La Mapilar del niño Musiú

por Leonardo Gravier / Coral Gables, Florida

Gabriel Gravier Delgado
(1900-1974)

Siendo yo muy niño en Cuba, me relataba mi padre anécdotas de una negra vieja que él y sus hermanos querían mucho, cuando eran pequeños. Yo siempre pensé que eran cuentos, como otros que su imaginación creara para mi entretenimiento. Aquella querida negra, que tanto cariño inspirara en mi familia se llamaba, según me contaba, Mapilar.¹ Yo me divertía con los cuentos y ocurrencias de Mapilar, quien se me ocurría como una mezcla de la haraposa Dolores Santa Cruz (de Cirilo Villaverde) y del locuaz Tío Remus (producto del ingenio del escritor americano Joel Chandler Harris).

Revisando las poesías de mi padre, encontré una dedicada a su entrañable Mapilar, lo que me confirma que ella existió y que es parte de la historia del Santiago de las Vegas de finales del siglo XIX.

He aquí la poesía de mi padre Gabriel M. Gravier, conocido también como "Musiú" (Monsieur), por su linaje francés. Más abajo, para su conveniencia encontrará notas a pie de página explicando términos más o menos exóticos o que han caído en desuso.

Mapilar 

Mapilar¹ era una “negra
de nación”², ya centenaria;
por chica debió ser “conga”
y por su color esclava.
Andaba con su “jolongo”³
cargado sobre la espalda;
dos o tres ropitas viejas,
la “jícara”⁴, la cuchara,
unos “mates”⁵ de amuleto
y algún tótem⁶ de su raza.
En la casa de Alejandro
Gallol, hacía la estada;
allí le daban de todo
sólo a cambio de sus gracias.
Al otro día, temprano,
en mi casa “la pasaba”;
todos nos desvivíamos
para oír su tosca cháchara
a estilo de su dialecto
de telúricas palabras.
Y así tiraba los días
acampando en muchas casas,
hoja del árbol añoso
donde el viento la llevara.
“Niña Pepa” le decía
a mi madre, noble dama
por su abolengo y linaje
de criolla aristocracia.
Eso contaban, pero ella
jamás invocó su rancia
sangre de estirada alcurnia;
ficciones que despreciaba
por fina naturaleza,
y además, ¿ya qué importancia
pudiera tener su estirpe
si se veía arruinada?
Pues señor, a Mapilar
le placía hacer de dama
y sentirse plenamente
por “los blancos” halagada.
Azúcar, café, tabaco,
galletas, dulce-guayaba;
y mascando y escupiendo
como una “monita en jaula”
con algunas “perras gordas”⁷
que escondía entre las sayas,
iba tajando la noche
sobre el báculo⁸ encorvada.
Un día sobre el “jergón”⁹
Mapilar cedió su alma
sin que por su dulce muerte,
entre temblores callada,
–¡cuántos íntimos dolores!–
se vertieran otras lágrimas
que las que “Mercé Mató”
–su compañera de estampa–
al presentirse su turno,
conmovida derramara.
¡Cuántos muchachos nos fuimos
al cementerio a enterrarla!
Ni obispos ni embajadores
se la llevaron en andas.
“El carro de la lechuza”¹⁰
la condujo en pobre caja.
Don Pío el sepulturero
–el cargo al nombre se iguala–
la echó dentro de la fosa
y la cubrió a paletadas.
Entonces la inspiración
–fuente del verbo espontánea–
me impulsó a decir algunas
sentimentales palabras.
No me atreví, mas hubiera
dicho con voz de avanzada:
“Despido aquí a Mapilar,
ya dejó de ser esclava
de un mundo que no adivina
que es nuestra cuna, africana”.¹¹
 

¹ Contracción de "Mamá Pilar".
² Nacida en África.
³ Saco de tela, yute o lona con una cuerda en la boca que permite cerrarlo.
⁴ Vasija pequeña de madera, ordinariamente hecha de la corteza del fruto de la güira.
⁵ Saquitos con hierbas para hacerse  una "limpieza" o "despojo".
⁶  Ídolo o efigie que sirve de "aché" para tener acogida y evitar el "mal de ojo".
⁷ Moneda española colonial de 10 céntimos de peseta.
⁸ Palo que se lleva en la mano para sostenerse.
⁹ Colchón de paja, esparto o hierba y sin bastas.
¹⁰ Carro que conducía al difunto al cementerio.
¹¹ O sea, que el homo sapiens proviene del continente africano.