domingo, 7 de diciembre de 2008

7 de diciembre, luctuoso aniversario

Un 7 de diciembre como hoy, cayó en combate el Titán de Bronce Antonio Maceo y Grajales y su ayudante Francisco (Panchito) Gómez Toro en la finca de San Pedro. Osado y valiente fue el rescate de sus cadáveres por Juan Delgado y el Regimiento Santiago de las Vegas, quienes los trasladaron a la finca La Dificultad en la Loma del Cacahual. Allí Delgado hizo entrega de los restos mortales a su tío Pedro Pérez, quien les dio sepultura clandestina en la misma loma para evitar que cayeran en manos del ejército español, guardando el secreto hasta después de concluída la guerra. Como si la muerte del que tanto dio por la libertad de Cuba no fuera ya repugnante, hoy nos cuenta Francisco Fina García en su obra de mediados del siglo XX, Tradiciones y Leyendas, una escalofriante anécdota que nos ilustra con claridad la barbarie y deshumanización de la guerra.

El banquete de los buitres
La pasión llega a cegar de tal manera los espíritus irreflexivos, que lo llevan a la realización de actos ausentes del más elemental sentido de respeto y conmiseración para los que no comparten nuestras ideas y sentimientos. El hecho que vamos a narrar, tuvo su origen durante la guerra libertadora del 95, en ocasión de la muerte del General Antonio Maceo, caído heróicamente en San Pedro, el 7 de Diciembre de 1896. La muerte del Titán de Bronce, héroe de mil batallas y brazo derecho de la revolución cubana, causó tanta alegría entre los voluntarios de toda la Isla, que raro fue el rincón de Cuba, donde no se levantaran las copas de los defensores del coloniaje, para celebrar jubilosamente la muerte del más grande de nuestros guerreros, esperanzados en que con ello pronto terminaría la contienda, por lo que estimaban era un triunfo para la Metrópoli. En esta ciudad, como en muchas lugares, también los enemigos de la libertad y los feroces voluntarios, se reunieron y organizaron un banquete en una finca próxima a la población, donde está enclavado hoy el Reparto "Tessie". De tal magnitud era la alegría que reinaba ente ellos por la muerte de Maceo, que entre burlas y ofensas, no tenían escrúpulos en manifestar cínicamente, que el lechón sacrificado para la comelata, era el General Maceo, convirtiéndose de esta manera en buitres, que devoraban el cuerpo exánime del que le había derrotado en multitud de combates, luchando bravamente, para asombrar al mundo con sus hazañas, pasando a la historia como el más bravo guerrero del continente americano. Poco tiempo duró el alegrón de los voluntarios y sus corifeos; porque apenas transcurridos tres años, tuvieron que morder el polvo de la derrota, ante el empuje de los mambises, resueltos a conquistar la libertad o caer peleando en los campos irredentos de la patria, porque lejos de caer en el desaliento por la pérdida del ínclito guerrero, constituyó un aliento poderoso para continuar la epopeya redentora.
A nuestros héroes nacionales, que descansen en paz; y que nunca olvidemos, y que sepamos honrar, su máximo sacrificio por la patria. A continuación, tres importantes imágenes de este trágico episodio en nuestra historia:

Campesinos en la exhumación de los restos de Maceo y Gómez; entre ellos estarán Pedro Pérez y sus hijos.

Bohío donde se velaron los restos del Titán de Bronce y su ayudante. Al frente, Pedro Pérez y sus hijos.

Capilla ardiente donde se velaron los restos de Maceo y Gómez.

1 comentario:

  1. Excelente la presentación de los hechos acaecidos el 7 de diciembre de 1896. Revisando la prensa española de la época podemos constatar que la muerte de Antonio Maceo, representaba para los gobernantes y pueblo español el fin de la guerra contra la insurgencia cubana ya que consideraban al mulato el principal sostén de la lucha insurreccional. El 15 de diciembre de 1896 en la Revista Ilustración española y americana señalaban: "(...) Antonio Maceo, natural de Santiago de Cuba, era un hombre de 48 años, fuerte y membrudo, de facciones regulares, valiente hasta la temeridad y enérgico carácter". Otro fue el final de la historia, pero sin lugar a dudas respetaban al general mulato.

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