jueves, 3 de enero de 2008

Las Revistas Locales

Hemos recibido de Ana Julia Faya en Ottawa, Canadá, un excelente regalo de Año Nuevo el pasado día primero: su primera contribución a Santiago de las Vegas en Línea.

Las revistas locales
Los santiagueros nos nutrimos de una muy dinámica vida cultural que siempre existió en el pueblo. Las publicaciones de los años 50 fueron en buena medida la expresión de ese intercambio cultural entre sus personalidades e instituciones, y también de las costumbres de sus habitantes. Recibía Santiago de las Vegas, a la vez, los beneficios de su proximidad a la capital de la República y los de su condición de municipio con decisiones propias. Esto le permitió a su población el acceso a una libre, fluida y actualizada circulación de ideas a través de decenas de medios de información diferentes, como las revistas Carteles, Bohemia, o la especializada Revista de Avance, que llegaban a los lectores sin retrasos; y a recibir diarios en la puerta de la casa como El País, El Mundo, Excelsior, Diario de la Marina, o cualquier otro, que sólo horas antes habían sido impresos en La Habana. De la discusión e información sobre la localidad se encargaban publicaciones como El Informador, dirigido por la Dra. Antonia García Cabello, y revistas mensuales como Antorcha y la Revista del C.I.R., apoyadas por instituciones o por intelectuales del patio, como Francisco Fina y Francisco del Amo. Eran expresiones de aquella sociedad civil organizada que existió en los municipios cubanos, y Santiago no era excepción. Estaban estas revistas dedicadas principalmente a discutir problemáticas de la localidad, y también a promover la cultura cubana y universal, la ética, y los valores que por décadas impidieron que Santiago de las Vegas cayera “en el agujero negro de su propio olvido”, como dijera el Dr. Gabriel Gravier en “Promulgaciones del Aniversario” de la revista Antorcha, en el año 1957, el duodécimo de esta publicación. Se advertían y analizaban en sus artículos y editoriales aquellos fenómenos nacionales que de manera inexorable tenían un peso sobre todos y cada uno de los ciudadanos cubanos, pero se enfatizaban sus consecuencias sobre la localidad: “No se puede dar la espalda a los fenómenos que amenazan con la desintegración de las fuerzas morales (...) si deviniésemos una concentración gregaria sin la jerarquía del valor moral, o se proyectase sobre nosotros el destino de ser una zona residencial más o menos exclusiva, o un suburbio capitalino, suene tronante la voz de los muertos”, decía Gravier en el mencionado artículo, en una apasionada defensa de la patria chica, motivo, entre otros, del análisis de los promotores de la publicación en su aniversario. En estas revistas alternaban intelectuales ya de cierto vuelo con jóvenes que se iniciaban en las artes de la literatura y las exploraciones filosóficas. De ahí que en un ejemplar de la Revista del C.I.R. del año 1958 encontráramos artículos bajo las firmas de Irving Sariego, Rafael Armenteros de Acosta, Martín Álvarez y Helio Orovio Díaz, con narraciones y meditaciones sobre el amor o la naturaleza, junto a un reconocimiento a santiagueros que habían contribuido con números anteriores como Guillermo Gener, Francisco Simón, Mario Figueredo, Palmiro Ortega, Manuel Perera, y el propio Gravier. En este número de la Revista del C.I.R. se aprecian varias referencias críticas al uso de la violencia, al rechazo al recurso de la guerra para dirimir conflictos, quizás a partir de las circunstancias de enfrentamiento armado que sufría Cuba en esa etapa: “¿Por qué desde que vino el hombre a la tierra no ha hecho más que vivir en guerra ...?”, se preguntaba Armenteros de Acosta. “En mi sentir no ha habido nunca ni buena guerra ni mala paz. ¡De cuántos adelantos, y de qué masa tan inmensa de beneficios a favor de los placeres y comodidades de la vida no estaría enriquecida la especie humana, si las sumas empleadas en las guerras se hubiesen empleado en obras de utilidad pública!”, anotaba el redactor de “La Guerra”, un fragmento traducido del libro, Benjamin Franklin: The Man. Pero las revistas aligeraban su contenido y se abrían a un público más amplio con sus chismecillos y notas de humor, y con las notas sociales. En éstas se reseñaban cumpleaños, nacimientos, bodas, bautizos, graduaciones, algún premio logrado, méritos alcanzados en la vida académica, laboral o social, o simplemente la visita al pueblo de algún santiaguero de familia conocida: “Se encuentra en esta ciudad desde el pasado domingo el estimado jovencito Luis Pérez Simón, hijo del inolvidable compañero de la prensa Luis Pérez Álvarez y de la señora Bohemia Simón y Pérez Rolo, que reside actualmente en New York...”, decía una nota. También informaban las revistas de reuniones y decisiones de su sociedad civil, como la nueva directiva de la Cámara de Comercio, o la concesión del título de Hijo Adoptivo de Santiago de las Vegas que hiciera la Cámara Municipal a Florentino Díaz de Noda, a propuesta de El Informador y Antorcha, lo cual evidenciaba, además, la influencia de la opinión pública local a través de sus publicaciones. En los finales de la década de los años 50, era Santiago de las Vegas un municipio con un comercio local floreciente --algunos con sucursales ya en la capital del país-- que quedaba reflejado en los anuncios de las revistas y publicaciones santiagueras. La Dominica, las farmacias de Mora, de Fina, de Argelio Pita, las ferreterías de Romero y de Garrigó, tiendas de víveres como La Complaciente, de Lizardo Fernández, la Colchonería O.K, los restaurantes Mulgoba y El Rincón Criollo, o la imprenta de Ramón Balbi, eran sólo algunos de los nombres que formaban el entramado de comercios y servicios sobre los cuales se apoyaba la vida municipal, y que además ayudaba a solventar las publicaciones. No todo era color de rosa. A veces las rencillas por discrepancias de opinión entre personalidades o instituciones hicieron nido en estas páginas. Aunque siempre la posibilidad de dirimir las diferencias de manera transparente y pública, como en toda sociedad abierta, creó la atmósfera adecuada para que pudieran ser superadas, y se creciera con ello. Sus lectores crecimos así también: en el amor por la expresión libre y respetuosa, en el debate abierto que nos ayudó a conocer la patria chica y a ensanchar visiones sobre la patria mayor." -Ana Julia Faya, Ottawa, enero 1 de 2008

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