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Guillermo Gener |
“No somos amigos de trazarle líneas de conducta a nadie; al contrario, a fuer de liberales sentimos y practicamos el más profundo respeto hacia las ideas de cada cual, sean éstas políticas o religiosas.
Mas ello no quiere decir, que veamos con buenos ojos y mucho menos, que toleremos mansamente, que se nos insulte, ya sea en forma personal o colectiva, para defender determinado credo.
Y para levantar nuestra protesta como trabajadores y como santiagueros, es que escribimos el presente artículo.
Desde el púlpito de nuestra centenaria Iglesia parroquial, en la madrugada de la Nochebuena un sacerdote poseído de una verdadera exaltación mística, en calurosa defensa de sus ideales religiosos, atropelló brutalmente el prestigio de nuestras instituciones locales llamándolos "centros de corrupción" y atacó contra el honor de nuestras mujeres, admonizando a los padres para que no permitieran que sus hijas concurriesen a los talleres de despalillar porque también allí imperaba el vicio y las jóvenes se estaban corrompiendo diariamente escuchando la lectura de libros indecentes.
Realmente es lamentable que un sacerdote, joven, que seguramente ha estudiado en Roma largos años se exprese en forma tan vulgar e injuriosa. No es así como se ganan prosélitos, estimado sacerdote, recordad los consejos de San Pablo a Tito el obispo de Creta, cuando éste le consultaba que conducta debía seguir con los herejes: "si no los puedes persuadir conténtese con evitar su presencia"..... Y con insultos más o menos velados no se convence a nadie Padre; los insultos humillan y encienden en el alma el fuego del rencor, y a su calor despiertan las pasiones y éstas son malas consejeras. Repasad, si no, querido Padre, la historia del arcediano de Sevilla Hernando Martínez, aquel fanático obcecado que con sus prédicas intransigentes tanto daño causara a la Humanidad y aun a la propia Iglesia.
Nuestras instituciones locales, el Centro de Instrucción y Recreo, La Gloria, El Casino, el Centro Obrero son sociedades surgidas al calor de nobles ideales de amor y de libertad, de mejoramiento y de progreso y si a nuestro buen Padre le parecen centros de corrupción seguramente será porque él sigue fiel a los cánones arcaicos de la Iglesia, mientras que nuestras sociedades marchan al paso de la vida moderna, destruyendo, no las estatuas, imágenes y altares paganos, ni cerrando escuelas, ni arrasando con sus edificios, como aconsejaba a los cristianos el terrible Código Teodosiano, sino, por el contrario, abriendo aulas para que en ellas se instruyan los jóvenes que serán los hombres del mañana; destruyendo por medio de las bibliotecas y de conferencias todos los sofismas y absurdas tradiciones que aun pesan como una herencia maldita sobre la presente generación. Tratando otras de abolir la explotación del hombre por el hombre, esa cruel institución tan defendida por la Iglesia en todos los tiempos, como lo prueba la propia Historia.
En cuanto a los talleres de despalillar, es verdad, no son lugares santos, no pueden serlo; santidad es algo divino, es el culto constante al dios, es la mística consagración de una vida a la lucha contra el pecado, es vivir fuera de lo terreno, es, en fin, no ser humano.
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Don Ismael Testé Pérez |
Los talleres son precisamente todo lo contrario, son demasiado terrenos, son fuentes inagotables del pecado, del más terrible, del más inhumano de los pecados: el pecado de la explotación. Se explota a esas pobres mujeres, Padre, a quienes usted humilla y esas mujeres que no son malas porque trabajan de sol a sol, porque luchan y queman sus vidas junto al barril, para ganar unos centavos con que alimentar a los suyos y sostener el hogar misérrimo que tan duramente contrasta con el lujo de los templos, mujeres que no pueden ser malas porque son útiles a la humanidad, porque saben ser buenas compañeras, buenas esposas y buenas madres, a pesar de que no concurran a diario a la iglesia ni escuchen la lectura de la Santa Biblia.
Usted, Padre, acaso no pueda comprender que estas cosas son demasiado terrenas, como no puede comprender la catedral enorme que eleva al cielo sus elevadas torres, el dolor del miserable que se arrastra bajo sus pórticos.
Sea menos exaltado, acérquese más a Cristo hombre, y será más humano y más justo.
Y ustedes, mujeres santiagueras, compañeras y amigas, a que exponerse a estos ataques de la exaltación religiosa de algunos sacerdotes. Si tenéis vuestras creencias, si sois cristianas, no es necesario que concurráis al templo; podéis orar en vuestras casas libremente, aunque en verdad no lo necesitáis, porque si es cierto como dijo Víctor Hugo que el Trabajo es una oración, vosotras, mujeres trabajadoras, no necesitáis orar.”
Bravo! por la respuesta de nuestro pueblo, a Dios se le lleva en el corazon y cada cuerpo que le tiene es un templo..
ResponderEliminarUna respuesta magistral, para ese momento y universal para todos los tiempos
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