Por Leonardo Gravier | Coral Gables, FL
Mi amigo
Carlos Valiente Romero a menudo nos relata anécdotas o nos deleita con música
extraída del “baúl de sus recuerdos”. Yo tengo dos baúles: el baúl de los buenos
recuerdos y el baúl de los recuerdos malos.
El relato que hago a
continuación fue extraído del baúl de los recuerdos malos; y fue malo porque
causó una gran preocupación a mis
padres, y dejó en mí una fijación que me persiguió toda mi vida — aunque por mi
corta edad no me percatara de la peligrosidad en aquel momento—.
Estudiaba yo mis primeros grados
en la Escuela #2, a cuadra y media de mi casa y que dirigía desde hacía poco
tiempo el Dr. Eduardo González. Mi maestra era la inolvidable Isabel Bancells.
Un día apareció en la rejilla
del postigo de una de las puertas de la calle de mi casa, un anónimo; estaba
escrito con letra cursiva y a lápiz en
papel de estraza. El contenido era muy preocupante —aunque en estos tiempos
parezca una broma—. Advertía a mis padres que unos “negros brujos” habían
acordado secuestrar al más pequeño de sus hijos para utilizar sus entrañas en
prácticas de su religión. Yo, como era el más pequeño —tendría seis años—,
sería el blanco de aquella fechoría. Mis padres se horrorizaron. De inmediato,
mi padre llevó el anónimo al juez municipal y se tomaron medidas con la Guardia
Rural y la Policía local. Hubo varios guardias, vestidos de paisanos, colocados
en las esquinas de mi cuadra. Mi hermano, mayor que yo, fue advertido de su rol
como el protector más cercano a mí. Yo estaba ajeno a lo que acontecía, pero
sabía que algo estaba pasando. Mi padre me llamó una noche, me sentó en la sala
de mi casa y me contó todo; insistió en el peligro que yo corría y la razón por
la que me debía cuidar de conocidos y desconocidos, evitar salir a la calle sin
compañía y sin ambages me detalló los casos reales que habían ocurrido en Cuba
y el final que tuvieron los niños víctimas de aquellas prácticas atávicas.
Estos casos habían sido publicados en detalle en todos los periódicos de Cuba y
en libros de estudiosos de la criminología. El efecto de aquella conversación
fue terrorífico para mí. Mis días fueron pasando con mucha vigilancia por parte
de mis familiares y hasta del Director de la Escuela Dr. Eduardo González. Yo vivía muy asustado.
Dos semanas después, a pesar de
la vigilancia en los alrededores de mi casa, apareció un segundo anónimo
colocado (tal vez de madrugada) en la misma rejilla del postigo. Esta vez el
anónimo revelaba la identidad del supuesto raptor. El hombre fue detenido y
llevado al Cuartel de la Guardia; dos días estuvo bajo intenso interrogatorio.
Se concluyó que el hombre no tenía ninguna relación con el plan, si es que
alguna vez hubo un plan. Había tres posibilidades: o bien el autor del anónimo
quería por algún motivo causar una gran preocupación a mis padres; o quería
crearle al supuesto raptor un problema por motivos desconocidos; o la menos
probable, hubo un plan que no se pudo llevar a cabo y se dio por terminado. No
obstante, el hombre se fue de Santiago y no regresó hasta pasado varios años.
Yo ya de joven lo conocí.
Pasado aquel mal rato por parte
de todos, nunca más volvimos a recibir anónimos o a tener sospechas de alguna
otra persona, blanca o de color.
Antes de continuar este artículo
es importante aclarar ciertos conceptos discutidos, para evitar malas
interpretaciones de mis ideas.
El más importante de los
conceptos es el concepto de “religión”. El mismo ha sido interpretado
conceptual y etimológicamente de distintas maneras desde tiempos de la antigua
Roma o en los teólogos posteriores. Lo importante del término es aclarar que en
mi opinión, religión es la comunión o relación entre la razón y el
espíritu del hombre y su Creador. Esa
interpretación que el ser pensante tiene del ser único “per se”, de aquel cuya
esencia es la existencia misma, lo que nunca empieza ni termina, es lo que
constituye una religión. La idea de Dios es inmanente en el hombre, pero la
tendencia ha sido la de aceptar la forma de creer basado en meditaciones,
revelaciones o conclusiones de los antecesores. Por tanto, la idea se funde en
las organizaciones dedicadas al estudio y práctica de la doctrina que se formó.
Esa institucionalización crea las distintas confesiones—monoteístas,
politeístas, panteístas, etc.
La religión es diferente a
las creencias no relacionadas con Dios. Aunque
yo creo que cada persona tiene su propia religión, los antropólogos y los
teólogos solo consideran una religión, las creencias compartidas.
La santería es definida por la
Real Academia Española de la Lengua (RAE) como un sistema de cultos que tiene
como elemento esencial la adoración de deidades surgidas del sincretismo
entre creencias africanas y la religión católica. Es originaria de Cuba.
La llaman santería porque
utiliza las ideas traídas de África con las imágenes y vida de los santos
católicos. Por tanto, la santería—término que tuvo una intención despectiva—,
es una religión con el mismo estatus que las más reconocidas y numerosas en
países no-africanos.
Fue traída a América por los
negros bozales esclavos, pero se ha extendido a todos los países de habla
hispana y el resto de Europa. Es una continuación de la religión yoruba de
Nigeria. Nunca ha practicado sacrificios humanos, pero sí de animales o partes
sin vida de seres humanos (huesos o fetos)
La santería cree en un dios
universal y en los orichas, que son deidades dedicadas a distintas actividades
y con distinto ámbito. Ha sido practicada en Cuba desde que los esclavos
burlaron la prohibición de la religión yoruba, haciéndoles creer a los amos que
creían en los santos cristianos y sus imágenes. Sus creyentes abarcan desde los
más humildes hasta los más encumbrados (profesionales, hombres de negocios,
artistas, deportistas y hasta jefes de Estado).Practican un bautismo propio,
además del bautismo cristiano. Creer en la santería es incompatible con ser
católico. Es una religión politeísta como lo fue la de la antigua Grecia—que
tenía a Zeus a la cabeza rodeado de múltiples dioses—. El sacerdote de la
comunidad de creyentes es el babalao.
El ñañiguismo o Sociedad Secreta
Abakuá es una fraternidad secreta de hombres que se afincó en Cuba a principios
del Siglo XIX. Sus primeros miembros, eran negros de Calabar en África
(carabalíes); creció como protección de aquellos esclavos contra los abusos y
las barbaries de sus amos españoles. Se esparció entre los negros nativos de
Cuba, esclavos o no, los mulatos y unos pocos blancos. No constituía una
religión.
El abakuá sólo admite hombres
que hayan demostrado virtudes muy encomiables. No obstante, en la práctica sus
miembros incurrieron en un alto índice de criminalidad. Ha habido mucha
desinformación con respecto al ñañiguismo
debido al secreto que de su organización siempre han mantenido. En los
Código Penales de la República de Cuba nunca ser ñáñigo fue un delito, ni un
agravante oficial, aunque en los tribunales de justicia ser ñáñigo tenía una
connotación negativa. Sus miembros son blancos, negros, humildes o potentados y
el ser ñáñigo no es incompatible con ser miembro de la religión católica.
La brujería es definida por la
RAE como “el conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los
brujos y las brujas”. La brujería no es una religión y según las creencias de
los africanos que la practican se basa en una fuerza mágica espiritual
transmitida por almas de personas ya fallecidas o manes de antepasados. Se
puede usar para hacer el bien (magia blanca) o para hacer el mal (magia negra).
Está formada por un conjunto de prácticas esotéricas tendientes a causar un
resultado usualmente perjudicial a otra persona para demostrar poder o
sabiduría profética. En términos generales, la brujería es maligna, es
independiente de las razas o nacionalidades y gran parte de las veces utilizan
como motor principal el sacrificio o muerte de un ser humano o un animal. Como
magia negra o hechicería es repudiada por la Biblia y por el Corán.
A diferencia de la santería o el
ñañiguismo, ambos de origen africano, la brujería abunda más fuera del
continente africano.
Desde tiempos remotos la brujería
o hechicería existe en Grecia y Roma (Circe, Medea, la Estirge, etc); el aquelarre
de las brujas en Walpurgis; las “brujas de Salem” las “brujas de Zagarramurdi”, y tantos más. La brujería se ha practicado en Asia y
Latinoamérica, y en todos ha sido repudiada y perseguida— como el “Malleus
Maleficarum” de Alemania o la Demonomanía de Bodino en Francia—.
La brujería que se practicaba en
Cuba provenía de África y se concentraba en el infanticidio. Aunque había
brujos de la raza blanca, la gran mayoría de los brujos eran negros. Este
infanticidio tenía fundamentos de prácticas y rituales demoníacos o diabólicos;
aunque tuviera el mismo efecto que el infanticidio por motivos de “eugenesia”
—filosofía que defiende la mejora de los rasgos raciales usando métodos
selectivos o repulsivos—. La eugenesia
era parte de las leyes del sabio legislador Licurgo y se llevaba a cabo
abandonando o despeñando a los niños deformes desde el monte Taigeto.
En África creen que los órganos
de los niños tienen poderes curativos y los sacrifican para curar a otras personas. No son sacrificios de índole
religiosa. En Tanzania son perseguidos y asesinados los niños albinos, porque
utilizan las partes de su cuerpo en rituales y pociones. Se cree que los huesos
de estos niños tienen poderes mágicos.
Por último, en Cuba no se
practicó el homicidio por primera vez con la llegada del hampa africana. Ya en
la etapa precolombina, el agresivo pueblo caribe, navegaba los mares antillanos
practicando, según dicen los estudiosos, antropofagia o canibalismo con los pacíficos
taínos y siboneyes.
En Santiago de las Vegas nunca hubo casos de sacrificios humanos, aunque
cuando jugábamos en el Parque Viejo viéramos restos de sacrificios de animales,
con “kilos prietos” en la forma que requería la creencia de los brujos. Los
muchachos se alertaban unos a otros advirtiendo no tocar aquello puesto que era
“brujería”. Algunos más arriesgados tomaban las monedas “con la mano
izquierda”. Yo que recorría el pueblo y era amigo de blancos y negros,
cristianos, judíos y santeros, fui
invitado a varios “toques bembé”. Iba con toda la curiosidad y respeto que la
ocasión requería en los días señalados por su creencia sincretista; allá nunca
vi tambores batá sino tumbadoras e imágenes de la Virgen de Regla, San Lázaro o
Santa Bárbara. Bebí junto con ellos el ron o aguardiente que se pasaban unos a
otros y vi mujeres con el “santo” o trance donde se hablaba palabras en
castellano mezcladas con un argot o jerga desconocida. Todo terminaba tarde en
la noche como termina una celebración entre amigos.
En aquella época —años 1954 y
1955, —yo no pensaba que, a pesar del incidente de los anónimos a mis padres,
en Cuba hubiese casos de brujos homicidas; pensaba que mi caso había sido una
broma malvada y una precaución extrema de mi padre. ¡Qué gran sorpresa me llevé
al comenzar a estudiar Derecho y al informarme!
En mis dos primeros años en la
Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, puse mucho interés en las
asignaturas de Antropología Jurídica y de Política Criminal; leí libros y
artículos sobre la criminalidad de los brujos en Cuba y visité varias veces el
Museo Montané en la Escuela de Ciencias. Me interesaron mucho los libros escritos por los sabios cubanos doctores
Fernando Ortiz e Israel Castellanos, en especial el tratado de Ortiz (con
preámbulo del gran maestro positivista de criminología el italiano Cesare
Lombroso): Hampa Afro-Cubana. Los negros brujos. La cátedra de Antropología Jurídica estaba muy influida por el
positivismo; en el laboratorio de Antropología Jurídica teníamos que hacer,
mediciones craneométricas y aprender los rasgos fisiognómicos de los
“criminales natos”. Los tres grandes del
positivismo (Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele Garofalo) eran ampliamente
revisados. Se concentraban en el castigo al delincuente más que en las
prevenciones a la sociedad. Se estudiaban los rasgos físicos porque se pensaba que esos rasgos
revelaban una predisposición para el delito por su conformación biológica. Los
convictos delincuentes afro-cubanos eran detenidamente estudiados. El Museo
Montané tenía suficiente material para llevarse una impresión de la relación
del delito con la raza, la nacionalidad o la religión.
Más me atraían las teorías del
Marqués de Beccaria (Del delito y de la pena) que abogaba por el principio de
la proporcionalidad —debe existir una proporción entre delito y pena, las penas
no deben de ser arbitrarias o exageradas —; él era contrario a la pena de
muerte— yo también siempre lo he sido — y se interesaba más por la prevención
del delito mediante la educación y persuasión. Sí creía que el criminal
incorregible debía ser excluido de la sociedad para siempre (cadena perpetua
sin derecho a amnistía o indulto). Fue muy influenciado por enciclopedistas
como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Locke. Muchos códigos penales europeos
tomaron como fundamento las ideas de Cesare Beccaria.
Las primeras grandes rebeliones
contra la corona española que tuvieron lugar en Cuba con éxito fue la de los
negros bozales (nativos de África y esclavizados en la América). Estos esclavos
rebelados contra el abuso de sus amos, se escapaban —con más éxito del que
habían tenido los aborígenes de la isla, que fueron exterminados—, se
convertían en cimarrones y formaban colonias de prófugos llamadas por los
españoles “palenques” (le llamaban “quilombos” en Brasil ). En estos palenques
podían practicar libremente sus costumbres y ritos religiosos hasta ser
capturados por los “rancheadores”
(cazadores de negros cimarrones). En la medida que abusaban los blancos
españoles de Cuba de aquellos sufridos africanos, aumentaron los cimarrones, se
unieron a ellos los esclavos nacidos en Cuba de padres africanos, creció la
población de esclavos y se afincaron y multiplicaron las costumbres y
creencias. Como parte de estas creencias venía la brujería, muy propia de
África, con el ejercicio de todos sus ritos.
Ya en el siglo XIX, el gobierno
español había prohibido el ejercicio de la brujería y del ñañiguismo —a pesar
de que en 1863 se les permitió a los blancos pertenecer a los cabildos de ñáñigos—.
No obstante, al independizarse Cuba, las costumbres de los africanos y de
algunos hijos de africanos se hicieron más fáciles de practicar. Estas
prácticas africanas fueron identificadas como satánicas o diabólicas ya que en
África era notoria, la costumbre de realizar sacrificios humanos. La brujería
fue considerada como equivalente a la temida hechicería o magia negra. El Gobierno
Interventor, por Orden Militar, creó la oficina de identificación de criminales
con objeto de tener más control sobre estos grupos.
La verdadera criminalización de
estas sectas comienza en los primeros años del siglo XX cuando aún quedaban
africanos que no habían podido liberarse de sus prácticas originales. Siempre
las víctimas eran niños, ya que los brujos africanos los consideran más puros y
dúctiles. En nuestros días en la República del Congo, los niños aterrorizados
no quieren salir a las calles por la cantidad de infanticidios para prácticas
de los brujos congoleños. Ver también: Las creencias como factor criminógeno.
Muti: El infanticidio ritual en África (Archivo del crimen).
En 1904 comienzan los homicidios
con la violación y muerte en julio, de la Niña Celia de 10 años.
En el mismo año, en Güira de
Melena, asesinan y extraen los órganos de la Niña Zoila.
La Niña Luisa es asesinada y sus
vísceras arrancadas en 1918 en Alacranes, Matanzas.
También en Matanzas son
asesinados o sacrificados los niños Onelio García (1915) y Marcelino López
(1919).
En 1923 es asesinada la Niña
Cuca y en la Provincia de Matanzas, 17 niños son asesinados en distintos
lugares y fechas.
A partir de esta fecha se
detienen los asesinatos de niños; tal vez porque los brujos africanos ya habían
muerto por vejez o enfermedad y los cubanos de padres africanos que no estaban
en total acuerdo con la sociedad o con
los sacrificios humanos se habían unido al ñañiguismo. Ya los brujos buscaban
para sus ritos, cadáveres o parte de personas recién enterradas en los
cementerios o animales (preferiblemente las aves o chivos).
The Miami Herald publicó el 23
de marzo de 2012 la noticia de que unos agentes de aduanas en el Aeropuerto de
Miami, habían encontrado varios fetos humanos en el equipaje de dos mujeres que
retornaban de La Habana, Cuba. Los fetos debían ser entregados a personas en
Miami que se dedicaban a prácticas de brujería. Los fetos, varón y hembra,
fueron detectados cuando los Rayos X los descubrieron en un pomo sellado. Los
médicos determinaron que ambos fetos eran de 20 semanas y que ninguno era
viable (no podían vivir y fueron abortados). Las mujeres confesaron haber
recibido el pomo con los fetos de un babalao en La Habana. No fueron instruidas
de cargos por el Fiscal del Estado; ningún nombre fue revelado.
Según los artículos publicados en los infanticidios cometidos en Cuba a
principios del Siglo XX y muchos
incluidos en el tratado de Fernando Ortiz, los asesinos o cómplices de estos
hechos eran todos africanos o afro-cubanos.
El más famoso por haber sido discutido por
Fernando Ortiz en sus libros y por haber recibido gran publicidad de la prensa,
fue el de la Niña Zoila. Sólo comentaremos este caso por haber ocurrido cerca
de Santiago y para no hacer muy extenso este escrito. Los otros casos aparecen
en distintos sitios web en internet ampliamente comentados.
Imagen de "El retrato de los «negros brujos». Los archivos visuales de la antropología afrocubana (1900-1920)"
El 11 de noviembre de 1904, la Niña
Zoila de 22 meses de edad, desapareció de la finca de sus padres en Güira de
Melena. Se dijo que había sido secuestrada por unos negros brujos del Cabildo
Congo Real en El Gabriel; que la habían matado para usar su sangre y su corazón
para curar a Juana Tabares. Las autoridades basándose en información del
Alcalde de Güira y otras evidencias arrestaron a Taita Bocú (Domingo Bocourt, arriba),
a Julián Amaro y a José Cárdenas. Junto al anciano lucumí Bocú arrestaron en
aquel aquelarre de brujos africanos a Ruperto Ponce, Adela Luis, Pilar
Hernández Padrón, Jacobo Arenal y Modesta Chiles, todos africanos. También
apresaron a los afro-cubanos Victor
Molína, Pablo Tabares, Dámaso Amaro, la ya mencionada Juana Tabares, Laureano
Díaz y Francisca Pedroso.
Bocú designó a Molina para
seleccionar la víctima y cometer el asesinato. Molina obtuvo la ayuda del
antiguo esclavo Ruperto Ponce. Mataron a Zoila y extrajeron la sangre, el
corazón y las entrañas que Bocú, con el sobrante se puso a procesar y vender
como amuletos y remedios. José Cárdenas escondió los restos de Zoila cerca de
un aserradero. Sólo Bocú y Molina fueron condenados y ejecutados como brujos;
los demás fueron condenados a penas de cárcel o absueltos. Muchos dijeron que “el
asesinato de la niña blanca Zoila era para curar a las niñas negras, Adela y
Juana”.
En 1906 la pena de muerte fue
abolida en Cuba; por tanto, Bocú y Molina fueron los únicos brujos ejecutados
por este asesinato. En los demás casos, muchos murieron víctimas de suicidio o
fueron encarcelados por muchos años.
Debe señalarse que actualmente,
Cuba está entre los sietes primeros países con más brujos del mundo; lista que
encabeza la República Democrática del Congo, seguida por Haití.
Comentario instructivo que incluye topicos de gran interes. Yo nunca asisti a un bembe. Lo cual lamento. Gracias por el articulo. Hugo A. Marrero
ResponderEliminarMuy inbteresante tu artículo Leonardo, no tenía ni idea de estás prácticas.
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