sábado, 16 de febrero de 2013

Recuerdos olvidados: Un dulce digno de Drácula

por José Alberto Balido | Miami, Florida

Imagen: Maderibeyza | Flickr
Hace unos días, hablando con un colega sobre el tavuk göğsü, un popular dulce turco (derecha) elaborado con pechugas de pollo, expresaba la arqueada virtual que me producía la idea de un postre a base de carne. No es tan diferente, me indicó el colega, de los pastelitos de carne cubanos con su rico hojaldre dulzón; y además el susodicho plato turco es primo lejano del menjar blanc de los catalanes o manjar blanco de los españoles, todos derivados de una misma antigua receta romana. Tuve que admitir que tenía algo de razón, y yo soy el primero en apreciar el encanto de un buen pastelito de carne con su exquisito punto dulce; pero aún así, le aseguré que ni el tavuk ni el menjar jamás cruzarían el umbral de mis labios.

¿Y qué tiene que ver todo esto con Santiago de las Vegas? Pues sí, estimado lector, sucede que poco tiempo después me vino uno de esos recuerdos fugaces que queremos conservar en la nueva sección Recuerdos olvidados, lanzada el mes pasado y que hoy con mucho gusto, por decirlo así, retomamos.

Nos contaba nuestra querida Abuela Nana (Altagracia Pérez Álvarez, 1905-1999), que cuando era niña y se mataba un puerco, se solía recoger la sangre del pobre animal sacrificado, hervirla, añadir azúcar, y hacer un dulce de ella — cosa que a un niño amante de los Twinkies y los Reese's Peanut Butter Cups parecía una barbaridad digna de un cromañón. ¿Dulce de sangre? ¡Ni que fuéramos Drácula!

Imagen: Antoine | Wikimedia Commons
El recuerdo, como tantos, cayó en el olvido, hasta que la reciente conversación sobre el tavuk göğsü lo resucitó. Tan pronto pude, me dirigí a la internet, donde aprendí que no es un fenómeno exclusivamente cubano. El "dulce de sangre cuajada" se conoce en diversas culturas y con distintos nombres, como el sanguinaccio dolce de la Italia meridional (izquierda), que se suele comer en época de Carnaval y se prepara nada menos que con chocolate.

La mayor sorpresa, sin embargo, llegó al hallar una receta en el excelente sitio www.cubacocinarecetas.com, que con el permiso de su amable dueño, el chef Fernando García Fajardo, residente en España, hoy reproducimos; no porque creamos que ya nadie la vaya a preparar, pero sí por conservar este dulce trozo de nuestra historia — que, por cierto, jamás probaría. ¿Lo probaría usted?
Receta: Dulce de sangre cuajada
1 cucharada de sal
4 tacitas de café llenas de galleta en polvo
½ libra manteca
½ libra almendras peladas y picadas
1 cucharadita de canela en polvo
1 ½ libra azúcar prieta
Agua bien caliente
Preparado el puerco para sacrificarlo, se pone debajo de él un recipiente hondo, conteniendo un poco de agua caliente y la sal, de modo que la sangre caiga en el agua. Se bate seguido, según cae la sangre. Se la añade la galleta en polvo, la manteca, las almendras y la canela. Se cocina a fuego muy lento, por espacio de 2 ½ a 3 horas o hasta que se evapore el agua. Se le escurre la manteca y se le añade el azúcar. Se cocina revolviendo hasta que el azúcar se disuelva y el dulce tenga punto.
¡Buen provecho!

8 comentarios:

  1. Qué interesante! Todos los días se aprende algo sobre nuestro querido Santiago de las Vegas, un pueblo amable y cariñoso donde antes imperaba la amistad en nuestras relaciones humanas. Nunca supe del Dulce de Sangre cuajada pero sí recuerdo que en mi casa hacían el Menjar Blanc y los tradicionales Panellets, ambos delicias catalanas. En cuanto al Dulce de Sangre Cuajada, sin tener instintos "draculianos", me gustaría probarlo. Y a los que se horroricen con ese deseo les recuerdo que en nuestra cocina española y cubana usábamos Morcillas (Boudin Noir, en francés, o Blood Sausage, en inglés) hechas también con sangre de cerdo. Felicito a José Alberto por sus investigaciones gastronómicas/históricas. José R. Garrigó

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  2. ¡Sin duda, es un postre digno de Vlad El Empalador! No existe un tópico interesante que no se cubra en este sitio.

    El postre, la verdad, no me apetece, pero me trae recuerdos de otros postres deliciosos que disfrutábamos en esa época de delicias caseras, como cascos de guayaba con queso fresco del campo, merengue batido en casa, dulce de naranja agria, de fruta bomba y de tomate (que lo hacían mi abuela Nana y mi mamá Consuelo, muy rico, por cierto), sin olvidar el de leche agria, que no suena apetitoso, pero era una interesante combinación de agrio con dulce. Recuerdo otro postre, que era una copita de mango en una especie de gel, que se llamaba "Besitos de novia". Otro postre que me encantaba era el chivirico, y uno que era como una empanada grande, confeccionada de la misma masa del chivirico, con una gotica de mermelada de guayaba en el medio.

    Aquí he vuelto a comer matahambre, coquito quemado y otros dulces típicos, pero los de mi querido Santiago, por ser hechos con ingredientes ciento por ciento naturales y sin conservantes ni colores artificiales (y, sobre todo, con amor) sin duda eran más ricos y sanos.

    Es irónico que en aquella época que podíamos disfrutar de esa dulce cornucopia, los "fiñes" nos moríamos ¡por un chicle! Es verdad que a veces no saboreamos lo que tenemos...

    Giselle

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  3. Gracias, José Ramón, me alegro que te haya gustado el post. No conocía los panellets, pero para el que se interese, puede leer más sobre estos dulces tradicionales en http://es.wikipedia.org/wiki/Panellet. Confieso que he probado la morcilla en Asturias, y medio que me gusta, pero cuando pienso lo que es, me cuesta tragar. Sé que eres un "grand gourmand" y no tienes instintos draculianos... pero cuando nos veamos no te sorprendas si llevo bufanda. Por si acaso. :-)

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    1. José Alberto, estoy seguro que has comido morcilla, aunque no sea por sí sola. Es un ingrediente imprescindible en la fabada asturiana. Las mejores, por sí solas, son las morcillas de Castilla y León, sobre todo las de la zona de la Ribera del Duero. En Aranda de Duero hay restaurantes que se especializan en ellas. Se pueden comer sin bufanda.

      En cuanto a los Panellets, es curioso que habiendo vivido en Barcelona no los recuerdes. Es el dulce catalán tradicional para el Día de Todos los Santos aunque también se comen durante todo el año. Las hay de distintos sabores y creo que la base es de almendras molidas. Bon profit!

      José R. Garrigó

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    2. Me has convencido, José Ramón, el día que me encuentre en Aranda de Duero probaré su morcilla artesanal. La verdad es que en España he aprendido a comer muchas cosas que previamente no me gustaban, como el pescado y el café, simplemente porque la calidad de este lado del charco no es igual. Quien quita que me llegue a gustar la morcilla.

      Y en cuanto a los panellets, pues quizás sea porque nunca estuve en Barcelona el Día de Todos los Santos, y en las otras fechas en que sí he estado, me distrae mucho la truita de patates y las torrades amb pernil!

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  4. Todos esos postres son exquisitos, Giselle, y añado uno más a la lista: el pudín de calabaza que hacía Abuela Nana. He intentado hacerlo, pero nunca queda igual. Quizás el ingrediente que falta es el amor con que lo hacía. ¡Lo que diera por probarlo otra vez!

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  5. Hablando de postres baratos que por uno o dos centavos podiamos adquirir en la bodega de la esquina en el viejo Santiago , podemos citar los kekes, cocos prietos (los alargados tenian un poco algo incomodo su nombre),el coquito blanco,las raspaduras que tenian una figura como de una torre y ni hablar de las panetelas borrachas,los boniatillos,los merenguitos,el dulce de leche que su figura era como de una concha de mar y el sabroso maza-real de guayaba que no podia faltar en esa lista.
    Con lo que te cuesta hoy en dia una Crema Catalana en un restaurant te podias comprar en aquellos tiempos tres docenas de de aquellos deliciosos dulces.
    Nota: Eso de dulce de sangre si que no me lo como ni aunque me paguen. No esta en nada.

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  6. Es verdad, era como un flan, si mal no recuerdo, y le quedaba muy rico. ¡Yo también diera tanto por volver a probarlo!

    Me pregunto cuántos niños hoy día comen un postre preparado por la mamá o la abuela...

    Quizás leo mucho en las cosas, pero creo que el acto de preparar un alimento para un ser querido le confiere algo especial; quizás el tiempo y la atención que tomó hacerlo, nos dice algo, sobre todo cuando somos niños: que alguien nos quiere.

    Sólo sé que aunque hoy día hay muchos dulces prefabricados, comer aquellos postres caseros era, para parafrasear el título de un libro en inglés (Sopa de pollo para el alma), "un dulce para el alma".

    Giselle

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