No sólo fauna y paisajes pintó la acuarelista santiaguera Adela César en aquella optimista década del 1920; su pincel captó también las sutilezas de la naturaleza muerta, como podemos apreciar hoy en esta ágil interpretación de ajíes y tomates. Si aceptamos que cada pincelada del artista es un acto de voluntad, calculada con estrategia y con la intención de crear un efecto determinado en el espectador, bien pudiéramos preguntarnos qué avenidas de la imaginación habrá recorrido Adela para llegar a esta presentación. ¿Porqué, por ejemplo, habrá puesto los dos ajíes en tal posición, que se acarician al centro? ¿Porqué tendrá tres tomates el de la izquierda, el que nos muestra su parte superior? ¿Y porqué sólo uno el de la derecha? ¿Tendría algún simbolismo, algo que quería comunicar la artista? ¿O sería una decisión al azar? Jamás lo sabremos, pero si usted tiene su propia opinión, puede compartirla con nosotros mediante el enlace "¡Toma la palabra!" que aparece debajo del título de este artículo.
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