viernes, 16 de octubre de 2015

Dr. Evelio Pou Mazón, espejo de caballeros

por Leonardo Gravier | Coral Gables, Florida

Pocas personas hay que dejaran en mí una impresión tan grata y sin proponérselo, me hayan enseñado en la vida lo que es un modelo digno de imitación, como lo fue el Dr. Evelio Pou Mazón. Esta remembranza la escribo para honrar la memoria de aquel perfecto caballero, médico, miembro, de uno de los cuerpos legislativos de mi patria, creador y guía de una familia ejemplar, amigo (él y su esposa) de mis padres, padre de uno de mis mejores amigos y compañeros de estudio, hombre afable, honesto y atento a la presencia de sus semejantes, desde los más encumbrados hasta los quehaceres y necesidades de un imberbe.

Un caballero no tiene que ser un hombre de gran cultura pero sí de buena educación; ni tiene que tener la elegancia de un petimetre, pero sí el saber vestirse apropiadamente para la ocasión; ni tiene que tener un lenguaje rimbombante y culterano sino una comunicación grata e inteligible aún para un analfabeto o un niño. No es el que empeña una palabra de honor para después incumplirla por conveniencia. Pero sobre todo debe de ser la clase de amigo que como decía Rómulo Gallegos, “cuando comienza a serlo, no tiene para cuando acabar”. Así recuerdo yo al Dr. Pou.

Nació de una familia de ocho hijos en la villa de Santa Cruz del Norte, provincia de la Habana, un 22 de agosto de 1904. Sus padres, Remigio y Herminia eran naturales de Santa Cruz del Norte y de Matanzas respectivamente.

Siendo Evelio joven se trasladó a la Habana para seguir sus estudios superiores que culminaron con su título de Médico Cirujano en 1930, en la inolvidable Universidad de La Habana.

Como buen estudiante se formó en la práctica médica en el reconocido Hospital Calixto García. También ejerció en el Hospital Lila Hidalgo de Rancho Boyeros, en la casa de Socorros de Luyanó y fue cirujano en la Asociación de Damas de la Purísima Concepción.

Pero no fue sólo en la carrera médica que se destacó el Dr. Pou, compartió sus infatigables esfuerzos sirviendo a la república en la Cámara de Representantes, donde fue elegido en 1932 y en la que sirvió, como activo legislador por varios años, representando a sus términos de Jaruco y Santa Cruz del Norte. Fue miembro del Partido Demócrata Republicano y participó en varias funciones radiales luchando por la civilidad y la democracia de este cuerpo colegislador.

Aunque nunca dejó de preocuparse e involucrarse en la política de Cuba, abandonó su cargo de representante para dedicarle más tiempo a su negocio de colono de nuestra industria azucarera y a la ganadería. Era colono del Central Rosario en el término municipal de Aguacate. Su finca “Picadura” tenía una extensión de 34 caballerías de tierra fértil. Parte de esta finca se dedicaba a la cría de ganado vacuno, la había comprado en 1947.

En cuanto a su vida familiar, el Dr. Pou contrajo matrimonio con la elegante y distinguida dama habanera, Mercedes Mencía Arredondo. La señora Mencía se había graduado de Doctora en Pedagogía. Era hija del Dr. Juan Mencía y Moreno que fue en Cuba Secretario de Gobernación y Tesorero del Ayuntamiento de La Habana. La madre de Mercedes era también una respetable dama habanera, Ángela Arredondo.

El matrimonio tuvo lugar en La Habana un día 2 de junio de 1935. Se trasladaron al Vedado, donde vivieron varios años. Tuvieron a su único hijo, mi gran amigo Juan Evelio. Después de algunos años, el matrimonio y su hijo, se mudaron para Santiago de las Vegas. En este término municipal habían heredado dos fincas: la Caridad primera, que atendía José Curbelo, finca de cuatro caballerías, la cual fue vendida para ser urbanizada. La segunda finca, también llamada La Caridad, estaba ubicada entre el casco de la población de Santiago y los nuevos repartos que se fabricaron entre Santiago y Mulgoba. En ésta segunda finca se asentó el hogar del Dr. Pou y allí conocí a mi amigo Juan Evelio. Allí estudiábamos Juan Evelio y yo, sentados en unos taburetes recostados a unas palmas reales y esperando las riquísimas meriendas que con tanto cariño nos traía Mercedes, la madre de Juan Evelio. Las meriendas nos la servía Mercedes dentro de la casa; eso salvó a Juan Evelio un día en que abandonamos nuestros taburetes para entrar en la casa, en el momento en que una inmensa yagua caía en el taburete donde minutos antes estaba sentado Juan Evelio, destrozó en pedazos el taburete y nunca más escogimos ese lugar para estudiar.

Mercedes Mencía había nacido en La Habana un 11 de agosto de 1911.

El Dr. Evelio Pou, era un hombre muy corpulento (medía 6 pies y 2 pulgadas), figura imponente, pero lo trataba a uno con mucha simpleza en el hablar y en los modales. Lo hacía a uno sentirse que trataba con un familiar cercano. De una gentileza poco usual, nunca lo vi alterarse con nadie.

Un día nos invitó a Gustavito Galainena y a mí, a visitar junto a Juan Evelio, la finca Picadura. Íbamos en el automóvil con su esposa Mercedes y conduciendo el simpático chofer Rafael Espíndole (Fifo). Recorrimos a caballo los cañaverales y potreros y nos enseñó muchas cosas relacionadas con la caña de azúcar que yo desconocía. Pero lo que más me impresionó, fue conocer a un guajiro, arrugado por sus más noventa años y por los efectos del sol, con su sombrero de yarey y su guayabera raída por tanto uso. Estaba sentado en una cerca de piedras con su barba cana y descuidada. Este cubano había conocido (ignoro si perteneció a su bando) a Manuel García, el “Rey de los Campos de Cuba”. Nos contó algunas anécdotas con su voz cansina y bien campesina. Tanto Gustavito como yo, nos quedamos asombrados con aquella experiencia.

El Dr. Evelio Pou me demostró lo que es ser un amigo y un caballero en el siguiente lance de mi vida por los años cincuenta.

Fue durante el gobierno de Batista, yo estaba en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. El ambiente contagioso entre el estudiantado era hostil al gobierno. El Presidente de la FEU, José Antonio Echeverría, hermano de mi compañero de curso, Alfredo, se encontraba encarcelado. Citaron a una manifestación en la escalinata de la universidad, que estaría presidida por el Presidente de la Escuela de Ciencias Sociales Juan Nuiry Sánchez. Fui a unirme al grupo de aquellos estudiantes. Al llegar a la escalinata me encontré con Jorge Perera, compañero de mi hermano Gabrielito en la Escuela de Derecho, pero más adelantados que yo. Vivía en el Reparto Mulgoba (ahora reside en Miami). Me regañó por no protegerme con una chaqueta de cuero, yo le contesté en tono jocoso que sin una chaqueta podría correr mejor. Bajamos; la policía con sus perseguidoras nos esperaba en la calle San Lázaro. Al primer encontronazo, después de algunos enfrentamientos cuerpo a cuerpo, huimos escalinata arriba. Jorge y yo decidimos refugiarnos en el Hospital Calixto García. Las perseguidoras corrían por los alrededores con sus sirenas. Yo iba sudado, despeinado y asustado. Quisimos hacernos pasar por estudiantes hospitalizados, pero nos dijeron que nos fuéramos porque la policía podía entrar y poner en peligro a los verdaderos enfermos. Jorge decidió bajar por un acantilado que estaba al fondo del hospital y salía a la Avenida de los Presidentes. Yo pensé que además del riesgo por las rocas, iba a terminar con la ropa rota, enfangada y fácil de identificar. Decidí esperar dentro de la ciudad-hospital. Deambulando por las calles, veo a un médico joven que aunque no era santiaguero, ejercía como médico en Santiago. Le pedí que me llevara hasta Carlos III o cualquier otro lugar fuera del hospital. Me miró de arriba abajo, vio mi figura y me dijo que iba de prisa y no podía llevarme. Aquello me disgustó y nunca más volví a tratar a aquel hombre en Santiago. Entonces veo a Fifo esperando al Dr. Pou. Le conté a Fifo la necesidad de irme de aquel lugar. Fifo me dijo: “Tan pronto llegue el doctor te vas con nosotros”. Ya las sirenas eran más en número pues había habido un intercambio de disparos entre los estudiantes y la policía. Llegó el Dr. Pou, me vio la figura, enseguida se dio cuenta de la situación. Me dijo: “Leonardito, ven monta con nosotros que te llevamos para Santiago”. Fifo me miró y se echó a reír. ¡Qué agradecido quedé! Después me enteré que tres de mis compañeros habían sido detenidos y uno de ellos, después de ser curado de una herida en la frente.

El Dr. Pou vino al exilio con su esposa Mercedes en 1960. Revalidó la carrera de medicina en Miami. Falleció en esta ciudad un 17 de abril de 1987. Su esposa Mercedes Mencía falleció en 1992.

¡Nunca los olvidaré!

2 comentarios:

  1. Muy buen articulo de un caballero distinguido del Santiago de las Vegas de ayer, el Sr. Evelio Pou EPD.

    Su señora esposa Mercedes Mencia de Pou fue profesora mia en la antigua Escuela Superior de Niñas, era una mujer educada, muy buena profesional. A su hijo Juan Evelio Pou Mencia lo tengo en mis recuerdos como un joven educado y elegante, fue novio de una prima mia. Encantadora familia !!
    Lucia C. Alvarez, Madrid.

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