martes, 6 de diciembre de 2016

La brujería en Santiago de las Vegas

 Por Leonardo Gravier | Coral Gables, FL

Mi amigo Carlos Valiente Romero a menudo nos relata anécdotas o nos deleita con música extraída del baúl de sus recuerdos”. Yo tengo dos baúles: el baúl de los buenos recuerdos y el baúl de los recuerdos malos.

El relato que hago a continuación fue extraído del baúl de los recuerdos malos; y fue malo porque causó una  gran preocupación a mis padres, y dejó en mí una fijación que me persiguió toda mi vida — aunque por mi corta edad no me percatara de la peligrosidad en aquel momento—.

Estudiaba yo mis primeros grados en la Escuela #2, a cuadra y media de mi casa y que dirigía desde hacía poco tiempo el Dr. Eduardo González. Mi maestra era la inolvidable Isabel Bancells.

Un día apareció en la rejilla del postigo de una de las puertas de la calle de mi casa, un anónimo; estaba escrito con  letra cursiva y a lápiz en papel de estraza. El contenido era muy preocupante —aunque en estos tiempos parezca una broma—. Advertía a mis padres que unos “negros brujos” habían acordado secuestrar al más pequeño de sus hijos para utilizar sus entrañas en prácticas de su religión. Yo, como era el más pequeño —tendría seis años—, sería el blanco de aquella fechoría. Mis padres se horrorizaron. De inmediato, mi padre llevó el anónimo al juez municipal y se tomaron medidas con la Guardia Rural y la Policía local. Hubo varios guardias, vestidos de paisanos, colocados en las esquinas de mi cuadra. Mi hermano, mayor que yo, fue advertido de su rol como el protector más cercano a mí. Yo estaba ajeno a lo que acontecía, pero sabía que algo estaba pasando. Mi padre me llamó una noche, me sentó en la sala de mi casa y me contó todo; insistió en el peligro que yo corría y la razón por la que me debía cuidar de conocidos y desconocidos, evitar salir a la calle sin compañía y sin ambages me detalló los casos reales que habían ocurrido en Cuba y el final que tuvieron los niños víctimas de aquellas prácticas atávicas. Estos casos habían sido publicados en detalle en todos los periódicos de Cuba y en libros de estudiosos de la criminología. El efecto de aquella conversación fue terrorífico para mí. Mis días fueron pasando con mucha vigilancia por parte de mis familiares y hasta del Director de la Escuela Dr. Eduardo González. Yo vivía muy asustado.
     
Dos semanas después, a pesar de la vigilancia en los alrededores de mi casa, apareció un segundo anónimo colocado (tal vez de madrugada) en la misma rejilla del postigo. Esta vez el anónimo revelaba la identidad del supuesto raptor. El hombre fue detenido y llevado al Cuartel de la Guardia; dos días estuvo bajo intenso interrogatorio. Se concluyó que el hombre no tenía ninguna relación con el plan, si es que alguna vez hubo un plan. Había tres posibilidades: o bien el autor del anónimo quería por algún motivo causar una gran preocupación a mis padres; o quería crearle al supuesto raptor un problema por motivos desconocidos; o la menos probable, hubo un plan que no se pudo llevar a cabo y se dio por terminado. No obstante, el hombre se fue de Santiago y no regresó hasta pasado varios años. Yo ya de joven lo conocí.
     
Pasado aquel mal rato por parte de todos, nunca más volvimos a recibir anónimos o a tener sospechas de alguna otra persona, blanca o de color.
     
Antes de continuar este artículo es importante aclarar ciertos conceptos discutidos, para evitar malas interpretaciones de mis ideas.

El más importante de los conceptos es el concepto de “religión”. El mismo ha sido interpretado conceptual y etimológicamente de distintas maneras desde tiempos de la antigua Roma o en los teólogos posteriores. Lo importante del término es aclarar que en mi opinión, religión es la comunión o relación entre la razón y el espíritu  del hombre y su Creador. Esa interpretación que el ser pensante tiene del ser único “per se”, de aquel cuya esencia es la existencia misma, lo que nunca empieza ni termina, es lo que constituye una religión. La idea de Dios es inmanente en el hombre, pero la tendencia ha sido la de aceptar la forma de creer basado en meditaciones, revelaciones o conclusiones de los antecesores. Por tanto, la idea se funde en las organizaciones dedicadas al estudio y práctica de la doctrina que se formó. Esa institucionalización crea las distintas confesiones—monoteístas, politeístas, panteístas, etc.
     
La religión es diferente a las creencias no relacionadas con Dios.  Aunque yo creo que cada persona tiene su propia religión, los antropólogos y los teólogos solo consideran una religión, las creencias compartidas.
     
La santería es definida por la Real Academia Española de la Lengua (RAE) como un sistema de cultos que tiene como elemento esencial la adoración de deidades surgidas del sincretismo entre creencias africanas y la religión católica. Es originaria de Cuba.

La llaman santería porque utiliza las ideas traídas de África con las imágenes y vida de los santos católicos. Por tanto, la santería—término que tuvo una intención despectiva—, es una religión con el mismo estatus que las más reconocidas y numerosas en países no-africanos.
     
Fue traída a América por los negros bozales esclavos, pero se ha extendido a todos los países de habla hispana y el resto de Europa. Es una continuación de la religión yoruba de Nigeria. Nunca ha practicado sacrificios humanos, pero sí de animales o partes sin vida de seres humanos (huesos o fetos)

La santería cree en un dios universal y en los orichas, que son deidades dedicadas a distintas actividades y con distinto ámbito. Ha sido practicada en Cuba desde que los esclavos burlaron la prohibición de la religión yoruba, haciéndoles creer a los amos que creían en los santos cristianos y sus imágenes. Sus creyentes abarcan desde los más humildes hasta los más encumbrados (profesionales, hombres de negocios, artistas, deportistas y hasta jefes de Estado).Practican un bautismo propio, además del bautismo cristiano. Creer en la santería es incompatible con ser católico. Es una religión politeísta como lo fue la de la antigua Grecia—que tenía a Zeus a la cabeza rodeado de múltiples dioses—. El sacerdote de la comunidad de creyentes es el babalao.
     
El ñañiguismo o Sociedad Secreta Abakuá es una fraternidad secreta de hombres que se afincó en Cuba a principios del Siglo XIX. Sus primeros miembros, eran negros de Calabar en África (carabalíes); creció como protección de aquellos esclavos contra los abusos y las barbaries de sus amos españoles. Se esparció entre los negros nativos de Cuba, esclavos o no, los mulatos y unos pocos blancos. No constituía una religión.

El abakuá sólo admite hombres que hayan demostrado virtudes muy encomiables. No obstante, en la práctica sus miembros incurrieron en un alto índice de criminalidad. Ha habido mucha desinformación con respecto al ñañiguismo  debido al secreto que de su organización siempre han mantenido. En los Código Penales de la República de Cuba nunca ser ñáñigo fue un delito, ni un agravante oficial, aunque en los tribunales de justicia ser ñáñigo tenía una connotación negativa. Sus miembros son blancos, negros, humildes o potentados y el ser ñáñigo no es incompatible con ser miembro de la religión católica.
     
La brujería es definida por la RAE como “el conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y las brujas”. La brujería no es una religión y según las creencias de los africanos que la practican se basa en una fuerza mágica espiritual transmitida por almas de personas ya fallecidas o manes de antepasados. Se puede usar para hacer el bien (magia blanca) o para hacer el mal (magia negra). Está formada por un conjunto de prácticas esotéricas tendientes a causar un resultado usualmente perjudicial a otra persona para demostrar poder o sabiduría profética. En términos generales, la brujería es maligna, es independiente de las razas o nacionalidades y gran parte de las veces utilizan como motor principal el sacrificio o muerte de un ser humano o un animal. Como magia negra o hechicería es repudiada por la Biblia y por el Corán.

A diferencia de la santería o el ñañiguismo, ambos de origen africano, la brujería abunda más fuera del continente africano.

Desde tiempos remotos la brujería o hechicería existe en Grecia y Roma (Circe, Medea, la Estirge, etc); el aquelarre de las brujas en Walpurgis; las “brujas de Salem” las “brujas de Zagarramurdi”, y tantos más. La brujería se ha practicado en Asia y Latinoamérica, y en todos ha sido repudiada y perseguida— como el “Malleus Maleficarum” de Alemania o la Demonomanía de Bodino en Francia—.

La brujería que se practicaba en Cuba provenía de África y se concentraba en el infanticidio. Aunque había brujos de la raza blanca, la gran mayoría de los brujos eran negros. Este infanticidio tenía fundamentos de prácticas y rituales demoníacos o diabólicos; aunque tuviera el mismo efecto que el infanticidio por motivos de “eugenesia” —filosofía que defiende la mejora de los rasgos raciales usando métodos selectivos  o repulsivos—. La eugenesia era parte de las leyes del sabio legislador Licurgo y se llevaba a cabo abandonando o despeñando a los niños deformes desde el monte Taigeto.

En África creen que los órganos de los niños tienen poderes curativos y los sacrifican para curar a otras personas. No son sacrificios de índole religiosa. En Tanzania son perseguidos y asesinados los niños albinos, porque utilizan las partes de su cuerpo en rituales y pociones. Se cree que los huesos de estos niños tienen poderes mágicos.
     
Por último, en Cuba no se practicó el homicidio por primera vez con la llegada del hampa africana. Ya en la etapa precolombina, el agresivo pueblo caribe, navegaba los mares antillanos practicando, según dicen los estudiosos, antropofagia o canibalismo con los pacíficos taínos y siboneyes.

En Santiago de las Vegas nunca hubo casos de sacrificios humanos, aunque cuando jugábamos en el Parque Viejo viéramos restos de sacrificios de animales, con “kilos prietos” en la forma que requería la creencia de los brujos. Los muchachos se alertaban unos a otros advirtiendo no tocar aquello puesto que era “brujería”. Algunos más arriesgados tomaban las monedas “con la mano izquierda”. Yo que recorría el pueblo y era amigo de blancos y negros, cristianos, judíos  y santeros, fui invitado a varios “toques bembé”. Iba con toda la curiosidad y respeto que la ocasión requería en los días señalados por su creencia sincretista; allá nunca vi tambores batá sino tumbadoras e imágenes de la Virgen de Regla, San Lázaro o Santa Bárbara. Bebí junto con ellos el ron o aguardiente que se pasaban unos a otros y vi mujeres con el “santo” o trance donde se hablaba palabras en castellano mezcladas con un argot o jerga desconocida. Todo terminaba tarde en la noche como termina una celebración entre amigos.

En aquella época —años 1954 y 1955, —yo no pensaba que, a pesar del incidente de los anónimos a mis padres, en Cuba hubiese casos de brujos homicidas; pensaba que mi caso había sido una broma malvada y una precaución extrema de mi padre. ¡Qué gran sorpresa me llevé al comenzar a estudiar Derecho y al informarme!

En mis dos primeros años en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, puse mucho interés en las asignaturas de Antropología Jurídica y de Política Criminal; leí libros y artículos sobre la criminalidad de los brujos en Cuba y visité varias veces el Museo Montané en la Escuela de Ciencias. Me interesaron mucho los libros  escritos por los sabios cubanos doctores Fernando Ortiz e Israel Castellanos, en especial el tratado de Ortiz (con preámbulo del gran maestro positivista de criminología el italiano Cesare Lombroso): Hampa Afro-Cubana. Los negros brujos.  La cátedra de Antropología Jurídica estaba muy influida por el positivismo; en el laboratorio de Antropología Jurídica teníamos que hacer, mediciones craneométricas y aprender los rasgos fisiognómicos de los “criminales  natos”. Los tres grandes del positivismo (Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele Garofalo) eran ampliamente revisados. Se concentraban en el castigo al delincuente más que en las prevenciones a la sociedad. Se estudiaban los rasgos  físicos porque se pensaba que esos rasgos revelaban una predisposición para el delito por su conformación biológica. Los convictos delincuentes afro-cubanos eran detenidamente estudiados. El Museo Montané tenía suficiente material para llevarse una impresión de la relación del delito con la raza, la nacionalidad o la religión.
     
Más me atraían las teorías del Marqués de Beccaria (Del delito y de la pena) que abogaba por el principio de la proporcionalidad —debe existir una proporción entre delito y pena, las penas no deben de ser arbitrarias o exageradas —; él era contrario a la pena de muerte— yo también siempre lo he sido — y se interesaba más por la prevención del delito mediante la educación y persuasión. Sí creía que el criminal incorregible debía ser excluido de la sociedad para siempre (cadena perpetua sin derecho a amnistía o indulto). Fue muy influenciado por enciclopedistas como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Locke. Muchos códigos penales europeos tomaron como fundamento las ideas de Cesare Beccaria.
     
Las primeras grandes rebeliones contra la corona española que tuvieron lugar en Cuba con éxito fue la de los negros bozales (nativos de África y esclavizados en la América). Estos esclavos rebelados contra el abuso de sus amos, se escapaban —con más éxito del que habían tenido los aborígenes de la isla, que fueron exterminados—, se convertían en cimarrones y formaban colonias de prófugos llamadas por los españoles “palenques” (le llamaban “quilombos” en Brasil ). En estos palenques podían practicar libremente sus costumbres y ritos religiosos hasta ser capturados por los  “rancheadores” (cazadores de negros cimarrones). En la medida que abusaban los blancos españoles de Cuba de aquellos sufridos africanos, aumentaron los cimarrones, se unieron a ellos los esclavos nacidos en Cuba de padres africanos, creció la población de esclavos y se afincaron y multiplicaron las costumbres y creencias. Como parte de estas creencias venía la brujería, muy propia de África, con el ejercicio de todos sus ritos.
     
Ya en el siglo XIX, el gobierno español había prohibido el ejercicio de la brujería y del ñañiguismo —a pesar de que en 1863 se les permitió a los blancos pertenecer a los cabildos de ñáñigos—. No obstante, al independizarse Cuba, las costumbres de los africanos y de algunos hijos de africanos se hicieron más fáciles de practicar. Estas prácticas africanas fueron identificadas como satánicas o diabólicas ya que en África era notoria, la costumbre de realizar sacrificios humanos. La brujería fue considerada como equivalente a la temida hechicería o magia negra. El Gobierno Interventor, por Orden Militar, creó la oficina de identificación de criminales con objeto de tener más control sobre estos grupos.
     
La verdadera criminalización de estas sectas comienza en los primeros años del siglo XX cuando aún quedaban africanos que no habían podido liberarse de sus prácticas originales. Siempre las víctimas eran niños, ya que los brujos africanos los consideran más puros y dúctiles. En nuestros días en la República del Congo, los niños aterrorizados no quieren salir a las calles por la cantidad de infanticidios para prácticas de los brujos congoleños. Ver también: Las creencias como factor criminógeno. Muti: El infanticidio ritual en África (Archivo del crimen).
     
En 1904 comienzan los homicidios con la violación y muerte en julio, de la Niña Celia de 10 años.
     
En el mismo año, en Güira de Melena, asesinan y extraen los órganos de la Niña Zoila.
     
La Niña Luisa es asesinada y sus vísceras arrancadas en 1918 en Alacranes, Matanzas.
     
También en Matanzas son asesinados o sacrificados los niños Onelio García (1915) y Marcelino López (1919).
     
En 1923 es asesinada la Niña Cuca y en la Provincia de Matanzas, 17 niños son asesinados en distintos lugares y fechas.
     
A partir de esta fecha se detienen los asesinatos de niños; tal vez porque los brujos africanos ya habían muerto por vejez o enfermedad y los cubanos de padres africanos que no estaban en total acuerdo con la sociedad  o con los sacrificios humanos se habían unido al ñañiguismo. Ya los brujos buscaban para sus ritos, cadáveres o parte de personas recién enterradas en los cementerios o animales (preferiblemente las aves o chivos).
     
The Miami Herald publicó el 23 de marzo de 2012 la noticia de que unos agentes de aduanas en el Aeropuerto de Miami, habían encontrado varios fetos humanos en el equipaje de dos mujeres que retornaban de La Habana, Cuba. Los fetos debían ser entregados a personas en Miami que se dedicaban a prácticas de brujería. Los fetos, varón y hembra, fueron detectados cuando los Rayos X los descubrieron en un pomo sellado. Los médicos determinaron que ambos fetos eran de 20 semanas y que ninguno era viable (no podían vivir y fueron abortados). Las mujeres confesaron haber recibido el pomo con los fetos de un babalao en La Habana. No fueron instruidas de cargos por el Fiscal del Estado; ningún nombre fue revelado.
     
Según los artículos publicados en los infanticidios cometidos en Cuba a principios del Siglo XX  y muchos incluidos en el tratado de Fernando Ortiz, los asesinos o cómplices de estos hechos eran todos africanos o afro-cubanos.
      
El más famoso por haber sido discutido por Fernando Ortiz en sus libros y por haber recibido gran publicidad de la prensa, fue el de la Niña Zoila. Sólo comentaremos este caso por haber ocurrido cerca de Santiago y para no hacer muy extenso este escrito. Los otros casos aparecen en distintos sitios web en internet ampliamente comentados.
     

El 11 de noviembre de 1904, la Niña Zoila de 22 meses de edad, desapareció de la finca de sus padres en Güira de Melena. Se dijo que había sido secuestrada por unos negros brujos del Cabildo Congo Real en El Gabriel; que la habían matado para usar su sangre y su corazón para curar a Juana Tabares. Las autoridades basándose en información del Alcalde de Güira y otras evidencias arrestaron a Taita Bocú (Domingo Bocourt, arriba), a Julián Amaro y a José Cárdenas. Junto al anciano lucumí Bocú arrestaron en aquel aquelarre de brujos africanos a Ruperto Ponce, Adela Luis, Pilar Hernández Padrón, Jacobo Arenal y Modesta Chiles, todos africanos. También apresaron a los afro-cubanos  Victor Molína, Pablo Tabares, Dámaso Amaro, la ya mencionada Juana Tabares, Laureano Díaz y Francisca Pedroso.

Bocú designó a Molina para seleccionar la víctima y cometer el asesinato. Molina obtuvo la ayuda del antiguo esclavo Ruperto Ponce. Mataron a Zoila y extrajeron la sangre, el corazón y las entrañas que Bocú, con el sobrante se puso a procesar y vender como amuletos y remedios. José Cárdenas escondió los restos de Zoila cerca de un aserradero. Sólo Bocú y Molina fueron condenados y ejecutados como brujos; los demás fueron condenados a penas de cárcel o absueltos. Muchos dijeron que “el asesinato de la niña blanca Zoila era para curar a las niñas negras, Adela y Juana”.

En 1906 la pena de muerte fue abolida en Cuba; por tanto, Bocú y Molina fueron los únicos brujos ejecutados por este asesinato. En los demás casos, muchos murieron víctimas de suicidio o fueron encarcelados por muchos años.
     
Debe señalarse que actualmente, Cuba está entre los sietes primeros países con más brujos del mundo; lista que encabeza la República Democrática del Congo, seguida por Haití.

2 comentarios:

  1. Comentario instructivo que incluye topicos de gran interes. Yo nunca asisti a un bembe. Lo cual lamento. Gracias por el articulo. Hugo A. Marrero

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  2. Muy inbteresante tu artículo Leonardo, no tenía ni idea de estás prácticas.

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