¿Sabía usted que en Santiago de las Vegas hubo una vez otro cementerio, más antiguo que el que conocemos hoy? ¿Y sabe usted, antes que ése, dónde se sepultaban los difuntos católicos?
Pues bien, en su Historia de Santiago de las Vegas, Francisco Fina García nos cuenta que...
"en los primeros tiempos los cadáveres eran sepultados en el interior de la iglesia, a cuyo efecto se hallaba dividido en tramos que pagaban mayor o menor cantidad de dinero, según estuviesen más próximos o más alejados del Altar Mayor. Años más tarde, eran sepultados los cadáveres en el Atrio de la Iglesia y aunque se ordenó, por Real Cédula de 1787, que no se verificase más enterramientos en el atrio de la iglesia, en esta población se continuó haciendo hasta 1832, en que se inauguró el Primer Cementerio, en el extremo oeste de la Calle 11. Como hemos dicho, fue construido por iniciativa y gestiones del Auditor de la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País Francisco de Quesada".
Quizá no sea coincidencia que la calle 11, que conducía al cementerio, se conocía en aquella época como calle Amargura. En cualquier caso, fue en ese cementerio, hoy desaparecido, donde sucede la interesante anécdota que nos relata Fina en su obra Tradiciones y Leyendas:
Éste Se Entierra Sin Papeleta"Fue por aquellos agitados días de 1888, que ocurrió el episodio que vamos a relatar y que tuvo por escenario el cementerio católico de esta ciudad. Se cuenta que por aquellos días falleció un obrero de la tabaquería de García, que estuvo situada durante muchos años en la misma casa que ocupa hoy el despalillo de la calle cuatro y que debido a carecer de los recursos necesarios para pagar el derecho de enterramiento, a causa de enviar la mayor parte de su jornal a la madre residente en España, varios de sus compañeros visitaron al Cura Párroco para que expidiera en su favor la papeleta que autorizaba su enterramiento en el cementerio católico, a lo que se negó rotundamente el sacerdote, en virtud de que el finado era partidario del ideal separatista. Llegado el hecho a conocimiento de Juan Delgado, hombre decidido y valiente y ante la insólita actitud del Cura, se reunió con varios amigos y acordaron llevar a cabo el entierro sin la autorización de éste. Llegada la caravana a la puerta de la necrópolis, el portero, abriendo la pesada reja que daba acceso al camposanto, solicitó le fuera entregada la papeleta de enterramiento; pero ante la demanda de aquel, que se interponía en el camino, Juan Delgado, dio un empellón al guardián, diciéndole: “Este se entierra sin papeleta”, procediendo a dar cristiana sepultura al cadáver, ante las protestas del celador". -Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Bienvenido! En este espacio podrá publicar sus propios comentarios, recuerdos y anécdotas. Recuerde siempre poner su NOMBRE Y APELLIDO y su dirección de E-MAIL para que otros santiagueros se puedan comunicar con usted.