El arria de Juan Micó

El arria fue el primitivo medio de transporte de mercancías entre las distintas poblaciones y la capital y consistía en un número de ocho, diez o más bestias de carga, como burros o mulos. Sabido es, que en tiempos pasados se hacía muy difícil viajar por la carencia de medio de comunicación y el pésimo estado de los caminos, así como por la falta de vehículos; pues en esta época nuestra población se comunicaba con la capital por un estrecho y rústico camino y que fuera el primero existente en la provincia de costa a costa, que partiendo de la Habana, conducía a Batabanó, siendo conocido por el Camino del Sur. No existiendo entonces los vehículos, era el arria de mulos lo que se empleaba para transportar a la capital los productos agrícolas, así como los tercios de tabaco que se cultivaba en esta zona y los sacos de azúcar que eran elaborados en los ingenios La Pita y San Ignacio, enclavados en las proximidades de esta población.

Vivió entre nosotros un señor, llamado Juan Micó, que era dueño de un arria de más de una docena de mulos y que estuvo alojada en la amplia casona colonial, que ocupa la esquina de las calles 4 y 17, donde con posterioridad funcionara el despalillo “La Dinamita”. Esta arria, dio origen en nuestra ciudad a una leyenda, ya que durante muchos años, a pesar de no existir dicha arría, aseguraban escuchar en horas de la noche el sonido del cencerro o campanilla, que colgaba del cuello de la bestia que servía de guía a las restantes, que seguían su paso. Estas arrias, que transitaban por el Camino Real del Sur entre la Habana y Batabanó, lo hacían en horas de la noche, para proteger a las bestias del intenso calor del día, que les agotaba considerablemente por la carga que llevaban sobre sus lomos.

-Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas