por Leonardo Gravier / Coral Gables, Florida No pude sustraerme al leer los artículos escritos sobre el Kimbo o Quimbo, de contribuír con parte de lo que yo supe de tal incidente. Todo lo escrito en los artículos anteriores resume muy apropiadamente la personalidad del Kimbo. En cuanto a su homicidio yo tengo una versión diferente. Como se ha dicho el Kimbo, en cualquier proceso legal criminal, hubiese tenido el agravante conocido en el Derecho Penal cubano por “matonismo”. Este agravante fue introducido en Cuba por un magistrado de la Audiencia de Matanzas, Diego Vicente Tejera. Además de sus exigencias de dinero o de favores bajo amenaza de daño físico o moral, el Kimbo era un homosexual muy peligroso. Se enamoraba de los hombres y trataba de violar aún a los que no eran homosexuales. En aquella época en un pueblo con mentalidad provinciana, anticuada y “machista” en extremo, el ser homosexual era un baldón. Los que lo eran, lo mantenían en secreto y el que alguien revelara ese secreto, exponía al homosexual al bochorno público. De ahí, que el Kimbo mantuviera a muchos amenazados y les “cobrara el barato”, que era como chantajearlos. Muchos santiagueros fueron víctimas de este delincuente y matón. Un día se apareció a mi casa Aniceto Díaz, con su hijo Humberto (que le decían Neneno). Le contó a mi padre [el abogado Gabriel Gravier] que el Kimbo se había enamorado de Neneno, que lo tenía asediado y que el pobre muchacho no podía vivir en paz. Neneno no era homosexual; era un muchacho rubio de ojos azules, buen porte y simpático. Era hermano de Eladio Díaz, que era esposo de mi tía Piedad Gravier (hermana de mi padre). Aniceto le suplicó a mi padre que hablara con el Kimbo para que dejara en paz al muchacho. Mi padre aceptó intervenir en el asunto dada la relación familiar existente. Habló con el Kimbo y le explicó que su empecinamiento con Neneno terminaría mal, puesto que el joven no aceptaba el chantaje ni la intimidación, aunque no era físicamente capaz ni tuviera la habilidad de pelear contra aquel “negrazo”. El Kimbo le contestó a mi padre : —Docto, no se meta en esto que esto es cosa mía na má—. Así me lo contó mi padre. El Kimbo continuó asediando a Neneno y mi padre le aconsejó a Aniceto que mandase al muchacho a otro pueblo (fuera de Santiago) hasta ver si al Kimbo se le olvidaba el capricho. La cosa no dió resultado. El Kimbo averiguó de alguna forma el paradero y allá lo fue a buscar; el Neneno tuvo que huir y regresar a Santiago. Ante la inacción de la policía, Aniceto fue a ver de nuevo a mi padre y le relató lo que había sucedido y las denuncias hechas a la policía. Mi padre le dijo a Aniceto ya en tono irritado: —Si esto continúa, que se busque un revólver y si el Kimbo lo ataca, que lo mate antes que ser él la víctima. Yo lo defenderé por defensa propia. El Neneno consiguió un revólver, aprendió a disparar y anduvo con el arma siempre cargada y debajo del cinto. La muerte del Kimbo según me contaron fue de la siguiente forma: Se encontraron el Kimbo y Neneno frente a la botica del Dr. Fina. El Kimbo venía del Ayuntamiento y Neneno iba a la altura de la caballeriza del Ayuntamiento (al lado de la casa de José Manuel Sánchez). Al ver al Kimbo, Neneno sacó el revólver. El Kimbo levantó el brazo, unos dicen que con un cuchillo en la mano, otros sin cuchillo y diciendo con el brazo en alto: —“No dispares”—. Dos o tres tiros le entraron debajo del brazo por la axila que le penetraron el tórax, tal vez el corazón o los pulmones. El Kimbo cayó en la acera herido de muerte. Muchos dijeron que hubo policías o guardias rurales que dispararon; no obstante, las heridas fueron casi a “boca de jarro” y en el lado del tórax debajo de la axila. No creo que hubo policías o guardias involucrados en el homicidio, puesto que tal intervención hubiese convertido la defensa propia en un asesinato premeditado y alevoso. La defensa adujo como era de esperar, defensa propia, y la penetración de los proyectiles ayudaba a presentar el cuadro del ataque con el cuchillo en la mano y listo para atacar. El Neneno salió absuelto en la Audiencia de la Habana. Así terminó la saga matonil del Kimbo a manos de un muchacho pacífico pero decidido. Fue una gran lección para potenciales guapetones.
Muy bien por Leonardo Gravier con sus precisiones sobre el asunto del Kimbo. Creo que por conocer directamente de su padre, co protagonista, en alguna medida, de la historia, nos ofrece una perspectiva diferente. Es la primera vez que conozco de esta versión. La generalizada entre la gente vieja es que fue la policía la que tiró. Y por la propia descripción de Leonardo y por lo que él mismo relata de la situación social en Santiago para la época, no creo que un muchacho de buena familia, fuera tan aventurero como para enfrentarse a tiros con un personaje como el Kimbo al que como se ha descrito él mismo le tenía pánico, a no ser que estuviera tan acorralado que fuera la única salida.
ResponderEliminarAplicando la teoría del rumor, que establece que no todo lo que se rumora es cierto pero que el rumor en sí mismo contiene muchos elementos de veracidad, creo que pudo haber habido una mezcla de ambas cosas. Aprovechar la coyuntura del conflicto creado entre el muchacho y el Kimbo, la decisión de la familia de que dispusiera de un revólver y con esos ingredientes la policía dispararle para salir del Kimbo.
Cualquiera fuere la situación, la policía no iba a poder declarar nunca que había disparado y para la época, en que todo se arreglaba entre los políticos, las autoridades y el dinero, pues todo, incluido el juicio en la audiencia, pudo haber sido arreglado de manera conveniente en bien del muchacho, de la policía y del pueblo.
Con relación a los comentarios de Arsenio Alemán Agusti, que agradezco por sus buenos razonamientos, y sin empecinarme en la veracidad de mi versión, la cual no es producto de una experiencia directa; quiero exponer los siguientes puntos:
ResponderEliminar1. El Neneno, como bien traté de explicar, se encontraba asediado por el Kimbo; prácticamente atormentado.
2. Para que la policía o la guardia rural hubiese participado en la balacera, el Kimbo y el Neneno hubiesen tenido que ponerse de acuerdo en encontrarse en el Ayuntamiento a una hora específica. De lo contrario, Neneno hubiese debido tener una guardia o escolta permanente de policías.
3. Para amañar el asesinato tenía que haber unanimidad y complicidad de todos los testigos presenciales, del médico forense, del fiscal de la Audiencia y por supuesto, de la policía o la guardia rural. No podía haber excepciones.
4. A pesar de que los tribunales de justicia, tanto en la época colonial, como en la republicana o en la revolucionaria castrista, son susceptibles de dejarse influenciar por dinero o presiones de una autoridad superior, no creo que haya sido el caso de la familia Díaz. Esta familia era de origen humilde y sin influencia política. Comprar a tres magistrados, no familiarizados con el caso y de una jurisdicción distinta a la local de Santiago, hubiese requerido mucho dinero o una influencia tremenda.
Yo también creo en la teoría del rumor y en que no todos los rumores son ciertos o contienen elementos de veracidad significativa. No es cierto que en aquella época “todo se arreglaba entre los políticos, las autoridades y el dinero”. Tengo más fe en mi pueblo para pensar que como los de “Fuenteovejuna” (drama de Lope de Vega) todos se prestaron para el asesinato.