miércoles, 2 de julio de 2014

Pregones, pregoneros y Santiago de las Vegas

por Leonardo Gravier | Coral Gables, Florida

Hace algunos años, mi condiscípula en la Escuela Intermedia de Santiago de las Vegas, Consuelo Hernández Basabe, esposa y compañera de toda la vida de mi amigo Ismael Balido, publicó un bellísimo artículo titulado: “Los vendedores ambulantes de mi niñez”. Dicho artículo fue muy elogiado y enriquecido por los aportes de dichos comentarios encomiásticos. No había mucho más que agregar a tan completo trabajo. Yo lo tomé como tronco al que le crecen ramas, y he querido que mi artículo sea como ramas que le crecieron a aquel magnífico árbol, esperando cooperar, pasado el tiempo, con aquel bello recuerdo.

Oyendo música de mi patria, me recordó Abelardo Barroso con la Orquesta Sensación, al personaje tan típico de Cuba que fue el pregonero (en la canción “El Panquelero”):

“Que pregones más lindos se escuchan
del panquelero mamá, del panquelero.
...
Sus productos provocan comprarle
Por oírle tan sólo cantar…
...
Se va el panquelero, rico panque…”
El pregonero es una figura muy latina. Tal vez su origen se remonte a la antigua Roma (lat. praeconis). Donizetti nos presenta en su ópera “L’Elixir D’Amore”, al “dottore Dulcamara” pregonando las maravillas de sus medicinas subido en una tarima. No obstante, no debe confundirse con el anunciante silente (como los carteles romanos de Marforio y Pasquino), ni con aquellos que anuncian su presencia con un silbato, flauta o caramillo, como el amolador de tijeras ambulante, — con su rueda que servía a la vez para llevar el taller y como cinta transportadora que movía o hacía girar la piedra de afilar.

El pregón es una publicación que en alta voz se hace en los sitios públicos de algo que conviene, a él y al público, que se sepa. Estos pregones son los medios de comunicación que tienen los vendedores ambulantes o buhoneros para dejar saber a sus potenciales clientes que él está listo para vender o servir. Los pregones son atractivos, alegres, ocurrentes y apropiados para lo que se anuncia. Muchas veces, los pregoneros son ingeniosos en crear pregones, otras son pregones musicales, pero siempre invitan graciosamente a comprar.

En el mundo hispanoamericano se destacan los pregones españoles. Una de las canciones más bellas del “cantaor” flamenco Antonio Molina es “El macetero” (con su pregón sandunguero que alegra los corazones); Sarita Montiel y otras violeteras; y hasta zarzuelas como Las Leandras (por la calle de Alcalá); más recientemente José Luis Perales compuso y cantó “El pregonero”.

En México vemos en cualquier película donde aparezca la plaza del mercado, a los pregoneros anunciando los productos. En Perú, Vargas Llosa nos presenta “El hablador”, que no es más que un pregonero de noticias que va de aldea en aldea, entre los indios machiguengas, al estilo de la radio peruana. En fin, en todo nuestro continente hispanohablante, es una figura típica, querida y legendaria, el pregonero y su pregón.

No todos los pregoneros eran comerciantes itinerantes, ni todos los pregoneros vendían lo que anunciaban. Muchas veces anuncian con su pregón el producto de otro vendedor.

En Cuba, se hizo mundialmente famoso “El Manisero” de Moisés Simons (originalmente Simón); representa la música alegre de nuestra patria en muchos países del mundo.

Recuerdo un artículo que leí en una vieja revista National Geographic, donde el autor— un turista americano que visitaba a Cuba—, se queda maravillado con el ingenio demostrado por un niñito billetero que pregonaba que vendía el premio gordo de la Lotería Nacional. El americano le preguntó que si él tenía el premio gordo, por qué no se quedaba con el billete y se hacía rico; a lo que el niño le replicó que él muy bien podía hacer eso, pero que prefería que fuera un turista americano el ganador para que se llevara un buen recuerdo de Cuba e hiciera buena propaganda al turismo hacia la isla.

También han sido famosos, entre otras composiciones musicales: “El Yerberito” (que cantó Celia Cruz); “El Frutero” de Ernesto Lecuona; como mencionamos anteriormente, “El Panquelero”; “Se va el dulcero” que cantó Barbarito Diez, etc.

Como muchos pueblos de provincias nuestro Santiago de las Vegas se destacó en materia de pregón y pregoneros.

Para mí el más cercano de los vendedores que pregonaban, era Nacho el naranjero; anunciaba en voz alta— cuando no había vendido mucho—, la naranja “Príncipe” que él vendía diariamente desde su carrito estacionado en la esquina de mi casa (8 y 13).

Había un vendedor de pescado que venía en un camión cerrado y refrigerado todas las semanas a Santiago; se estacionaba en varias esquinas— su favorita era la de 4 y 11. Este joven con voz estentórea gritaba: “Mi papá los pesca y yo los vendo, por eso los doy tan barato”. Dejó de ir a Santiago porque no tenía mucha clientela; el santiaguero no era muy inclinado a consumir pescado.

El típico guajiro que desde su caballo, gritaba: “Mamoncillo ut…ce”. No parecía que dijera “dulce”, pero alargaba la sílaba haciendo único su pregón.

El tamalero que pregonaba: “Pican y no pican”, y aunque iban juntos los tamales, podía extraer de su caja el que tenía picante y el que no lo tenía.

Uno que no olvido, era Evidelio. En todas las funciones, fuera él o el negrito Moroco, iban por todo el cine Minerva con un cajón que tenía instalada una linterna con batería para encender o apagar la luz y poder identificar sus productos. El pregón era: “Africanitas, bombones, caramelos, “pete” y chicle”. El pobrecito Moroco, que era un niño, tenía la paciencia de soportar a los “chistosos”, que después de llamarlo y hacerlo pasar entre las butacas, le pedían un batido de leche malteada (que por supuesto, él no tenía).

Había un guajiro que desde su caballo, lleno de dicho producto, anunciaba que vendía berro fresco.

También iba un pirulero anunciando los pirulies y la melcocha. Usualmente los padres no dejaban a los niños comer melcocha después de bañarse, porque terminaban con las manos y la ropa embadurnadas de la mezcla azucarada.

No olvido al viejo Salinas, el dulcero, que incitaba a los niños a comprarle pregonando: “Dulcero, lloren niños, lloren”.

Había un pregonero que iba por las calles con un palo con globos y un saco, pregonando: “Cambio globos por botellas”.

Estaba el famoso Pelayo, que parado en las esquinas con su bocina o altavoz de latón, pregonaba para beneficio de comercios establecidos. Era distinto al de La Habana: “El cojo de la bocina”; que con su bocina, lo mismo elogiaba que insultaba a los que no colaboraban dándole alguna propina.

En las guaguas, que venían de La Habana, montaban sin pagar algunos músicos, que después de improvisar alguna pieza cantada, pregonaban pidiendo dinero, con una lata: “Cooperen señores, cooperen con el artista cubano”

Como tantas bellas instituciones de la antigüedad, el pregonero ha perdido su posición en el comercio, en la política, o en la sociedad en general. El “tiro de gracia” se lo han dado los correos electrónicos, cada día más accesibles y veloces para la comunicación.

Sé que he dejado de mencionar alguno que otro pregonero de Santiago, pero esos quedan como escritos inéditos en las memorias de los santiagueros.

4 comentarios:

  1. Recuerdo a la mayoría de aquellos pregoneros del Santiago de ayer. No he visto al afilador de tijeras. Ese decía mas o menos "Sra. afile sus tijeras, no pierda la oportunidad".
    De todos el que no se me olvida es el del cine, aquel que pregonaba africanitas, chiles, peters, que rico lo que vendia.
    Lucia Alvarez, Madrid

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  2. Nunca he olvidado el pregón de un Señor que decía: Mamoncillo dulce .., Mamoncillo dulllllllllce ...

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    Respuestas
    1. Higinio era su nombre, montaba un caballo blanco con manchitas negras y venia por toda la carretera de Rincon desde Bejucal. Y en efecto, ese era su pregon principal, aunque a veces lo alargaba un poco cuando trai otra verdura:"Mamoncillo duulllceee, beeerrooo".

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  3. Me gusta ...

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