias, Rafael!

jueves, 24 de diciembre de 2009

La casa de Abuela Eduvigis y el Gran Día de Nochebuena

4 ¡TOME LA PALABRA!

Por Carlos Valiente Romero / Tampa, Florida De todos los pensamientos que vienen a nuestra mente en los meses finales de cada año, es diciembre el que guarda los recuerdos más queridos de una época llena de festejos y tradiciones que nunca quizás jamás volverán. Nuestra familia, al igual que muchas otras de nuestro querido Santiago de las Vegas, desde los comienzos del mes esperaba con gran entusiasmo y alegría el devenir de los días hasta llegar a la fecha cumbre del 24 de diciembre, "El Gran Día de Nochebuena". 1948:El comedor de la familia Valiente-Montes de Oca en Nochebuena. El autor, Carlos Valiente Romero, aparece al final sentado al pie de la mesa, alzando su vaso en celebración del primer lugar que se ganó ese día el Club Habana en el campeonato de béisbol de Cuba. La abuela Eduvigis aparece de pie hacia el fondo a la izquierda. Así mismo colgando del techo se observan las largas cadenetas decorativas a que se refiere el artículo. Por último tambien al fondo aparece la vista de uno de los dormitorios con su cama típica de la época.

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Semanas antes de esta cristiana celebración, en nuestro Municipio, oficialmente llamado "Altar de la Patria", comenzaba el mes con la conmemoración del 7 de diciembre, Día de Duelo Nacional, jornada que a pesar de ser de recogimiento era algo que en Santiago siempre se tomaba con un ambiente de romería, refiriéndonos a la tradicional peregrinación de muchos de nuestros jóvenes y pueblo en general hasta el Panteón del Cacahual, tumba del Titán de Bronce, Gral. Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro. Pasada ya esta conmemoración, comenzaban en realidad los preparativos finales que nos llevaban a celebrar la gran fiesta familiar de "El Gran Día del Lechón". Al frente de estos preparativos en nuestra familia estaba la sempiterna figura de nuestra inolvidable abuela, Eduvigis Montes de Oca Díaz (1879-1966), matriarca de la familia Valiente Montes de Oca. Persona de una gran cultura, abuela siempre se distinguió por su carácter afable pero firme. Perfeccionista hasta el más mínimo detalle, planificadamente llevaba notas de todos los preparativos para el día de la gran cena. Circa 1955: La abuela Eduvigis Montes de Oca con su hijo Belarmino Valiente, sentados en el portal de la casa de su yerno el Sr. Rafael (Felillo) Oliva en la calzada de Managua entre 2 y Doble Vía al Cacahual, Santiago de las Vegas.
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Así pues y con la debida anticipación alrededor del 10 de diciembre se comenzaba la decoración con los tradicionales adornos navideños de la gran casona familiar de la calle 2 esquina a 11 (antiguamente su dirección de correos era calle 2 No. 107). De esos días recuerdo nuestros viajes, junto con mi querida tía Zoila, a la imprenta de Ramoncito Balbi, donde se compraban docenas de láminas de papel de diferentes colores, con los que mi abuela y tías cortaban tiras de papel que, unidas con goma de pegar (hecha en casa con harina de pan), se convertían en largas "cadenetas" que se juntaban entre sí a grandes y decorativas coronas de papel. Un bien cuidado árbol de araucaria que abuela mantenía durante todo el año en una gran maceta servía de árbol de navidad. Acompañados casi siempre de música navideña que se dejaba escuchar a través de un viejo radio Grunow (como el que aparece a la izquierda), la decoración de la "mata de Christmas" era otra de las tradicionales ceremonias donde todos los nietos nos disputábamos el ser el principal ayudante de nuestras tías y abuela. La compra del tradicional lechón se hacía alrededor del 18 al 20 de diciembre en un terreno directamente aledaño con la casa de abuela - lado este de la calle 2 esquina a 11 - donde se instalaba un corral provisional por los hermanos Ramón y Antonio García, hijos de Don Sabino García, respetable y laborioso propietario de la cercana "Finca La Unión" en la carretera de Santiago a Managua. Conjuntamente con la compra del habitual lechón, nuestra familia adquiría en el mismo sitio el tradicional guanajo y los escurridizos guineos, aves indispensables en el gran menú de la Nochebuena cubana. El resto de los víveres necesarios para la Gran Cena (arroz, frijoles, aceites, turrones y vinos), se adquirían en la bodega de nuestro primo Artagnán Hernández Valiente, localizada en la calle 15 esquina a 2, donde despues se estableció a finales de la década de los 1950 el famoso "Bar Blue-Sky". Ya en la víspera de "El Gran Día de Nochebuena" el punto principal de ese día era el acto de dar muerte al condenado puerquito... quien después de ejecutado era hábilmente adobado y condimentado por las manos expertas de nuestros tíos políticos Pedro Balmori y Rafael (Felillo) Oliva, quienes posteriormente lo entregaban para ser asado a la conocida panadería de Méndez, radicada en la Cruz Verde y calle 2 detrás del muy popular "Bar Royalty". Por otra parte nuestra tía María Paula tenía asignada la responsable e importante tarea de preparar los deliciosos y tradicionales buñuelos, de lo cual era una probada experta tanto en la elaboración de su masa así como en su posterior fritura. Finalmente y lista para ser saboreada esa muy cubana golosina se tenía a mano el muy criollo melado de caña, que siempre complementaba el disfrute de su exquisitez. Llegado ya el muy esperado 24 de diciembre y habiendo cenado opíparamente toda la familia, abuela Eduvigis, con su habitual intelecto, tenía la costumbre de dedicarnos un versito de su inspiración a cada miembro de la familia. Muchas veces estos versos, como era de esperar, reflejaban en sí el carácter de la persona de una manera bien chistosa que fácilmente movía sin malicia a la risa de todos los presentes. Ya tarde en la noche, recogida la gran mesa, la familia se dividía en grupos mientras que algunos se quedaban charlando en el comedor y los más jóvenes pasaban a la gran sala a conversar y bailar escuchando los tradicionales "Bailables de Nochebuena" con los que las más populares estaciones de radio de entonces, como la CMQ, RHC-Cadena Azul, Radio Progreso, entre otras, se disputaban la atención de la audiencia en aquellos años que precedían a los 1950, cuando aún no existían en Cuba los grandes cambios que en las relaciones humanas traería el nuevo mundo de la televisión. Y asi llegábamos al cierre ya en la medianoche de "El Gran Día de la Nochebuena", el 24 de diciembre, víspera del dia de Navidad, donde todo el énfasis de nuestras más puras historias y tradiciones de entonces era centrado en el disfrute de una sana y vigorizante vida basada en la felicidad, unión y amor de nuestra ya fuera grande... o pequeña familia. Hasta aquí mis recuerdos de aquella época de oro que para muchos de nosotros, quizás, nunca más volverá.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Nochebuena y Navidad

1 ¡TOME LA PALABRA!

por Roger Balbi Barceló / Miami, Florida En estos días, a nuestra mente vienen recuerdos del ayer, cuando en nuestro pueblo se preparaban tanto los religiosos como los ateos para la celebración de las tradicionales fiestas navideñas. Digo los "ateos" porque éstos, aunque no asistían a las iglesias, pues no creían en estas tradiciones, se sumaban a ellas en una forma de diversión.

La iglesia metodista de Santiago de las Vegas.
En lo que me toca a mí, por ser mi familia miembros de la Iglesia Metodista, debo relatar cómo se llevaban a cabo los preparativos para lo que sería la "Velada de la Navidad". Desde principios del mes de diciembre comenzaban los planes para este acontecimiento. La dirección del programa estaba a cargo de la profesora Dra. Nieves Amores de Fina (a la derecha, con el Rvdo. Shafer). Contaba con la asistencia de jóvenes pertenecientes a la sección "Jóvenes Metodistas", de los cuales recuerdo a los cuatro hermanos Millares: Virgilio, Secundino, Tomasito y Eulalia; Reynaldo Viñas, Reynaldo González, Valladares, Miguel Ángel de la Fuente, Luís Crespo, Evelio Delgado, Roberto Balbi, Jorge Marrero, Moraima Carrera, Felisa Doctú y otros tantos. Durante estos años debo recordar a los distintos pastores que sirvieron a nuestra iglesia: Rvdo. Carrión, Rvdo. Edmundo Morgado, Rvdo. Ernesto Vasseur, Rvdo. Manuel Salabarría, Rvdo. Carrazana, Rvdo. Shafer (arriba, a la derecha), y sus respectivas esposas. También el señor Justo González, que fungía como diácono. Como pianistas, Manolo Ruíz, medio hermano del Rvdo. Morgado, y Felisa Doctú.
1951: Velada de Navidad. Imagen cortesía de Isabelita Brito de González.
El día escogido para este acontecimiento era el día sábado antes de Nochebuena. Esa tarde siendo las siete de la noche, se abrían las puertas de la iglesia para dejar entrar, tanto a sus miembros como a los vecinos y demás personas, que por curiosidad, acudían a presenciar este acontecimiento, que año tras año se realizaba. Los jóvenes, después de días de ensayos y preparativos, siguiendo el programa, realizaban una actuación como la hecha por un actor profesional, con trajes típicos de la época, el pesebre, personalización de José y María, los pastores y los Reyes Magos. Era una noche donde todos disfrutábamos de esa "cristiana fecha". Al terminar, todos alegres, los actores, sus directores, los familiares-miembros y los invitados, se felicitaban unos a otros; para la iglesia metodista de Santiago de las Vegas éste era un gran acontecimiento anual. Después de 1959 estas celebraciones dejaron de hacerse como todos saben, pero las enseñanzas cristianas que recibimos, las llevamos en nuestro corazón y en nuestra mente. Dios bendiga a cuantos nos alegraron con estas tradiciones navideñas. Esta es una más de mis contribuciones para engrandecer el "Álbum de los Recuerdos" de SantiagodelasVegas.org, creado por la familia Balido. Muchas gracias por su lectura, la cual espero sea de gratos recuerdos. Dios los bendiga.
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Nota del editor: Hoy nos complace informarle que Roger Balbi Barceló se une al equipo editorial de Santiago de las Vegas en Línea. ¡Bienvenido, Roger!

martes, 22 de diciembre de 2009

Una Nochebuena Guajira

0 ¡TOME LA PALABRA!

por Leonardo Gravier / Coral Gables, Florida

[Nota del autor: Este cuento escrito por mí para las Navidades del 2008 fue animado por mi gran amigo de Santiago de Cuba, Ramón Barzana. Éste me sugirió que situara la trama en la zona de Oriente (la que nunca conocí). Me pidió que dejara por escrito lo que mejor yo recordara de una Nochebuena criolla, para la posteridad de los cubanos que nunca la conocieron. Mi amigo Ramón Barzana, de quien utilizando los mejores elogios de la lengua española sería muy parco en la descripción, falleció unos meses después.]

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Vivían en una de las zonas más ricas y fértiles de Cuba dos personajes muy interesantes, muy similares a pesar de la diferencia de edad, y protagonistas de este cuento.

Era una época en que los fertilizantes para la agricultura eran orgánicos; engrandecían la naturaleza en vez de contaminarla. De ahí que el gran río Cauto, donde vivían y trabajaban los protagonistas, corriera límpido y caudaloso hasta terminar su recorrido en el Golfo de Guacanayabo. Ambos habían poseído fincas en las inmediaciones de Mayarí, muy próximas a minas ricas en minerales de la región oriental de Cuba, aunque también ideal para la ganadería y siembras de todo tipo.

Por los años treinta, el Banco de los Colonos abrió una sucursal en Mafo, poblado pequeño pero prometedor para sus planes, entre Contramaestre y Bayamo. El propósito era ayudar a los campesinos durante el año con préstamos que después pagarían con el producto de las cosechas, sustituyendo así a los almacenes privados que hacían esta misma contratación de refacción pero en menor escala.

Una noche el banco invitó a todos los campesinos involucrados para que se conocieran entre ellos; eso creaba una mejor relación entre ellos y el banco. Así se inicio la amistad y relación de negocios entre nuestros protagonistas.

Agripina y Manuel, que así se llamaban, eran terratenientes con gran vocación por el trabajo y por la repartición de la riqueza, anticipándose a lo que más adelante se introdujo por ley en la industria azucarera. Ambos alegres y compasivos, eran conocedores de lo que se podía esperar de la tierra y los que la trabajaban.

Agripina y su esposo, y los padres de Manuel, se habían enriquecido con la ayuda y consejos financieros del banco y además habían vendido a precios astronómicos unas tierras situadas en ambas márgenes del rio Cauto.

Después, como tenían el incentivo de la inversión bien remunerada y el rendimiento de la riqueza de la zona, buscaron otros terrenos para reinvertir las utilidades. Encontraron unas magníficas y extensas tierras, propiedad de un campesino que acababa de fallecer y cuyos herederos no querían explotar, sino más bien disfrutar de la herencia una vez liquidada. Como el terreno era extremadamente grande, dividieron la compra entre tres compradores.

Pasaron los años.

Agripina había enviudado y tenía cerca de sesenta años o un poco más. Curtida por el sol, fumadora de tabacos, era muy adicta a las peleas de gallos. Andaba siempre lista para montar a caballo, con botas y machete al cinto. Ayudaba a sus empleados guajiros y a sus familiares, ya económicamente cuando se presentaba la ocasión o como curandera o médica primitiva, ya que tenía amplios conocimientos de las propiedades curativas de la botánica local. Era muy querida y respetada por todos, aunque demandara de sus empleados el máximo esfuerzo.

Nunca permitió que le llamaran doña o señora Agripina. Sólo quería que le llamaran Agripina. En pique con Agripina siempre estaba Manuel. Era éste un joven y apuesto campesino, hijo de gallegos (ya fallecidos), soltero pero amante de la diversión cuando era posible, bebedor del buen brandy y también muy aficionado a la cría y pelea de gallos. Al igual que Agripina, trataba a sus empleados con las mismas reglas compasivas, sólo que cuando lo necesitaban, los enviaba a la finca de su rival y vecina para que les recomendara o aplicara los remedios caseros para dolencias o enfermedades benignas. Agripina se sentía orgullosa de ello.

La rivalidad entre Agripina y Manuel era muy sana y divertida. Competían en todo lo relacionado al negocio: qué productos eran de mejor calidad o más abundantes, qué caballos más veloces o de más alzada, quién más apreciado como colono del central azucarero al que ambos vendían la caña, y quién de los dos podía vanagloriarse de haber servido con favores más a menudo al otro. Sobre todo, Agripina todos los años se encargaba de la finca de Manuel por una semana del mes de julio, cuando éste como buen oriental y descendiente de gallegos iba para Santiago de Cuba para los festejos del Patrón Santiago el 25 de julio.

Unos de los incidentes más simpáticos y curiosos era cuando en las vallas de peleas de gallos, se enfrentaban los de Agripina con los de Manuel. En esos lances casi siempre llevaba Manuel la ventaja puesto que tenía mejores contactos que Agripina para conseguir mejores animales. No obstante, Agripina era tan emotiva que juraba que estaba dispuesta a apostar su vida a la pata de cualesquiera de sus gallos.

Así vivían y competían Agripina y Manuel; siempre voluntariosos pero amistosos, siempre rivales pero listos para ayudarse el uno al otro; siempre dedicados a los negocios pero listos para participar y alentar a los vecinos y empleados a celebrar los guateques típicos del campesino criollo cuando la ocasión lo mereciera.

El mayor de los festejos y el que más esfuerzo merecía, por la importancia de la fecha, era la Navidad (que celebraban desde Nochebuena hasta el Día de Reyes). En estos festejos no había cuartel, no escatimaban gastos, no se informaban recíprocamente lo que tenían preparado para que su aporte a la celebración fuera más lucido que el del rival. Era una competencia olímpica todos los años por esta época.

Aunque Agripina y Manuel competían en todo lo relacionado a aquellos festejos, había dos cosas en que aunaban esfuerzos para hacer más lucida la celebración: una era las competencias de carrera de caballos y la carrera de cintas. La otra lo era el utilizar ambos la ayuda del negro Honorio en cocinar el lechón. La sazón y la preparación era un secreto de cada uno que no compartía con el otro. Sí se sabía que el puerco, criado con palmiche y guayaba, no muy gordo, se preparaba con mucha sal, naranja agria, ajo, comino, orégano y tal vez alguno que otro ingrediente que hacía la diferencia.

Todo era originario de aquella fértil zona del valle del Cauto engrandecida por la labor del campesino cubano, consciente de que a mayor esfuerzo, mayor sería la recompensa de su trabajo.

El negro Honorio trabajaba en otra finca colindante con las de Agripina y Manuel. Le decían “el negro Honorio” para distinguirlo de “Honorio el blanco”, capataz o encargado de la finca de un Magistrado de la Audiencia de Santiago de Cuba, y a quien le correspondía juzgar cuál de los banquetes era el más sabroso, si el de Agripina o el de Manuel.

La finca del Magistrado Don Carlos Galán era de recreo y más pequeña que las de Agripina y Manuel por varias caballerías de terreno. Entre las tres formaban un triángulo, separadas por cercas de piedras muy bien colocadas (sin necesidad de arena y cemento) y de dos pies de espesor por cuatro pies de altura.

Don Carlos vivía en Santiago pero pasaba temporadas breves en su finca, distante de la capital de Oriente casi “al cantío de un gallo”. Tenía fama de justo, conocedor de las leyes y sobre todo de tener un gran sentido del humor. Venía de Santiago de las Vegas, provincia de la Habana, donde había sido Juez Correccional.

Contaba el negro Honorio que una vez trajeron al juzgado a un manco acusado de robar una caja de latas de leche condensada. El reo era manco de ambos brazos, los ñocos le empezaban en los hombros y terminaban en los codos, es decir, le faltaban los antebrazos y las manos. El manco se defendió como pudo, negando los cargos puesto que según decía con lo que le quedaba de brazos el no podía cargar la pesada caja. El juez Don Carlos comprendió el argumento, reprendió a los acusadores y le dio una satisfacción al manco por la injusticia que estuvo a punto de cometer. Para resarcir al manco del mal rato y la vergüenza, le dijo el juez que podía quedarse con la caja de latas de leche. El manco, muy contento le dio las gracias al justo juez, fue para la mesa donde estaba la caja, y agarrándola con los dos ñocos salió para la calle cargando la caja. El juez lo detuvo y ante la risa del público presente, lo condenó a quince días de prisión en el prescinto del pueblo.

El oriente de Cuba era famoso por el lechón relleno, aunque en otras partes de la isla se cocinara al espicho con palos de yaya. En la finca de Don Carlos abundaban los árboles de guayaba. El negro Honorio cortaba varias ramas del guayabo y hacía un enrejado con dichas varas. El enrejado quedaba en forma de cuadrado; de cada esquina se ataba una soga, y estas cuatro sogas se amarraban a la rama de un árbol para que el enrejado quedara suspendido y así poder columpiarlo. Debajo del enrejado se abría un hoyo, no muy profundo, donde se encendía la hoguera para cocinar el puerco. El enrejado quedaba como a dos pies por encima de la tierra.

La candela se hacía con carbón y palos de guayabo (para mejor sabor). Para evitar que se quemara, el enrejado se columpiaba constantemente encima del fuego o se bajaba o alzaba según se necesitara.

El lechón se cubría con hojas de plátano para que absorbiera más el calor. Este método de cocinar el lechón no era muy popular por lo poco práctico y por el tiempo que tomaba; prácticamente un día entero. Pero ese día no se desperdiciaba en el aburrimiento de la espera. Mientras el negro Honorio iba de una finca a la otra vigilando el proceso de cada lechón, entre ambas fincas se celebraban las competencias y demás festejos de aquellos alegres guajiros, más alegres mientras más ron y aguardiente bebían.

Los participantes en los festejos venían de las tres fincas y hasta de las fincas cercanas; algunas tan distantes que tenían que pernoctar en los bohíos donde vivían los guajiros que trabajaban en una u otra finca. El entusiasmo por las competencias y el banquete era grande.

Las competencias empezaban temprano con las carreras de caballos. Los jinetes montaban “en pelo” para aligerar la carga del caballo; recorrían una distancia de una cuadra larga o ciento cincuenta metros. El terreno era propicio puesto que era plano, sin hierba u otro obstáculo. Usualmente se corrían de dos en dos; los perdedores se iban eliminando hasta la carrera final de los últimos dos en la que uno solo sería el ganador.

Las carreras de cintas se hacían en el mismo lugar. Al final de la explanada por donde se corría se amarraba una soga por los extremos que la atravesaba de un lado al otro. De la soga se colgaba un anillo como de dos pulgadas de diámetro y no tan bien sujeto que no pudiera ser arrancado sin soltar la soga. La soga estaba a un pie de la cabeza del jinete, de suerte que este tenía que alzar el brazo para alcanzarla. El jinete se lanzaba al galope desde el otro extremo de la explanada y trataba de ensartar el anillo con una púa amarrada a una cinta con su color correspondiente. En las carreras de cintas, los jinetes no montaban “en pelo”, usaban una montura que los cubanos llamaban “manclera”, más ligeras que las monturas criollas y sin el pico al frente. Es posible que la manclera se introdujera en Cuba en tiempos de la Intervención americana y que fuera similar a la inventada por un jefe de caballería llamado George McClellan.

La última competencia se hacía después del banquete; se brindaba por la Nochebuena y la Navidad, el juez hacía el brindis y daba su veredicto final. Ya ganara Agripina o ganara Manuel, el juez siempre aclaraba que al final ganaban todos los comensales por lo que se habían divertido, por la camaradería y por disfrutar de tan sabrosa cena. El día estaba por terminar a no ser por la última competencia: la controversia de los improvisadores. Los acompañaban los músicos con guitarra, laúd, bandurria, tiple y clave. ¡Qué ingenio el de aquellos improvisadores! Poetas de ocasión, habían aprendido el arte desde pequeños, oyendo a otros improvisadores y aprendiendo la virtud de decir y recibir sanos insultos con gracia y alegría.

No escuché a Don Carlos anunciar al ganador del banquete. Todavía a la hora del veredicto, comía mis buñuelos de yuca, boniato y malanga amarilla con melado; éstos me gustaron más que los de catibía (de yuca solamente). Había disfrutado de todo un poco: congrí, moros, guinea asada, yuca con mojo exquisito, plátanos fritos (verdes y maduros), ensalada de lechuga con rabanitos y por fin probé de los dos lechones la masa blanca y el sabroso “cuerito”. Solo bebí ron bautizado (ron ligado con agua). Terminé con un humeante y delicioso café caracolillo, típico de las lomas orientales (aunque no el de mejor calidad según los expertos). Me disponía a encender mi tabaco, que había traído Don Carlos de Vuelta Abajo, cuando se hizo un silencio absoluto.

Don Carlos pedía silencio pues iba a leer unas palabras. Él, que era un gran orador, no se atrevía a improvisar, leería su mensaje. Tal vez quería evitar que la emoción del que improvisa algo muy sentimental, le rajara la voz como raja el rayo a la palma real desde el copito hasta la misma raíz.

Anunció que se retiraba, que esta sería su última Nochebuena en la Galana (que así se llamaba su fínca), que se marchaba definitivamente de regreso a Santiago de las Vegas, puesto que su hijo médico se había alistado en el ejército de Estados Unidos que hacía pocos días había declarado la guerra al Eje, después de Pearl Harbor. No obstante, dijo que la finca sería vendida pero que quedaba en buenas manos; cambiaría de nombre, sería llamada en lo adelante “Los Honorios”. Seria vendida a Honorio el blanco y al negro Honorio. La venta seria a plazos, a pagar como pudieran de acuerdo con el rendimiento anual y sin interés. Él, en broma, dijo que tal vez volviera a “Los Honorios” en una futura Nochebuena si era invitado, mas aclaró que el costo del pasaje de él y su esposa correría por su propia cuenta.

Para terminar, aquel jurista de inmensa cultura histórica, alabó la competencia amistosa entre Agripina y Manuel, sus generosidades, la alegría de vivir, y el ser ambos tan civilizados. Cerró citando un dialogo entre Alejandro Magno y el Rey Ambi de la India:

Dijo Ambi: -Si yo tengo más oro y plata y otras riquezas y fuera más rico que tu, estoy dispuesto a ofrecerte una parte. Si yo tengo menos que tú, no tengo objeción en compartir contigo tú riqueza.-

Alejandro contestó: -Si tú crees que con esas palabras tan civilizadas vas a escapar sin guerra, te engañas. Pelearé contigo hasta el final; pero ha de ser en favores y halagos, puesto que no me derrotarás en generosidades.-

Nunca olvidaré aquellas palabras de Don Carlos ni la anécdota de Alejandro Magno. Pensé erróneamente que aquellos guajiros no habían comprendido la analogía entre la anécdota y la rivalidad de Agripina y Manuel. Pero todos los allí reunidos se desbordaron en aplausos, sollozos y se abrazaron los unos a los otros con el aspaviento de un eterno jolgorio.

¡Qué bella forma de saludar la llegada de una Navidad!

Nota de duelo: Enrique Rueda Gallol

4 ¡TOME LA PALABRA!

Con sincero pesar informamos a todos los integrantes de nuestra comunidad del fallecimiento, después de una larga y penosa enfermedad, del Rvdo. Padre Enrique (Quique) Rueda Gallol, miembro de una muy antigua y prestigiosa familia santiaguera residente por muchos años de la calle 4 entre 11 y 13, frente al Centro Obrero. Ministro ordenado de la Iglesia Católica Romana, por dispensa desde hacía años se encontraba inactivo de su labor sacerdotal. Al fallecer era retirado de la empresa Kodak. "Quique" Rueda, como afectuosamente le llamábamos aquéllos que fuimos sus amigos, era hijo del Ing. Luís Rueda Pérez, por muchos años catedrático de la bicentenaria Universidad de La Habana y de su esposa, la bondadosa y altruista dama Ada Gallol Torres, y por su medio nieto por línea materna del ilustre y eminente médico santiaguero Dr. Bernardo Gallol y Campos, que en las primeras décadas del pasado siglo XX fuera gran benefactor de las más necesitadas familias de nuestro pueblo. Asimismo recordamos en estos momentos de dolor a sus hermanos Luisito (el mayor), Merceditas (fallecida en Puerto Rico, circa 1965), y Guillermito (Guille), el menor. Descanse en paz nuestro querido amigo Quique, y al mismo tiempo reciban todos sus familiares y amigos nuestras más sinceras condolencias.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Navidad familiar en Santiago de las Vegas

1 ¡TOME LA PALABRA!

por José Ramón Garrigó / Coral Gables, Florida

La época de Navidad, o Natividad del Señor, es muy especial para los cristianos. En esos días se celebra el nacimiento de Jesús, el Niño Dios, hace dos milenios en Belén de Judea. Para nosotros la celebración navideña era algo especial y reunía por dos días a todos los miembros de la familia Garrigó, presidida por mis abuelos José y Anita. Los festejos comenzaban el día de Nochebuena pero ello implicaba varios días de preparación de los manjares que se iban a servir esa noche. Distintos miembros de la familia se encargaban de asar el tradicional lechón al igual que de preparar el fricasé de guineos, arroz, frijoles negros, yuca con su consabido mojo, ensaladas y postres, entre los cuales resaltaban los buñuelos y los turrones.

Todo había comenzado un par de semanas antes cuando mi madre, Esther Pita, montaba un monumental Nacimiento, o Pesebre, en la sala de nuestra casa. Mamá se pasaba tres o cuatro días haciendo el Nacimiento con papel almidonado, pintado y moldeado en forma de valles y montañas donde colocaba las figuritas del Niño Jesús, María, y José rodeados de pastores y animalitos. Todas las tardes mi madre avanzaba los tres Reyes Magos unos pasos por el camino que ella había simulado desde los bordes del Nacimiento, hasta que el Día de Reyes los colocaba postrados en adoración del Niño Dios.

Al costado del Nacimiento estaba el arbolito de Navidad, un arbolito artificial si mal no recuerdo, decorado con bellas lucecitas y adornos, de los que en esa temporada se conseguían en algunas tiendas en Santiago. Todos esos días las ventanas de la sala quedaban abiertas y muchas personas se detenían para admirar el Nacimiento, algunas de las cuales pedían permiso para entrar y verlo de cerca. Mi madre sentía un merecido orgullo por lo que hacía.

Algunos años la cena de Nochebuena se celebraba en la vieja casona de mi Tío Paco, conocida como la Quinta Gallol, al frente de la Escuela Primaria Superior. La casa tenía patio y jardín al fondo, donde la muchachada se divertía mientras los mayores terminaban de poner la mesa y servir el vino, usualmente un tinto español. Otras veces la familia se reunía en la Finca Santa Lucía, en la carretera a San Antonio de los Baños. Era otro lugar favorito de los muchachos, donde alternábamos travesuras y correrías con cantos de villancicos. Al terminar la cena todos íbamos a la iglesia (a la izquierda, en 1951) para la Misa del Gallo ofrecida por el inolvidable Padre Vicente Jovaní, párroco de Santiago (más abajo a la derecha, supervisando la instalación del Cristo en el gablete de la iglesia). Un alegre repicar de campanas le anunciaba al pueblo la celebración religiosa. La iglesia estaba decorada de acuerdo con la estación, con cintas, guirnaldas y coloridas flores además del Nacimiento que un grupo de Caballeros Católicos hacía frente al presbiterio. El coro del colegio de las Hermanas Salesianas entonaba lindos villancicos. Entre ellos recuerdo el popular Adeste Fideles, que se cantaba en latín; pocos lo entendían, pero muchos tarareaban la bella melodía.

El día de Navidad mi familia se reunía de nuevo para lo que llamábamos “La Montería”. Era un almuerzo en el cual se comía todo lo que había sobrado de la Nochebuena. Y las consabidas diferencias de opiniones de cuál de los dos días los frijoles sabían mejor. Los villancicos amenizaban el evento. A los muchachos “más mayorcitos”, igual que la noche anterior, se les permitía beber una copa de vino con la comida. Al final todos brindábamos con sidra asturiana. Al final de ambos eventos venía la repartición de besos y abrazos con el tradicional “Feliz Navidad”.

Recuerdo también que unos días antes de Navidad mis padres nos pedían una pequeña donación (con los ahorritos de nuestra escasa alcancía) para dársela a la iglesia para los niños pobres cuyas familias no podían tener una cena como la nuestra. El Padre Jovaní, si no me equivoco, repartía esas donaciones entre las familias de la capilla de Rancho Grande.

Los regalos los recibíamos el día 6 de enero, fiesta de la Epifanía, cuando se conmemora la entrega de las ofrendas (oro, incienso y mirra) de los Reyes Magos al Niño Jesús. Me recuerdo las mesas con juguetes y otros regalos y adornos navideños que los comerciantes ponían en la acera de la calle 13, al igual que en los portales de la Ferretería Garrigó, tratando de convencer a los que pasaban para que compraran. Bellos recuerdos de un pasado en que todos en nuestro pueblo convivíamos en paz con alegría y amistad. Cuando, a pesar de nuestras normales diferencias de opiniones, todo terminaba sin rencores, con un abrazo y un apretón de manos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Luces y colores

1 ¡TOME LA PALABRA!

Por Giraldo Raymond de Con / Gijón, Asturias, España Un recuerdo tenue de luces y colores llega a nosotros mezclado con la voz susurrante de la abuela, contándonos al oído cómo eran sus Navidades en el viejo Santiago. Haciendo uso del más clásico estilo de cuentos infantiles, donde los príncipes, hadas y enanitos hacían de las suyas, comenzaba el cuento de nuestras Navidades: “Había una vez un lugar muy lejano, donde las familias se unían a la mesa y disfrutaban con alegría de los manjares del Señor, mientras el gallo esperaba a la puerta de la iglesia por la misa, por el cura y por los feligreses de Dios…” Allí sobre aquella larga mesa descansaba nuestro pavo, que nunca fue ave y sí lechón asado. Las guirnaldas con sus diminutas luces hacían acto de presencia y escuchaban con atención el estampido de las sidras y el roer de los turrones. La Navidad es tiempo de amar, soñar, perdonar y recordar. En esa mezcla agridulce que es condición humana innata, nos embriaga la nostalgia y la alegría sólo es palpable en la comisura de los labios, cuando pedimos que el tiempo por venir sea mejor para todos. No puedo continuar escribiendo, éstos no son días para ello. Allá en el viejo Santiago, en el pueblo de todos, las luces y colores seguirán estando tenues. Con estas Navidades se cierra un año muy difícil para muchas familias santiagueras. En el respeto al recuerdo de todos los que no están con nosotros, me permito evocar a la persona de nuestro amigo Ismael Balido, fundador de este sitio, quien disfrutaba de estos momentos con el amor y devoción que él solo sabía trasmitir. Para ti, Ismael, y para todos, aquí estaremos siempre para que Santiago, vuestro Santiago, viva en nosotros. Gracias y una Feliz Navidad para todos.

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Nota del Editor: Esta noche, fría en Miami como en Santiago de las Vegas, le ofrecemos la primera de cinco colaboraciones navideñas escritas por nuestra junta editorial. Esperamos que sean de su agrado, y que se motive usted también a escribir sus propios recuerdos de Navidades santiagueras de antaño, así como de las Parrandas Santiagueras y las celebraciones de Año Nuevo y del Día de los Reyes Magos.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Nota de duelo: Dolores Coronal

2 ¡TOME LA PALABRA!

El miércoles 16 de diciembre de 2009 entregó su alma en Santiago de las Vegas Dolores Coronal a la edad de 90 años. Esta buena y humilde santiaguera, que jamás aprendió a leer o escribir pero sí a rezarle a Dios, nació el 11 de abril de 1919 y vivió gran parte de su vida en un apartamento junto al "chalet" de la calle 2 y 11 de la familia Marrero, quien en su juventud acogió a la desventurada joven, dándole techo, comida y trabajo. En sus últimos años, estando ya muy enferma, Dolores fue atendida con esmero y abnegación por Concepción Díaz Marrero (Conchita). Confiando en que Dios tenga un rincón especial de la Gloria para esta sencilla e inocente santiaguera, expresamos a Conchita y a su familia nuestras más sinceras condolencias.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Viejos recuerdos de Santiago de las Vegas, No. 2

4 ¡TOME LA PALABRA!

por Gerardo Buría Prieto El Club Atlético Santiago (abajo, en una noche de baile) es fundado en el año 1932 por una mayoría de jóvenes centristas (del Centro de Instrucción y Recreo), debido a una crisis surgida en la institución. Así es que en realidad el Club es un hijo del Centro de Instrucción y Recreo. Ud. es viejo de verdad si recuerda que los acérrimos centristas no visitaban el Club ni iban al Teatro Minerva y reciprocando los clubsistas no iban al Centro ni al Teatro Popular. En 1949 siendo Presidente del Club y del Centro Leonides Cremata, se inician las gestiones de paz, las cuales culminan con la firma de un tratado al año siguiente siendo Presidentes Mario Simón del Club y Justo Rodríguez del Centro. De esa unión fraternal nace un ciclo de reuniones educacionales y fiestas bailables que fueron grandiosas. ¿Recuerda usted esas fiestas y disfrutó de ellas? Ud. es viejo, pero viejo de verdad si empinó papalotes o jugó pelota en La Cuchilla, al fondo de La Conserva, o se deslizó en yaguas por la colina al costado de la línea ferroviaria. Desde allí en esos viejos tiempos, en el 1937, pudimos observar el comienzo de la construcción de las modestas casitas de lo que pudiéramos llamar los primeros repartos santiagueros, Rancho Grande, desde el Tejar hasta el puente de la calle 1 y Jalisco desde ahí hasta cerca del paradero de Diasera. Estos barrios fueron bautizados así debido a la popularidad lograda en aquellos tiempos por las películas mexicanas de esos nombres. Después siguió la expansión territorial de Santiago de las Vegas con los repartos Lídice, La Especial, Villanueva, Nuevo Santiago, Tessie, Guadalupe, La Catalina o 3 Minutos, La Aurora y Nueva Aurora. ¿Recuerda Ud. al Cabito Alejandro cuando nos perseguía en La Cuchilla por empinar papalotes con cuchillas en el rabo? El Centro de Instrucción y Recreo comenzó en el 1950 el Día de los Enamorados, unas reuniones bailables en su terraza tituladas “Buscando mi corazón”, que eran completamente gratis. Desde el principio fueron un éxito y recuerdo que Belisario López y La Sonora Matancera iban a amenizarlas gratuitamente. Años después el 14 de febrero cayó sábado y entonces se organizó un baile normal en todos los salones, “Una noche con Cupido”, que se convirtió en tradicional por el éxito logrado. Ud. es viejo si recuerda que se acostumbraba colocar sobres en distintos lugares del salón con el nombre de los muchos regalos que obsequiaban y que eran cortesía de distintas industrias cubanas. ¿Recuerda Ud. si consiguió alguno de esos premios o quizás encontró su amor en uno de esos bailes? Igual que las Sociedades, los Teatros Popular y Minerva, más conocidos por el Centro y el Casino, mantenían una competencia que resultaba ruinosa para ambos, pues Santiago en esos tiempos no tenía suficientes habitantes para que dos teatros tuvieran funciones diarias. Eso dio lugar a que naciera el Circuito Teatral Santiago, trabajando unidos los dos teatros y regulando las funciones, alternándolas de lunes a viernes y funcionando los dos sábados y domingos. Al cesar el Circuito se siguió respetando por siempre esa forma de trabajar ambos teatros y que tanto éxito significó. En los dos Teatros los socios pagaban media entrada y gozaban de una función gratis mensual. Las matinées o tandas de los domingos eran las más populares. Por 5 centavos Ud. comenzaba a ver cine a la 1 de la tarde y terminaba a las 7 de la noche. En ese maratón de películas casi siempre nos brindaban 2 películas de acción, cowboys o pistoleros, 2 ó 3 cartones animados o “muñequitos”, comedias del Gordo y el Flaco, la Pandilla, los Hnos. Marx, noticieros, episodios semanales donde siempre el héroe terminaba en peligro hasta el próximo domingo, y las 2 películas principales. Recuerdo al vendedor de confituras pregonando “Africanitas, bombones, caramelos, pete y chiclets”, y si tenía dinero podía ir al café de Celestino a comerse un sabroso pastel de guayaba y un refresco. ¿Le era difícil conseguir los 5 centavos de entrada y más aún algunos kilos adicionales para comer algo? ¿Se acuerda Ud. cuando llovía mucho en Santiago las aguas corrían desde arriba del pueblo por las calles 6 y 10 y en mayor cantidad por la 8 para internarse en el callejón de la Estación hasta una pequeña laguna que se formaba cerca del apeadero de Diasera. Para los muchachos era una fiesta el bañarse en esas “purificadas” aguas que corrían hacia abajo después de limpiar el pueblo. Yo recuerdo que en plena calle 8 jugué al tinguiriche con Panchón Herrera. La pelota que se usaba era hecha de papel y se forraba con cajetillas de cartón de las cajas de cigarros. Eras “out” si antes de llegar a la base te tocaban con la pelota, que era tirada por uno de los adversarios después de recuperarla al ser bateada con la mano. También recuerdo cuando el Club Atlético Santiago derrotó al Matanzas 6x2 con Antonio Estrella (arriba, al centro) en la lomita frente a Sandalio Consuegra, siendo Genaro López el mejor bateador, así como Pedro Campos, Ciro Nueva y el propio Estrella. Ese mismo año 1943 Estrella derrotó a Julio Moreno y el Círculo de Artesanos 3x2, destacándose Ciro Nueva en el uso de la majagua. Las croquetas de la Dominica (arriba, en la década del 1920) dieron con razón fama nacional a Santiago de las Vegas, eran sabrosas como ningunas. Sin embargo Ud. es viejo de verdad si recuerda con cariño las sabrosas y alimenticias fritas del Gallego de 4 y 11. Al salir del cine o de un baile era casi una obligación el comerse 1 ó 2 fritas del Gallego, después Caficola de Neno, un helado de Valiente o un batido de Enrique Bu, según fuera nuestra economía, y a dormir tranquilos. Pero Ud. es viejo, pero viejo de verdad si recuerda cuando al Aeropuerto Internacional José Martí le llamaban La Curtiss y muchos de Uds. iban a sus alrededores para pasar el rato entretenidos mirando la entrada y salida de los aviones usados en aquellos tiempos. El anuncio de hoy: El Telar, la tienda de los santiagueros elegantes. “Cuando tenga que regalar, no deje de ir por El Telar. Calle 13 y 6”. ¿Recuerda estas cosas? Entonces no se abochorne por la edad, Ud. es un santiaguero viejo de verdad, como yo.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Notas de duelo: Esther Agustina Carral Salcido, Tertulina Rodríguez y Dr. Esteban González Blanco

4 ¡TOME LA PALABRA!

Con gran pesar informamos del fallecimiento de tres muy estimados miembros de nuestra familia santiaguera: Según nos comunica el Sr. Roberto Fina (hijo) desde McAllen, Texas, el sábado 10 de octubre del presente año falleció en esa ciudad su madre la Sra. Esther Agustina Carral Salcido, que ejerció en nuestro pueblo como maestra normalista y que fuera esposa del Sr. Roberto Fina Díaz, figura muy reconocida en nuestra ciudad y que por mucho tiempo representara al Club Atlético Santiago en la administración del Teatro Minerva del Casino Español. El matrimonio Fina-Carral junto con su hijo residían en la calle 7 entre 2 y 4 casi esquina 2. Por nefasta casualidad ese mismo día, sábado 10 de octubre, fallecía en Miami la Sra. Tertulina Rodríguez Vda.de Fina, tía de Roberto. Maestra de música que por mucho tiempo ejerció su profesión en el Hospital de Dementes de Mazorra, la Sra. Rodríguez era la esposa del Sr. José Antonio Fina, reconocido y servicial enfermero ortopédico de aquel Santiago de ayer. Ambos residían en la calle 13 entre 10 y 12, frente al establecimiento conocido como la Panadería Ceres. En otra nota de dolor lamentamos informar del fallecimiento en la ciudad de Hialeah, Florida, el lunes 23 de noviembre, a la edad de 85 años, del Dr. Esteban González Blanco, propietario que fuera de la "Óptica Santiago", reconocido y popular establecimiento que en la década de los 1950 estuviera localizado al lado de la tienda y sastrería "El Dandy" en la calle 13 entre 4 y 6, casi esquina 6. Hombre de cultivada intelectualidad y gran decencia, el Dr. González Blanco disfrutó siempre de la lealtad y el reconocimiento de muchos de sus clientes e innumerables amigos. Junto a su esposa la Sra. Eneyda García fueron residentes del Barrio de Rincón, donde la familia de su suegro el Sr. Adelino García eran bien establecidos y prestigiosos comerciantes. Por todos ellos hacemos votos por el eterno descanso de sus almas y expresamos nuestras más sentidas condolencias a todos sus familiares.