El mundo, indiscutiblemente, ha cambiado, y lo que ayer pareció normal hoy puede parecer raro, curioso o incluso cruel. Así es el caso de las peleas de gallos, antes una pasión cubana, hoy rechazadas por los que apoyan los derechos de los animales. Sin juzgar a nuestros antepasados, hoy le ofrecemos una interesante anécdota santiaguera del siglo XIX publicada a mediados del siglo XX por Francisco Fina García en Tradiciones y Leyendas:
Vivió en esta población hace más de una centuria, un sevillano conocido por Toribio, que llegó a conquistar fama y renombre en los alrededores como criador de gallos de extraordinaria calidad, por el número de peleas que ganaban, en lucha con los mejores de todo el contorno. Sabido es, que las lidias de gallos ha sido a lo largo del tiempo el deporte favorito de nuestros campesinos, considerándose como una de las cosas típicas de Cuba, llegando a figurar entre las más antiguas tradiciones cubanas. Raro era el lugar de nuestra Isla, donde por pequeña que fuera el poblado o sitiería, no existiera una valla de gallos, donde los domingos, para disfrutar del asueto, concurrían nuestros guajiros, trayendo su “jerezano”, su “giro” o su “malayo”, para cazar una pelea, apostando varias onzas de oro al triunfo de su preferido. Cuéntase, que los gallos de Toribio, eran tan buenos, que resultaba difícil perder una pelea; por lo que dieron oportunidad a este famoso criador de ganar gran cantidad de onzas de oro, dándose el caso, que en ocasiones no se podía cazar una pelea, porque los apostadores no lo hacían contra los gallos de Don Toribio, aunque en ocasiones se dieran grandes logros al contrario. Se afirma, que a pesar del tiempo transcurrido, no ha existido en nuestra ciudad criador de gallos, como Toribio, cuya fama ha llegado a nuestros días, como el más célebre criador y lidiador de gallos en estos contornos, para ganar un sitio en las páginas de la historia local y hacer perdurable su nombre a través del tiempo y la distancia.
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