jueves, 10 de junio de 2010

Chacolo y la Acrópolis de Santiago de las Vegas

por Rafael Solís (Felito)

Apenas unos pasos me separan de las columnas dóricas del Partenón, símbolo supremo de la herencia cultural griega que está en la base misma de nuestra civilización occidental. Me acerco a una de las columnas y, reverente, la toco para fundirme con siglos de grandeza histórica. En ese instante vienen a mi mente los momentos cumbres de la historia de la filosofía y literatura griegas. Y en ese instante definitorio para un cubano-españolito humilde que ha realizado su sueño de ver lo que en sus años universitarios eran sólo bellas imágenes evocadas por su profesora de literatura clásica, viene a mi mente el recuerdo de alguien que mucho antes que mis profesores universitarios me habló de Homero, Pericles, la democracia ateniense, las Guerras del Peloponeso, la Guerra de Troya y de cuanta grandeza aportara al mundo la Grecia Clásica. Ese alguien fue un santiaguero llamado Henry Blanco Cremata, alias Chacolo (a la derecha, y abajo con Reynaldo González en el Parque Viejo en 1952), hombre cultísimo que a partir de los bancos de nuestra Acrópolis santiaguera del Parque Viejo nos legó su amor por la filosofía (hablaba de Kant y de Heidegger con la misma familiaridad que hablábamos nosotros los más jovenzuelos de los últimos cantantes), la literatura, la música y todo lo culto.


Aquellas tertulias chacolianas del Parque Viejo no tenían nada que envidiar a las clases maestras que luego recibí en las universidades de La Habana y Berlín. Gracias a aquellas tertulias la palabra cultura llegó a tener un significado decisivo en mi vida. Y puedo decir, sin temor a equivocarme, que esas tertulias han tenido un peso fundamental en los éxitos cosechados a lo largo de mi trayectoria profesional. Allí, reunidos en torno a Chacolo, tuve el privilegio de conocer a santiagueros como Jorge Brito, quien me llevó al Amadeo Roldán para escuchar por primera vez la 5ta Sinfonía de Beethoven, algo que me marcó definitivamente en lo tocante a la música. Allí conocí a Fischer, nuestro Plácido Domingo, con quien aprendimos a amar la ópera y la zarzuela, así como a escuchar nada menos que a Wagner. ¿Cómo olvidar las dotes de declamador de Hugo Marrero cuando se inspiraba y nos regalaba esa joya de Rubén Darío titulada Los motivos del lobo? Otro gran declamador lo era Agusti, graduado de dramaturgia y que se expresaba en un español cervantino en el que nos regalaba joyas del teatro español clásico. Allí estaba también otra persona cultísima y de elegancia y maneras proverbiales, a quien justo por esto último llamaban el inglés. Hablo de Mario Arias. Presente estaba también nuestro Picasso santiaguero, el pintor Erasmo, quien organizaba talleres en el Jardín Begonia para enseñarnos a dibujar y quien nos puso delante de Van Gogh y Cézanne. Y claro, nuestro amigo Helio Orovio, enamorado de cuanta mulata hermosa encontrara a su paso, se dejaba caer de vez en cuando por allí para hablarnos de literatura y música. Muchos otros, de cuyo nombre sí quiero acordarme, pero no puedo, se acercaron allí a sembrar para que nosotros recogiéramos los frutos, lo que hicimos con profunda gratitud.
A todos ellos mi más sentido agradecimiento por haber contribuido decisivamente a mi formación.
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Primera imagen cortesía de Rafael Solís; segunda imagen de la colección de Isabelita Brito.

3 comentarios:

  1. Chacolo
    En Santiago siempre hubo una serie de personajes, que de una forma u otra, nos legaron una serie de ensenanzas, que como el Sr. Solis,las de Chacolo, le sirvio, para hacer mas llevadera la carga universitaria.
    Durante algun tiempo , en aquel entonces, la decada de los 50 y pico, Humberto Perez, el del Banco Garrigo, y el que suscribe eramos los una y carne de Chacolo, el cual ademas de darnos buenos consejos e incluso algunas pinceladas culturales nos enseno a manejar en aquel viejo FIAT, propiedad de su padre.
    Tambien compartiamos la membresia de la Liga Metodista de Jovenes, y la asistencia los servicios religiosos de la Iglesia Metodista.
    Chacolo de una forma u otra influyo en ese entonces en estos dos jovencitos inberbes, que compartimos algun tiempo de su vida en aquel Santiago que no volvera.
    Dios lo tnga en la gloria.

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  2. Confieso que mi disfrute está en leer esta página. Sin embargo alguna vez, como ahora, estoy tentado a realizar un comentario y es que Santiago fué un pueblo sensacional, era como un micromundo con miles de rincones materiales y espirituales. Disfruté mucho la anécdota de Solís, me transportó en el tiempo y esa foto, con la escuela como fondo me formó un nudo en la garganta. Esto me hizo recordar además cuántos hombres y mujeres de notoriedad vivieron y andan por el planeta haciendo historia, aún cuando sea en pequeños aportes. Surgieron notables profesionales, deportistas, artistas.... en general personas de muy alevada formación moral y ética... es que existe por ahí una especie de "microclima social"?... no sé pero es muy agradable, levantar la vista al infinito cercano, sonreir consigo mismo y sin verguenza o falsa modestia pensar: soy Santiaguero!

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  3. Es cierto conoci de los conocimientos de estos personajes cuando estaba ebn la liga Metodista y ahi veo a mi amigo Enio esposo de Vivian y tambien recuerdo a Fisher y a Walter y a su mama lo oia cantar desde el patio de mi casa en el Tessie , maravillas de nuestro querido Santiago y de su poblacion tan culta , y humana pues eso lo llevamos muy adentro , gracias por hacernos recordar ,Delys41325@hotmail.com

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