sábado, 17 de junio de 2023

Alberto Fonseca y Jiménez: Santiagueros Connotados

El viejo MAESTRO, de carácter a veces seco, a veces (la mayoría) más afable, generoso, querido y respetado, siempre humilde pero con irradiaciones de astro en su cerebro, Alberto Fonseca y Jiménez nació en Santiago de las Vegas el 17 de junio de 1862, pero fue a vivir a Regla donde su padre estaba establecido en el giro de farmacia. 

Junto a sus hermanos Francisco y Manuel ingresó a las Escuelas Pías de Guanabacoa, donde cursó las enseñanzas primaria y secundaria hasta que alcanzó el grado de Bachiller.

Más tarde ingresa en la Facultad de Medicina de la  Universidad de La Habana, donde cursa solo dos años de la carrera.

Como individuo de alta cultura fue único en nuestro medio.  Aficionado a la música desde muy joven, Alberto Fonseca fue un gran músico y para él no tenían secretos las obras maestras de los grandes genios artísticos que conocía a fondo e interpretaba con maestría inigualable en numerosos instrumentos (violín, viola, clarinete, guitarra, violonchelo, flauta). Fue músico de la Orquesta Filarmónica del Liceo de Regla.

Hacia 1884 su familia se traslada a Santiago de las Vegas y él se dedica al magisterio. Crea una escuela privada y rivaliza con los maestros de superior calidad Tomás A. Cervantes y José Mikleff.

En 1899 al reorganizarse la enseñanza pública por el Gobierno Interventor americano, es designado en febrero de 1900 para ocupar la dirección de la escuela “F”, cargo que desempeñó hasta 1923 en que se acogió a la jubilación. Continuó impartiendo clases particulares en su casa, hasta pocos días antes de su deceso.

Existe una descripción de su persona: alto y delgado,  frente amplia, frente de pensador y de erudito, ojos vivos, nariz semi-roma sobre la que van los anteojos de oro, cabellos canos peinados hacia la nuca, barba a veces rala, a tiempos crecida; la boca pequeña de labios gruesos, sin apenas una arruga en la cara.

Autodidacta por excelencia, fue un hombre de vastos conocimientos: Políglota (dominaba el latín, inglés, francés y alemán), filósofo, físico y matemático. Fue un poeta de los números. En una ecuación, en un trinomio, en un análisis matemático  observaba bellezas ocultas. También fue químico, naturalista, historiador, gramático, geógrafo. Fue un exquisito científico que estudiaba en todas sus manifestaciones las causas y efectos para poder conocer en detalles los fenómenos ulteriores y como investigador fue hasta sus últimos momentos un cerebro privilegiado, que ya en edad avanzada hacía derroche de memoria extraordinaria y realizaba investigaciones en el campo de la electricidad con señalados éxitos. Educó a tres generaciones de ciudadanos en nuestro pueblo. Salieron de sus aulas profesionales de valía: maestros, escritores, médicos, abogados, ingenieros. Se le llegó a considerar el más viejo de nuestros maestros y el más maestro de nuestros viejos.

Fue Fonseca un hombre con un talento enorme, con un gran caudal de conocimientos, que sabía tanto y tan bien de las riquezas y las miserias humanas; que tenía un gran corazón, un corazón mayor que su talento si esto hubiese sido posible; que resultaba un personaje inspirador. Decía siempre lo que pensaba y sentía, aunque ello le ocasionara graves perjuicios. La lógica más convincente acompañaba sus palabras sin dejar lugar a dudas. Sus prédicas de mejoramiento humano y universal por el amor entre todos los hombres hizo que no sólo fuere el maestro de matemáticas, de física, de historia, sino el mentor de juventudes: el maestro que llevaba al corazón y la mente de sus alumnos la vigencia de ser humanos, de ser libres, de ser hombres en la más amplia expresión de la palabra. Cuando la venda de la primera juventud impedía la visión amplia de las cosas, supo arrancarla de los ojos de sus alumnos, señalándoles derroteros luminosos a seguir, inoculando en aquellas almas juveniles una pequeña parte de la savia fecundante de su mente privilegiada.

Casa de Alberto Fonseca en Santiago de las Vegas.

Acogido a la jubilación se aisló del mundo porque le asqueaban las luchas estúpidas de los hombres. Optó por hacer una vida ascética. A manera de ermitaño de la enseñanza, se recluyó en su hogar  y allí entre libros a los cuales pudiera añadir muchas cosas, pasó el resto de su vida dedicado a las labores educativas. A pesar de su edad, a pesar de las amarguras de la vida, a pesar de los fracasos y dolores íntimos, Fonseca continuó labrando cerebros y moldeando espíritus juveniles, para lanzarlos preparados convenientemente al rudo combate por la existencia.

Publicó mucho en la prensa local. Utilizaba el seudónimo de Erostrato. Fue socio del Centro de Instrucción y Recreo.  Por sus grandes méritos y su contribución al desarrollo educacional, cultural y social de la institución recibió la distinción de Socio de Honor del C.I.R.

Alberto Fonseca y Jiménez falleció en la ciudad de Santiago de las Vegas el 19 de agosto de 1939 cuando contaba con 77 años de edad.

Quién fue Alberto Fonseca en la vida educacional y cultural de Santiago de las Vegas, no sólo en tres cuartos de siglo que le tocara vivir sino en los años que le subsiguen está todavía por determinar. Muchos no lo comprendieron y hasta seguramente algunos en su ignorancia lo menospreciaron; condicional que siempre ha estado unida a los sabios, los videntes y los reformadores en todos los aspectos. Algunos lo vieron como un visionario o un loco.

La sociedad santiaguera, a que dedicó su caudal inagotable de enseñanza y de ciencia variada y sus múltiples conocimientos en todas las ramas del saber sin fronteras, no lo comprendió ni lo ha comprendido aún por entero y eso hace que muchos no tengan del sabio maestro una cabal interpretación ni aquilaten en total cuanto valía, cuanto vale y cuanto valdrá siempre para Santiago. La confirmación de lo que aquí se expresa viene dada en que la placa que colocó en 1945 la Asociación Más Luz en la fachada de la casa que lo vio nacer, en la calle 15 entre 2 y 4, en Santiago de las Vegas para perpetuar su memoria y reconocimiento a su labor de educación y cultura, fue removida por los actuales inquilinos en contra de todas las disposiciones relacionadas para la protección del patrimonio cultural y ninguna autoridad ha intervenido para restablecer la legalidad quebrantada.

Este trabajo cumple con el propósito de dar a conocer la figura del maestro cariñoso y modesto que fue Alberto Fonseca y Jiménez, y contribuir a perpetuar su memoria a las actuales y futuras generaciones.

Fuentes Consultadas:

  1. Alberto Fonseca, en Revista del C.I.R., Año II, No. 20, Santiago de las Vegas, septiembre 15 de 1922.
  2. Fina García, Francisco.  Alberto Fonseca en Galería de Santiagueros Distinguidos, Editorial Antena, Santiago de las Vegas, 1943.
  3. —————. El Profesor Alberto Fonseca en Santiagueros del Pasado, Editorial Antena, Santiago de las Vegas, 1959.
  4. Montoto, Francisco. Con mi Kodak, Alberto Fonseca, en Revista del C.I.R., Época II, Año I, No. 8, Santiago de las Vegas, agosto 31 de 1928.
  5. Muñoz, Félix.  Alberto Fonseca, en periódico El Ideal, Año I, No. 27, Santiago de las Vegas, diciembre 27 de 1929.
  6. ———,  ¿Por qué no se erige un Busto de Alberto Fonseca Jiménez en nuestro Pueblo?, en revista Antorcha, Año 4, No. 3, Santiago de las Vegas, enero 30 de 1949.
  7. Salinas Croche, Eduardo. 1939—Agosto 19—1959 en revista Antorcha, Año XIV, No. 10, Santiago de las Vegas, agosto 30 de 1959.
  8. Simón Pérez-Rolo, Marat. Santiago de las Vegas 300 años de historia. Octubre, 2000.
  9. Tirze, Marcos S. Alberto Fonseca, en La Voz del Estudiante, Año I, No. 11, Santiago de las Vegas, enero 3 de 1929.

                                                                                                             

 

 

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