lunes, 16 de marzo de 2009

Perfiles santiagueros: Ela María Ester Gallol de Villamil y Torres

por Herminia Díaz Gravier

Hay una sección en la revista Selecciones que se titula: Mi Personaje Inolvidable. Pues bien, yo tengo Un Personaje Inolvidable en mi corazón.
Se trata de mi abuela. Excepcional criatura por la pureza de su alma, por tantos dones que recibió de Dios, haciéndola célebre por su generosidad, nobleza, caridad, paciencia y tantas virtudes que albergó en su corazón de hija, hermana, madre, esposa, tía, abuela y por supuesto de amiga. Su nombre, Ela María Ester Gallol de Villamil y Torres, mi abuelita Ela (a la izquierda, a los 23 años).
Mi abuela nació el 28 de octubre de 1893, y se crió en un hogar lleno de virtudes. Hija del Doctor Bernardo Gallol de Villamil y Campos, ilustre médico por su sabiduría, bondad y generosidad, quien siempre decía que la medicina era un sacerdocio, una entrega total al servicio de la humanidad. Su madre, Manuela Torres Ferrol fue una mujer dulce, generosa y exquisita, como madre, esposa, hija y hermana.
A propósito de su padre quisiera incluir una pequeña anécdota. Por su bondad como médico, todo el pueblo lo adoraba, ricos y pobres. Cuando murió y lo llevaban a enterrar el pueblo no permitió que lo llevasen en un carro y el féretro lo cargaron en hombros. Me contaba mi abuela que las mujeres lloraban como si se tratase de un familiar muy querido y que toda la calle por donde habría de pasar el sepelio fue cubierta de flores hasta el mismo cementerio. Creo que fué el entierro más emotivo en la historia de Santiago de las Vegas. El Diario de La Marina de La Habana, en su primera página, publicó un reportaje bien extenso con una foto del sepelio que solamente la misma abarcaba media página.
Quisiera agregar que mi abuela tenía en la sala de mi casa un cuadro de Bernardo, hecho al óleo por el pintor Santiaguero Norberto Garbalosa, pariente mío por parte de mi padre, Ygnacio Díaz Garbalosa. El caso es que muy a menudo pasaban por mi casa muchas personas mayores y pedían permiso para mirar el cuadro. Muchas de estas personas se ponían a conversar con el retrato, también a veces lloraban. Mis hermanos y yo que éramos pequeños, nos escondíamos para ver estas escenas y solíamos reír pensando que estaban locas. Ya, más tarde, comprendimos que la razón que motivaban las escenas: era el cariño y la gratitud que el Dr. Bernardo Gallol dejó en tantos corazones.
Volviendo a mi historia, mi muy querida abuela Ela, hija mimada, se enamoró desde los siete años del que más tarde fue su esposo: Víctor Enrique Darío Gravier Delgado (a la derecha). Hombre cabal, de honra y orgullo por la práctica del bien y la justicia, incapaz de hacer una mala acción. Un caballero en toda la extensión de la palabra, sin que jamás nada manchase su honor, reputación, hombría e hidalguía.
A ninguno de los dos jamás escuché decir una palabra soez ni vulgar. Siempre hablaban en un lenguaje pulcro y decente. Nunca escuché de sus labios nada prosaico ni grosero ni siquiera en momentos de indignación en los que a veces perdemos el control de las palabras. En fin, dos seres excepcionales, admirados y queridos por todos aquellos que les conocieron.
Mi abuela se comprometió con mi abuelo a los catorce años. Fue un noviazgo a escondidas, se mandaban cartas a través de tías de mi abuela. Cuando Bernardo, su padre, se enteró de este noviazgo se opuso pues decía que mi abuela necesitaba cuidados especiales ya que muy joven había padecido de los pulmones y necesitaría llevar una vida holgada, la cual mi abuelo Darío no podría dar puesto que trabajaba como tabaquero y su salario no era muy significativo. A pesar de su oposición el amor prevaleció.
Bernardo, tratando de que ella lo olvidara, la mando a casa de parientes que vivían lejos, como en el Mariel, la Habana y otro pueblecito llamado Quiebra Hacha. Todo fue inútil. Ni la distancia ni el tiempo logró borrar el amor que se tenían. Cuando mi abuela tenía ya veintiún años su padre la llamó y le preguntó si renunciaba al amor de mi abuelo. Ella le dijo que no, que si no se casaba con él no lo haría con nadie. Entonces Bernardo le explicó que él no tenía nada contra Darío, al contrario, que reconocía en él a una gran persona con muchas virtudes, sólo que no poseía una posición económica suficiente para darle a ella una vida holgada como ella estaba acostumbrada, pero que no obstante si el amor de ellos estaba dispuesto a superar todos los obstáculos, que fuese a hablar con él para formalizar el compromiso.
Mi abuelo Darío inmediatamente se presentó ante Bernardo y formalizaron el compromiso. Pronto se casaron y puedo garantizar que fueron sumamente felices, como ninguna pareja que yo haya conocido jamás. Penurias económicas jamás sufrieron. Mi abuelo pudo darle una vida holgada y cómoda. Pero no todo es alegría en esta vida, muchas penas sufrieron. Tuvieron ocho hijos y solamente lograron dos, el primero Enriquito y la penúltima, que es mi mamá, Soledad. Los otros seis murieron, por distintas razones; y la más dolorosa de todas, Manolita, de tres años de edad, por una meningitis.
Más tarde, tenía mi mamá cuatro años y mi abuela cayó en cama por una extraña enfermedad. Empezó con fiebres y después una parálisis general. El Dr. Ramírez, el médico que la atendió, no encontraba un diagnóstico para el mal que la aquejaba. Mi abuela se autorecetó un fuerte purgante para que le agilizara el vientre y gracias a eso se salvó. La parálisis solo le quedó en la pierna derecha, de la rodilla para abajo. Pasaron los días y mi abuela seguía con la pierna inmobilizada, entonces mi abuelo fué a ver al Dr. Certuche, famoso ortopédico de la época. Cuando mi abuelo le relató el proceso de la enfermedad el doctor le dijo: Señor, sepa que su esposa lo que ha tenido es una poliomelítis aguda y en mi vida de médico solo he tenido tres casos en personas adultas y los tres murieron. Por tanto su esposa está volando en aeroplano. (En aquella época volar en aeroplano era un riesgo muy peligroso).
A propósito del Dr. Certuche, valga la pena decir que fue uno de los 45 estudiantes de medicina falsamente acusados de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo Castañón, y que por el supuesto delito ocho de los estudiantes fueron fusilados el 27 de Noviembre de 1871.
Volviendo a mi historia a partir de esta enfermedad la vida de mi abuela se complicó, inválida, con dos hijos pequeños y con un marido joven. El médico le recetó un aparato de hierro y cuero que pesaba una barbaridad para que pudiese caminar. El aparato un día se le dobló y la dejó tirada en la acera. Ella le dijo a mi abuelo: Olvídalo, ve a la casa y tráeme las muletas, que este aparato no lo vuelvo a usar. Desde entonces mi abuela continuó su vida con la ayuda de las muletas.
Jamás mi abuela renegó de su enfermedad, nunca escuché de sus labios una palabra de queja. Todo lo contrario, siempre fue una mujer cristiana, optimista, generosa y llena de ilusión. Manejaba las muletas con gran destreza, cocinaba, fregaba, cosía, en fin, hacía de todo menos limpiar el piso pues ya eso se le dificultaba demasiado. Nos crió a mis hermanos y a mí. Nos bañaba y atendía hasta que llegaba mi mamá. Mi abuela fue una gran pianista y fueron muchos los que aprendieron a tocar el piano con su ayuda, entre sus alumnos más aventajados podemos contar a mi mamá Soledad, sus nietos Elita y José Ignacio, su sobrino Guillermito Rueda y Teté Piñera, solo por nombrar algunos.
En Semana Santa ella siempre colaboraba con los arreglos de la Iglesia. Hacía muchos adornos con las palmas para adornar el altar el Domingo de Ramos. Remendaba las cortinas rotas y además el manto de la Virgen de los Dolores para la Semana Santa fue hecho por ella, y el traje diario de la Virgen fue hecho por su abuela.
Mi abuela vivió enamorada de mi abuelo y él le correspondía con la misma intensidad. Fueron verdaderamente un matrimonio perfecto. Vivían felices, jamás les oí discutir. Siempre estaban juntos, compartían los mismos gustos e incluso mi abuela dejaba de ver la televisión por estar al lado de él. Siempre practicaron la caridad y la compasión, fueron muchos los que comieron de su mesa y jamás un necesitado salió de mi casa con las manos vacías.
Tuvieron una vejez tranquila hasta que mi abuelo murió a los setenta y nueve años. Mi abuela (a la derecha, a los 77 años) nunca se repuso de esa pena, pues perdió todo interés en la vida después de su muerte. A pesar de ello, lo sobrevivió seis años y el 2 de Septiembre de 1972, un mes antes de cumplir los ochenta años partió y entregó su alma a Dios.
Yo vivo orgullosa de mi abuela, es la persona que mas he admirado en mi vida y estoy segura de que actualmente Ela y Darío se encuentran gozando las delicias del Cielo porque tuvieron misericordia y amor para todo aquel que cruzó por sus vidas.
La familia del Dr. Gallol en 1913. El coche del Dr. Gallol.

7 comentarios:

  1. Hola, me ha conmovido este articulo, mientras mas leia me parecia una novela de amor y me entusisasmaba, pensando igualmente q podria hacer para q el dia de manana mis hijos y nietos hablaran asi de mi,ja!
    Maravillosa vida la de esos seres queridos, Dios los guarde siempre y vivan eternos en su gloria.

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  2. cuantos recuerdos, que escrito tan hermoso, aun tengo los ojos humedos al acordarme de Ela, fue tan cariñosa siempre y de Dario que se puede decir....nunca los olvidare........
    abrazos,

    j. alberto vigoa

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    1. Ay Alberto, no sabes el gusto que me dio leer tu comentario pues se que te salio del Corazon. Tu siempre has sido digno de admiracion, tienes un corazon inmenso, eres como ellos, compasivo e inmensamente generoso. Yo se bien lo que vales y te admiro muchisimo. Un abrazo de Minin

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  3. Estimada amiga Minin ... tu magnifico artículo acerca de tu querida abuelita y familia es uno de los más puros, bellos y sentimentales trabajos que se han publicado en este noble esfuerzo publicitario que entre muchos estamos construyendo para perpetuar no solo la historia ... sino la vida de muchos seres humanos que como tu querida abuelita, tus abuelos y toda vuestra distinguida familia representaron lo mejor y más noble de aquel ... Santiago de las Vegas de ayer ... y de siempre ... sinceramente, vuestro amigo y coterráneo Carlos Valiente Romero,Jefe de Redacción, "Santiago de las Vegas en Linea".

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  4. No encuentro palabras para expresarte cuanto me ha agradado esta historia de tus queridos abuelos y a pesar de el tiempo transcurrido yo recuerdo al pasar por el pedacito de la calle 4 estar viendo a tu mama y a tu abuelita y muchas veces a Margocita la mama de Nilia Gravier tambien primas de Uds,esta ultima mi primera maestra de kindergarten(Cuantos recuerdos y cuantas imagenes vienen a mi memoria,tu relato es una verdadera historia de amor,gracias por compartirla con quienes tuvimos la dicha de vivir en ese Stgo de ayer. BettyLucio.

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  5. BELLA HISTORIA DE AMOR LA DE LOS ABUELOS DE HERMINIA, MARIELA Y JOSE IGNACIO. SU ABUELA A PESAR DE ESTAR ENFERMA COMO BIEN DICE ELLA NO PERDIO LA FE. AUN RECUERDO A MI MADRE HABLAR DEL DR. GALLOL, UNA INSTITUCION DEL SANTIAGO DE LAS VEGAS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. GRACIAS POR COMPARTIR CON TODOS LOS SANTIAGUEROS TAN BELLA HISTORIA. LUCIA ALVAREZ

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  6. Hola Que sorpresa me lleve al leer este articulo. Yo soy de Argentina, y mi apellido el GALLOL. Hasta ahora nunca pude encontrar a nadie que comparta mi apellido en este pais. Me comentaron que provenia de algun lugar de España, mis bisabuelos emigraron a Argentina escapando de la guerra civil española. Me encantaria que te contactes conmigo y poder obtener mas informacion. Seria una gran sorpresa para mi encontrarme con que un ancestro mio se a dedicado a las ciencias medicas tambien.

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