Por Mario A. García Romero | Miami, Florida
Entre los gratos recuerdos que guardo y guardaré siempre sobre nuestro querido Santiago de las Vegas, está nítido en mi memoria un Homenaje más al Apóstol José Martí, un 28 de enero, allá en el final de la década de los 70’s o principios de los años 80’s, cuando en el otrora bello salón del Centro de Instrucción y Recreo de la calle 11, la Casa de la Cultura le hizo una formal invitación a la destacada cantante cubana y santiaguera por adopción Esther Borja Lima.
Esa noche la radiante mujer, llena de vitalidad y prestancia, también bastante mayor ella, junto a muchos de los asistentes, fue homenajeada por su trayectoria artística de toda una vida, por haber puesto tan en alto junto al maestro Ernesto Lecuona el nombre de Cuba tantas veces, y por siempre haberse identificado con nuestro pueblo y con tantos amigos que siempre tuvo desde niña; donde como ella misma declarara tantas veces, conoció e intimó con muchas familias santiagueras, donde en muchas casas de esa época, entonó canciones cubanas para amenizar esas reuniones culturales entre jóvenes muchos de ellos con muchas inquietudes intelectuales y culturales en sentido general.
Me la imagino cantando esa página tan nuestra, “Una Rosa de Francia”, de la autoría de uno de hijos de nuestro pueblo los versos, Gabriel Gravier (Musiú) y la música del Maestro Rodrigo Prats, quién también tenía familia en nuestro pueblo, y donde seguro también debe haber conocido a Esther desde esos años de la década de los 20’s del Siglo XX.
En este agasajo a la excelsa figura, un pintor y profesor de la entidad cultural, el artista Pedro del Valle, le hizo entrega de una pintura, obra propia, bajo el recordado título de la "Damisela Encantadora”, sentida obra del Maestro Lecuona, como parte de la obra “Lola Cruz”, estrenada por ella en 1935, siendo una de las musas del afamado creador de tantas páginas inolvidables (Siboney, La Comparsa, Malagueña, etc., la lista es interminable) que se conocen en el mundo y sus cuatro puntos cardinales.
Pletórica de alegría y muy emocionada, la dama no quiso pasar por alto el agradecimiento de tanto amor de pueblo hacia su persona, y muy cerca de las dos primeras filas, donde se observaban muchas cabecitas blancas, que ya nos dejaron al igual que ella, improvisó unas palabras de aprecio, de agradecimiento y de bondad, pues rememoró nombres de afectos, algunos que ya no estaban pues habían partido quién sabe hacia dónde; los que estaban a la mano, donde hubo abrazos y apretones de manos y muestras de cariño y afecto imperecederos; y con una elegancia y decencia no tan común en esos años, en un lenguaje a lo mejor para algunos sublime o tal vez enigmático, dijo : "Y los otros". Por supuesto, refiriéndose a los que se habían marchado de la patria por derecho propio.
En ese momento comprendí que esa señora era la verdadera, no la que nos habían creído hacer que era. Por eso, por esas notables palabras, tengo tan vivo ese recuerdo de Esther Borja, de una noche en Santiago de las Vegas.
Gracias Mario; excelente articulo historico. No conocia que legalmente era de Santiago de las Vegas. Yo tenia un tio, esposo de mi tia Delfina, hermana de mi madre, cuyo nombre era Manuel Ferreira Borja, y era primo de Esther Borja. Su madre, que se llamaba Leonor Borja, era hermana del padre de Esther. De hecho, en 1955, cuando me gradue de 5to. grado en la Militar del Caribe, mi tio me invito a almorzar en el Club Cubanaleco en Miramar, por la calle 3ra y 86, y de ahi fuimos a visitar a su prima Esther Borja, que en aquella epoca vivia cerca de alli, pasando la 5ta. avenida. Todavia vivia su padre, que era una persona muy mayor. Le hicimos la visita y nos retiramos.
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