¿Recuerda las palmas reales del Parque Martí? Pues bien, estas ocho palmas, regias y elegantes, no son palmas comunes y corrientes: fueron quizás el primer monumento contra la tiranía colonial, como nos cuenta hoy Francisco Fina García en su admirable obra de mediados del siglo XX:
UNAS PALMAS HISTÓRICASEn el centro del pintoresco y bello parque “Martí”, que antaño fuera la Plaza de Armas, se levantan como gruesas columnas, que parecen sostener la bóveda celeste, un grupo de casi octogenarias palmas reales, que mecen el abanico de sus pencas al suave beso de la brisa. Estas palmas tienen un simbolismo histórico, que arranca de los remotos tiempos de la Colonia, obedeciendo su origen al deseo de un grupo de cubanos de rendir tributo a la memoria de los mártires del 71. Se cuenta, que allá por el año 1883, ocupando la Alcaldía el médico santiaguero, José Fina Mauri, a quien cariñosamente le llamaban Joseíto, reconstruyó dicho parque, sembrando en su centro ocho palmas reales, como un secreto homenaje a los estudiantes fusilados en 1871. Según nos han expresado algunos que vivieron aquellos días, en que la patria luchaba por su liberación, surgió en el seno de la sociedad Centro de Instrucción y Recreo, que por aquella época era el refugio de los cubanos, la idea de sembrar las históricas palmas. Don Joseíto, que por entonces era además Presidente de la patriótica institución, hizo hermosa realidad aquel empeño de levantar un monumento vegetal a aquellas víctimas de la ira y la venganza de los crueles voluntarios. Puede afirmarse, que fue este el primer monumento erigido a los mártires del 71, aún en pleno gobierno colonial, ignorando las autoridades militares, algunas de ellas presente en la ceremonia, que aquel acto, constituía un homenaje reverente a los ocho mártires caídos en los Fosos de los Laureles. Y desafiando el tiempo y las tormentas, aún se yerguen en nuestro céntrico parque aquellas palmas plantadas por manos cubanas para simbolizar un doloroso hecho histórico, que cubrió de luto y espanto al mundo civilizado, como perpetuo homenaje de recordación a los ocho estudiantes de medicina inmolados por un régimen que imponía el derecho de la fuerza, sobre la fuerza del derecho. Y aún a la suave caricia del viento mecen sus penachos esmeraldinos, para entonar una tierna y rumorosa plegaria". -Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas
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