Vivió entre nosotros un señor venido de la península, que estableció un puesto de ventas de viandas y frutas, en la calle once, junto al actual Bar Moderno, en unas pequeñas casitas coloniales que el progreso barrió hace años. Este señor era un tipo inocente y bonachón, con poca experiencia y conocimiento del carácter cubano y de la maldad de algunos, que no desaprovechan la oportunidad, para hacer víctimas de sus engaños a sus semejantes. Se cuenta que este bueno de Don José fue protagonista de varios hechos, que le dieron fama en la localidad por las cosas ocurrentes en que participó como víctima de los que gustan de hacer mofas y maldades a los demás. En cierta ocasión y aprovechando el desconocimiento del improvisado comerciante sobre nuestra fauna avícola, se le presentó en el establecimiento un joven, el que le propuso la venta de un gallo inglés (a la izquierda) y a muy bajo costo. El cándido José se apresuró a comprar el ave introduciéndola en la pequeña jaula ubicada debajo del mostrador, abonando al joven la cuantía. Tan pronto como introdujo el célebre “gallo” en la jaula, donde le haría compañía a varios pollos y gallinas, se formó una de cacareos y revuelos, que a pesar de las continuadas intervenciones de Don José, no tenían fin. Así transcurrieron varias horas hasta que un amigo y vecino del comerciante, que visitaba la famosa “venduta” de Don José, advirtió la presencia en el gallinero de una lechuza, a lo que asombrado ante el espectáculo e interrogándole el motivo de tener en la jaula el raro animal y conociendo el cliente la causa por lo que le había contado Don José, le dio al indocumentado comerciante una lección sobre el ave rapaz e informándole que había sido engañado, ya que en Cuba no era comestible la lechuza. Mostró su molestia el sano comerciante, no tan sólo por el engaño de que fuera víctima; sino que también por haber perdido unas pesetas en este mal negocio de comprar lechuza por gallo inglés. -Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas
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