por Leonardo Gravier | Coral Gables, Florida
Imagen: Jason.P. | Flickr |
Esto ya viene ocurriendo en Estados Unidos desde hace mucho tiempo, sólo que se hace patético en China, donde se inventó la caligrafía, la tinta (que los americanos erróneamente llaman India), los pinceles para escribir, el papel y el cálamo. El país que siempre tuvo el orgullo de la perfección de su escritura y en el que los niños pequeños escribían con rapidez y perfección sus caracteres, ya olvidó la caligrafía.
Victor Hugo, en su gran novela “Nuestra Señora de París”, cita la frase: “Esto matará aquello. El libro matará el edificio”. Citaba el espanto de los sacerdotes en la Edad Media, de donde surgió el escolasticismo, salvador de los textos de la cultura aristotélica y de los grandes teólogos; donde los copistas, monjes especializados en la caligrafía, crearon las más bellas ilustraciones en pergaminos con tintas de todos colores y con rasgos cercanos a la perfección. Aquellos monjes, que cuando no tenían pergaminos nuevos, acudían al palimpsesto, fueron los que nos salvaron, al igual que los árabes, toda la cultura de la antigüedad con su caligrafía. Los sacerdotes de la Edad Media se espantaban ante el agente nuevo que amenazaba su caligrafía: la imprenta. La cátedra y el manuscrito, la palabra escrita con bellos caracteres, se asustaba de la palabra impresa que creaba Gutenberg. No obstante, la imprenta hizo accesible la Biblia a todas las naciones.
Victor Hugo consideraba la invención de la imprenta como unos de los mayores acontecimientos que registrará la Historia.
En nuestros días, en nuestra oficina en particular, yo he podido constatar que los nuevos empleados, recién salidos de las universidades, no reconocen la letra cursiva; sólo escriben, cuando lo hacen, con letra de molde compuesta por pobres rasgos. En lo que sí son maestros es en la velocidad de escribir en el “keyboard” o teclado de una computadora, en un iPhone o en el Blackberry. Ya en las oficinas de contadores públicos, abogados, médicos y otras profesiones, se ha eliminado el papel; los archivos son “paperless”; todo está en el cerebro de las computadoras, no en los anaqueles repletos de legajos.
Esto sustituyó aquello.
Recuerdo las clases de Caligrafía, desde el primer grado de la escuela pública (Escuela 2 en mi caso); recuerdo a mi maestra Isabel Bancells (izquierda) repartiendo los pomos de tinta, con pupitres preparados para colocarlos, las plumas con mangos de madera (portaplumas) y punto (también llamado “pluma”) de metal, el papel pautado o de doble pauta; primero en un solo color azul, más adelante, cuando la caligrafía era más avanzada, el papel de doble pauta venía en color azul y en rojo. Recuerdo que en los primeros grados, nos daban un papel esponjoso; eso hacía que el niño se obligara a no presionar mucho la pluma contra el papel so pena de que el punto se trabara con el papel y creara un gran borrón. Recuerdo que cuando se hacía un borrón, mi maestra Isabel Bancells, me enseñaba a cortar la esquina de un papel secante, y con el borde del pedazo cortado ponerlo encima del borrón para que absorbiera la gota de tinta. Nunca se dejaba de practicar la caligrafía.
Caligrafía del autor. |
Cuando llegué a la educación intermedia, mi maestro de Caligrafía era Leonides Cremata (abajo, izquierda). Nos enseñaba el Método Palmer (puede descargar una versión completa digitalizada del Método original); nos corregía, si aún no lo habíamos aprendido, la manera de sentarse para escribir mejor; cómo tomar la pluma; cómo asentar el brazo en el pupitre sin poner el codo, y hacía énfasis en los ejercicios de grafomotricidad. Yo, por insistencia de mis maestros y por imitación a mis dos padres —ambos tenían muy buena letra—, llegué a tener una letra que muchos consideraban bonita. Al llegar a EE.UU. noté la diferencia entre la buena letra que tienen casi todos los cubanos y la pobre escritura de los americanos. Desgraciadamente, las generaciones de origen cubano que nos siguen, tienen en su mayoría una letra lastimosa, por no decir terrible. Muchos jóvenes recién salidos de la enseñanza secundaria no pueden leer la letra cursiva, la consideran equivalente a un jeroglífico.''
Leonides Cremata Cortada
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Yo creo que para engrandecimiento de la civilización, el hombre debe usar las modernas computadoras y perfeccionarlas aún más; pero no debe echar a un lado la escritura manual, clara y legible. No todas las personas tienen acceso a una computadora, a un iPhone, iPad o Kindle; pero aún los más pobres y desheredados tienen un lápiz, una pluma y un pedazo de papel para escribir y desarrollar la idea científica o la belleza de un poema.
Quiero terminar con un pensamiento del filósofo rumano Emil Cioran: “El progreso es la injusticia que cada generación comete con respecto a la que le precede”.
Es una lastima que ya los niños no conocen estas letras. solo escriben en letra de molde, para conveniencia de los maestros actuales, que son tan brutos que no saben leer diferentes letras. en mi epoca, que no es la de la mayoria que escriben aqui, los maestros tenian que revizar todas las libretas y nadie escribia igual.
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