por Leonardo Gravier | Coral Gables, Florida
Encima del dolor que me había producido el fallecimiento de mi primo Alberto Cortada y Romero (el Nene), con quien me crié casi como hermano, recibo la noticia del fallecimiento, en diciembre del pasado año, de Lucrecia Barrios.
Gracias a la gentileza de Arsenio Alemán, quien me facilitó su dirección, pude escribirle una carta a Lucrecia el 12 de enero de 2008. No sé si habrá llegado a sus manos o si estaba en condiciones físicas y mentales de responderme. No recibí respuesta a mi carta.
Los seres humanos tienen tres estados: la vida, la muerte y el estado de coma o vegetativo. Pero los cubanos tienen un cuarto estado: la ausencia. Pero la ausencia a la que me refiero no es la institución de Derecho Civil o la canción de Jaime Prats (ausencia quiere decir olvido…). Nuestra ausencia es la del que se va de Cuba; en ésta, los que se quedan casi nunca vuelven a saber de él, los que se van casi nunca vuelven a saber de los que dejaron. Así nos pasa con muchos seres queridos. Por una razón o por otra, desaparece el flujo de la comunicación.
Lucrecia Barrios estuvo muy presente en mi niñez. Había sido la alumna predilecta de mi madre y ella le había correspondido con todo el cariño que sólo una hija puede prodigar. Lucrecia era un ángel y le sobraban atributos para ser considerada como tal. Sus familiares estaban ligados a nosotros. El Procurador Barrios era el amigo de mi padre que usaba en la procura con sus clientes. El hermano de Lucrecia era el amigo de todos, trabajador muy serio y gran cantante. Lucrecia fue también mi maestra, y junto a Leonides Cremata y a Isabel Bancells, una de mis profesoras inolvidables.
Antes que yo comenzara en la escuela, siendo aún un niño majadero, me tranquilizaba con sus cuentos y otros relatos que incitaban mi curiosidad. Mas como persona brillante y lectora asidua y culta, sus cuentos eran sacados directamente de la mitología griega: Teseo, el Vellocino de oro, Dédalo y el laberinto, etc. ¡Qué dulce era! ¡Cuánto la quise!
Lucrecia se graduó con honores de la Escuela Normal para Maestros y fue mi maestra de tercer grado en la Academia Gacio, era muy religiosa y magnífica educadora.
¡Dios la acoja en su seno!
Gracias por estos recuerdo! Yo fui a la academia Gacio pero no me acuerdo de tatos detalles. Muchisimas gracias por esta historia.
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