¿Cómo eran sus Reyes en Santiago de las Vegas? Quisiéramos recopilar diversas experiencias sobre el día de los Reyes Magos en nuestro pueblo. ¿Porqué no se anima a escribir, como lo hicieron Consuelo Hernández Basabe e Ismael Balido? ¡Estamos esperando!
Consuelo: ¡Ay, cuántos recuerdos me trae este día de los Reyes Magos! Desde que amanecía, se tiraban los niños para la calle con sus jugueticos, disparando con las pistolitas de fulminante, las niñas enseñando sus muñequitas, los niños con sus patines, carriolas, bicicletas... Todos los padres, fueran ricos o pobres, procuraban que su niño por la mañana encontrara un regalito de los Reyes Magos. No debajo del arbolito, porque cuando éramos niños no muchas personas lo ponían, era más bien en las tiendas que los había. Los regalos, por lo menos en mi casa, Pipo y Mima los ponían en la cama y cuando nos despertábamos, ya estaban ahí. No era como hoy, eran pocos regalos y muy sencillos. También a veces lo ponían en los zapatos; recuerdo que una de las revistas del pueblo tenía una ilustración así. El primer arbolito que recuerdo ver en una casa particular, fue en casa de Gacio el maestro. Y el primero en mi cuadra (calle 14 entre 15 y 17) fue el de Nancy Guerra. Eran arbolitos artificiales, comprados en la tienda, y eran chiquiticos, como de 2 ó 3 pies. Tenían lucecitas eléctricas y todo. ¡En La Habana sí que los había bonitos! Nosotros nos metíamos en las tiendas a mirar - eran casi como los de hoy. Ismael: Yo por mi parte recuerdo que la máxima ambición mía y de mi grupo de amigos era que nos trajeran guantes, bates y pelotas, y desde muy temprano en la mañana, todavía con la hierba mojada con el rocío de la noche, salíamos a jugar, bien sea a un terreno que había en la calle 17 y 0, por donde estaba la ceiba, o bien un terreno pequeñito donde después se fabricó la casa de José Badía, o en la esquina de Doble Vía y la calzada de Managua, donde después se fabricaron varias casas y la heladería Tropic-Cream; o si no en la finca de Evelio Pou, y si estaba disponible, en el estadium municipal. También a veces nos íbamos para los terrenos que estaban detrás de la Escuela Técnica Industrial en Rancho Boyeros. En fin, buscábamos el terreno donde pudiéramos jugar. Consuelo: Recuerdo que mis padres, aunque fuera un cartucho de galleticas y una monedita de 25 centavos, algo nos esperaba por la mañana, porque no siempre la situación era para juguetes. Pero nosotros, felices, y nos íbamos para la calle, con el dinerito, para la tanda del cine que empezaba desde la 1 con películas de vaqueros y tiroteos, comedias, muñequitos... Imagínense los niños gritando, disparando sus pistolitas, enfín... ¡Uno salía con un dolor de cabeza! Pero no había quien lo arrancara a uno de allí. Y entonces se rifaban juguetes en los cines, en un intermedio que hacían, donados por los comerciantes y vecinos pudientes de la localidad. Un año, cuando mi hermana Yolanda tenía como 5 años, fuimos a la tanda del día de los Reyes, y ella tenía puesto un vestidito azul con lazos, y estaba monísima. Y cuando el señor que iba a anunciar los ganadores de la rifa la vio, dijo que quería que ella fuera la que sacara las papeletas ganadoras. Ella estaba que no cabía de contenta, y al final le regalaron un juego de mesa de lo más bonito. Me acuerdo que cuando éramos chiquitos y no íbamos a la escuela, mi mamá nos ponía en la Creche. Un año, el día de los Reyes, el gobierno mandó juguetes, y a todos los niños nos dieron juguetes buenos. A mí me dieron una muñequita vestida de rosado, que para mí era el tesoro más grande del mundo. A mi hermana Eloína, una vestida de azul; y a Tito mi hermano, un revolver de fulminante de vaquero, grande y niquelado. Tito estaba fascinado. El día de los Reyes era un día que no había clases, que lo mismo para el que recibía una bicicleta, que para una niña con una muñequita de trapo, era un día especial. Era el día de los niños, de andar mataperreando todo el día por la calle.
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