por Jorge Marrero A mediados de la década del 1950, casi se extinguió la Logia AJEF Justo Torres por falta de miembros, pues al llegar a la edad reglamentaria de pasar a la masonería, aquella juventud florida y que tan buen impulso le dio a la logia, pasó, la mayoría de ellos, a la logia Los Templarios, auspiciadora de la misma. Tal era la situación de la membresía de la logia que la cámara nacional ajefista vino en su ayuda, pidiéndole a algunas logias de la ciudad de La Habana que acudiesen fraternalmente a fortalecerla... y así lo hicieron. Las principales luces fueron ocupadas por estos hermanos, así como sus columnas. Los ajefistas que quedaron, o que no tenían edad para pasar a los Templarios, se dieron a la ingente tarea de buscar nuevos miembros, que fortalecieran sus columnas. Así ingresamos un grupo de jovencitos, muchos provenientes de otras fraternidades como los Hijos de la Luz y los Odd Fellows juveniles, y acudimos prestos a salvar a la decana de las logias juveniles de la masonería en Santiago. Si mal no recuerdo, nos iniciamos cerca de una docena de estos jóvenes, a tal punto que en las próximas elecciones ya el 100 % del cuadro éramos de Santiago de las Vegas, apoyados, claro está, por los hermanos de la Logia Los Templarios, que si mal no recuerdo los principales eran de la familia Pérez-Barcarlos, que vivían en la calle 15 casi esquina a 10. Así fue el renacer de la Logia Justo Torres. De la pléyade de jóvenes que integramos el nuevo cuadro se destacaban los Pérez-Barcarlos, José Blanco, Mario Suárez Cao, Evelito de la Teja, Guido Sánchez, Jorge Portuondo, Humberto Pérez, y otros que se me escapan de la mente, pues han pasado más de 50 años. Aún recuerdo las palabras de saludo que se hacía a la bandera cubana: "Y a ti, bandera cubana, obra y gloria de masones, que tu solitaria estrella brille en todas las naciones".
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