La casona de mis abuelos

¿Recuerda usted las casas de Santiago de las Vegas? Las casonas coloniales, con sus centenarias tejas, patios y zaguanes; las construcciones afrancesadas con sus balaústres y clásicas proporciones típicas de la Cuba republicana (como el chalet de Concepción Díaz Marrero de la calle 2 y 11); los pintorescos bungalows de madera de la calle 17; las casas de inspiración ecléctica, como la romántica "Villa Rosa" de la calle 2 entre 9 y 11; las modernas fabricaciones Art Decó, como la del alcalde Benjamín (Mino) Rodríguez Camero, de la calle 4 entre 7 y 9; y las modernísimas casas minimalistas de la década del 50, como la de Carlos Valiente Romero en la calzada de Managua; todos estos estilos se codeaban en nuestras calles para tejer un entorno de singular interés y belleza. Hoy nos cuenta Francisco Fina García (a la izquierda), historiador municipal a mediados del siglo XX, cómo era la casa de sus abuelos, lugar mágico que inspiró los sueños de su niñez. A los parientes de este ilustre santiaguero - o a cualquiera que lo sepa - le pedimos hoy nos comuniquen dónde se hallaba esta romántica casona, si aún está en pie, y por supuesto, si disponen de fotografías de ella para publicar en nuestro sitio.

Entre las amplias y típicas casonas coloniales de nuestra ciudad, recordamos aquélla en que vivían nuestros abuelos. Aún perdura viva en mi recuerdo la vieja casona de mis abuelos, de alto puntal y prolongado alero, bajo cuyas líneas tres amplias ventanas de rústicos balaústres sobresaliendo de la pared descansaban sobre un apoyo de un metro más o menos de altura. Un ancho portalón daba acceso a la señorial mansión, que al traspasar sus umbrales, daba paso al zaguán que era utilizado como cochera. Contiguo al zaguán, el estrecho y largo comedor que comunicaba con el espacioso patio de aspecto andaluz y dando acceso al patio unas persianas, que lucían en la parte superior una bella celosía de variados colores, que al recibir el beso del sol proyectaba sobre las paredes su policromía de matices. Una serie de reatas daban su hermoso esplendor, ofreciendo la fragancia y los matices de sus flores, poniendo un marco de singular belleza. En el centro del ancho patio se levantaba una alta pajarera, en cuyo interior, véanse aves que revoloteaban y trinaban. El recuerdo evoca aquel espectáculo maravilloso, en que los visitantes se quedaban extasiados contemplando los amarillos canarios, los rojos cardenales, los azulados azulejos, los negros mayitos, las verdes mariposas, así como el canoro sinsonte que formaban un conjunto encantador. Otras dos cosas llamaban poderosamente mi atención infantil: el aljibe, oculto bajo las anchas y gruesas baldosas isleñas que revestían el patio, porque nos causaba en el espíritu una profunda impresión de temor al acercarnos al brocal, y los venados, que con tanto celo criaba mi abuelo en el traspatio. Y como reyes de aquel palacio de maravillas, mis abuelos, venerables ancianos, cuyas cabezas cubiertas por la nieve de los años ponían en aquel marco soñador la música de sus palabras plenas de cariño, para hacer más gratas aquellas horas de inefables recuerdos de mi tierna infancia, como una emocionada página de mi vida. -Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas

Si usted dispone de fotografías de casas santiagueras, ya sea por dentro o por fuera, ¿porqué no las digitaliza y nos las envía para incorporarlas a la colección de Santiago de las Vegas en Línea? Es la mejor forma de conservar nuestro patrimonio arquitectónico, para hoy y para siempre.