domingo, 3 de febrero de 2013

¡Los famosos almanaques!

por A. Roger Balbi Barceló

Los momentos que siempre recordaremos,
llegan de repente, sin hacer ruido.
—Craig Nova, novelista estadounidense

La narración del amigo Carlos Valiente Romero sobre los antiguos almanaques, me lleva, no a un sencillo comentario, más bien a un histórico relato, relacionado con este artículo de servicio social y al mismo tiempo medio publicitario para los comerciantes que lo obsequiaban gratuitamente, y el cual se esparcía por los hogares santiagueros.

Año tras año, en los últimos días del mes de diciembre y principio de enero, del nuevo año, comenzaban los ciudadanos a localizar el comercio o lugar donde se ofrecían éstos, para obtenerlos. Muchos no podían lograrlo debido a su rápida distribución.

Se usaban dos tipos de almanaques, los que aún se usan, similares a aquéllos, los que además de su cubierta, llevan las doce hojas correspondiente a cada mes. El segundo modelo, el mas codiciado, era el del diario desprendimiento de su hoja, al final del día, donde se leía arriba, el mes, enero, febrero, etc.; en el centro, en número grande, el correspondiente al día de la fecha, 1, 2, 3, etc.; al pie, el nombre del día, lunes, martes, etc.

Este último modelo era el más esperado, tal vez por la motivación de arrancar la hojita diariamente, pero no el más utilizado por los comerciantes debido a su costo, mucho más que el mensual.

Como crecí en el ambiente de la imprenta de mi padre Ramón, yo estuve al tanto de conocer todo lo relacionado a este tipo de propaganda, digo propaganda porque, además de brindar un servicio de cortesía gratuito al cliente, servía para que éste viera diariamente, a quien le debía esta cortesía y le recordara que estaba a su servicio al poderle suministrar los artículos necesarios para su uso.

Los almanaques no se imprimían en nuestro negocio, solamente se confeccionaba la pieza de cartón donde se fijaba el bloque de hojas mensuales, fijados con presillas, o los de hojas diarias que eran 365, más la cubierta; como menciona Carlos, iban sujetos por dos tornillos. El cliente indicaba el texto que debía ser impreso en el cartón-base, como anuncio.

Las hojas de los almanaques eran confeccionadas por la "Compañía Litográfica Schneer", localizada en La Habana Vieja, en donde se ordenaban las mismas.

En ese caso mi padre hacía la orden del modelo escogido por el cliente, y al recibirla se le agregaba a la parte ya impresa, terminándose el trabajo.

Para finalizar, usando la conocida frase: "¡mira que el mundo es pequeño!", a mediado de los años 60, aquí en la ciudad de Miami, tuve el honor de trabajar en una imprenta recién establecida, cuyo nombre fue: "Schneer Printing" en memoria de la desaparecida litográfica cubana, y uno de los dos socios del negocio lo era Rafael Schneer, hijo del propietario de la que fuera litográfica habanera, impresora de los famosos almanaques.

Esta costumbre del uso del almanaque como propaganda comercial, en Santiago en particular, y en Cuba en general, es cosa del pasado, pero los que vivimos aquella ya lejana época, los recordamos como una parte importante de la vida diaria en nuestro pueblo.

1 comentario:

  1. Ese es el tipo de almanaque que yo comentaba y repito que debajo del dia traían el santoral de acuerdo al dia en cuestión y por el revés traían proverbios, chistes, etc. Muy buena tu ampliación Balbi porque conoces del tema por la imprenta de tu padre.

    Lucia Alvarez

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