sábado, 9 de febrero de 2013

Últimas palabras

por Alejandro González*

Usted, querido lector, seguramente conoce a todos los individuos que frecuentan los salones sociales del Centro de Instrucción y Recreo. Pero ¿a que no se le ha ocurrido pensar cuáles serían las últimas palabras que pronunciarían antes de pasar a mejor vida? No, por favor, no me llame pájaro de mal agüero.

Ésta es una idea que, como tantas otras, puede ocurrírsele a alguien quien, como yo, tenga bastante tiempo para pensar en basuras, ya que formo parte de esa gran legión que espera vivir del fondo de los desocupados. (Conste, hace siete años que espero mi primer cheque y aún no lo he visto).

Pues bien, una vez asaltado por esa idea, me he puesto a cavilar—bendita vagancia que concede tiempo para todo—y llegado a la conclusión de que, llegada la hora, dichos señores se expresarán de la misma manera que les atribuyo en este artículo.

Ismael Balido Pérez
Por ejemplo, y para empezar el velorio, Ismael Balido (derecha), cuando se encuentre pre-difunto, dirá con una sonrisa socarrona: "Muero contento. Hasta después de muerto fastidiaré al prójimo, ya que no soy yo quien pagará el entierro".

Ramón Rodríguez, ese prodigio de laboriosidad, con su último aliento y dos varas de lengua afuera—que las tiene bien medidas—pedirá un micrófono y gritará: "A divertirse, bailadores".

Miguel Cruz, el pintoresco Marlon Brando, al sentir llegado el momento de rendirle cuentas a Satanás, exclamará: "Conmigo muere la belleza masculina".

Y Arturito Cambeiro, por no dejar de ser quien es, pedirá en tono compunjido: "Búsquenme una caja de uso, a ver si me sale más barata".

Jovino Álvarez, nuestro Presidente Social, que para entonces será rico, si aún no lo es, lamentándose: "Lo único que siento es que no puedo designarme beneficiario en mi propio testamento".

Y ya usted se estará preguntando—si acaso siguió leyendo hasta aquí—si yo sólo me he acordado de los que me caen mal. Se equivoca, los vagos sólo odiamos al malvado buitre que inventó el trabajo. Por lo demás, los anteriores muertos son, en vida, unas bellas personas.

Continuemos con mis fúnebres cavilaciones.

Mimino, con Lucifer pisándole los talones, recordando sus buenos tiempos de jugador de tresillo y dominó, gritará sollozando: "Al menos, pienso darle un pechazo al sepulturero".

Martín Álvarez, el hombre de la sonrisa estática, con pie y medio en la tumba y el calcañal derecho fuera, expresará su última voluntad de la siguiente manera: "Quiero que mi entierro pase por la calle 7 entre 2 y 4".

Carlos Valiente Romero
Nuestro buen amigo Carlos Valiente, dirá en tono que denote firme convicción: "Si muero, de cierto os digo que no me veréis jamás".

Ramón Narciandi (Franco), inquietado por una gran preocupación, dirá: "Sólo una cosa me inquieta. ¿Habrá mujeres en el cielo?" Porque, aunque ustedes no lo crean, él espera ir al cielo.

El ilustre Juan Pazos, por no faltar a su conducta oposicionista, al recibir el llamado de la Parca, montará en cólera y gritará "Me opongo".

Ramón Infiesta, nuestro bélico conserje, una vez percatado de la cercanía de la muerte, pedirá: "Préstenme un revólver y traigan a Ignacito".

Pancho Rey—entre cuyas virtudes no se encuentra la esplendidez—preguntará: "¿Por qué no me entierran de pie y se ahorran terreno?"

Y no continúo porque, después de esto, voy corriendo a solicitar el puesto de Agente en la Funeraria de Palomino.

FLASH! FLASH! Al recibir la noticia de la muerte de Pancho, María Luisa se lamentará de la siguiente manera: "Y ahora, ¿quién me botará el latón de la basura?"

NOTA DE LA REDACCIÓN: El autor del presente trabajo ha caído víctima de la furia de los individuos que arriba menciona. No pudo decir ni pío. Entre los seleccionados cupo el honor a nuestro destacado jugador Pedro Rey Scarp, "Palillo".

* Publicado en la Revista del C.I.R., diciembre 1954.

1 comentario:

  1. ¡Estoy convencida de que no existe un solo tema que no abarque este sitio!
    Simpatiquísimo relato del señor González. Pero, además, acertadísimo. Como hija de Ismael Balido, sé que a mi padre le hubiera hecho reír el comentario, y que aún en el más allá sigue haciendo chistes. Esa es una de las cosas que más extraño de él, su sentido del humor y su ingenio para hacernos reír con un comentario o una observaión que sólo podría ser "de Balido". ¡Gracias por la sonrisa!
    Giselle

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