sábado, 11 de agosto de 2012

Dos anécdotas del viejo Santiago

por Leonardo Gravier Cortada | Coral Gables, Florida

El autor
Santiago de las Vegas era un pueblo extremadamente divertido, tanto para niños como para mayores. Eran comunes las burlas, chanzas o gamberradas de los jóvenes; se hacían sin perjudicar a nadie, sin herir las sensibilidades de los que eran objetos de las burlas y sin afectar económicamente a los involucrados. Eran travesuras por pura diversión, sana y entre amigos.

De esta época recuerdo dos hechos en que estuve personalmente involucrado junto con otros amigos.

Mario Temes, "Neneíto"
El primero tuvo como “víctima” a mi inolvidable amigo Mario Temes Jr. (Neneíto el barbero). Tenía éste, en ese tiempo, la barbería en la calle 13 entre 8 y 10; frente estaba la Botica de García y a ambos lados tenía la casa del maestro Luis Gacio y la tienda de efectos eléctricos de Ignacio Oramas. Además del “Nene”, trabajaban en dicha barbería los barberos José Lorenzo Calero (Pepe el barbero) y mi primo, Raúl Cortada. Neneíto tenía una selecta y gran clientela, su barbería siempre estaba llena. Él además de ser muy buen barbero, era muy simpático y mejor amigo. Había clientes que por ahorrarse el pelado, se sentaban en el sillón, para que Neneíto les hiciera un “recorte familiar”, que era arreglarle un poco las patillas, rebajarle el pelo de los lados y posponer el turno unas semanas más (sin pagar).

El puesto de Nacho el naranjero.
Un día, con varios amigos, que merodeábamos por aquella vecindad: mi hermano Gabrielito, Tito el planchador de Emilio Freyre, Alejo el planchador de Mongo (casi al frente de la barbería) y otros más; se me ocurrió hacerle una “trastada” a Neneíto. En aquella vecindad estaban los puestos de Nacho el naranjero (Perro Triste) y el puesto de frituras de Capiro. Habría mucho que contar de anécdotas de estos dos personajes. Escribí  con tempera negra (pintura de agua más espesa que la acuarela) en una cartulina blanca, un letrero que tenía en la parte superior una cruz y en grandes letras EPD (en paz descanse). A continuación decía el letrero: “Por motivo del fallecimiento del dueño de la barbería, Mario Temes, Jr. (Neneíto), permaneceremos cerrados por los próximos dos días. El sepelio se llevará a cabo mañana, después del velorio. Nuestro pésame a sus familiares”.

El letrero lo pegó en la puerta de vidrio de la barbería, Alejo (que abría la tintorería de Mongo muy temprano en la mañana). Cuando los clientes comenzaron a llegar y leyeron aquella esquela, se aterrorizaron. El maestro Luis Gacio se quedó consternado con aquella sorpresa tan desagradable y fue a casa de Neneíto, a saber los detalles del fallecimiento y cómo serían las honras fúnebres. El desfile de amigos por casa de Neneíto fue muy numeroso. Yo me asusté del revuelo que había causado, me apené  con Fefa (la esposa de Neneíto) que había tenido que recibir a aquella turba de amigos y darle la explicación de que aquello era una burla y que su esposo estaba “vivito y coleando”.

Cuando Neneíto abrió la barbería venía hecho una fiera. Los amigos se alegraron de que todo hubiese sido una farsa, se reían del enojo de Neneíto. Yo estaba en la barbería participando de los que se preguntaban quién había sido el que había perpetrado aquella broma pesada. Neneíto culpó a Alejo, puesto que dijo que el letrero se había escrito con tinta china procedente de la tintorería. Yo confundí más a Neneíto al decirle que la escritura no era con tinta china porque ésta brillaba, y el letrero era negro mate— no quería que alguien fuera culpado por un hecho del que yo era autor—. Me mojé el dedo y se lo pasé al letrero, éste se emborronó al ablandarse la tempera; convencí a Neneíto que de haber sido tinta china, no se hubiese borrado el letrero.

Esto tuvo a Neneíto y a varios amigos intrigados por varios días. Neneíto continuó sospechando de que Alejo había sido el autor. Pasado un par de semanas, le confesé que yo había sido el autor del episodio, que había escrito el letrero y que Alejo sólo lo había pegado en la puerta de la barbería. El Nene, con su buen carácter y su gran “tabla”, se echó a reír y me lo perdonó. Nunca olvido aquel incidente, parte de las locuras o impertinencias de la juventud, ni olvido a aquel gran amigo y gran persona, el simpático Mario Temes, Jr. (Neneíto).

La segunda anécdota no se me ocurrió a mí. No recuerdo quién fue el autor intelectual de la broma. Sí recuerdo a gran parte de los actores, ya que era un grupo de mis amigos. Esta vez, la víctima fue Rolando Ramírez Pis, hijo del médico y alcalde de Santiago, Dr. Antonio Ramírez y de su esposa Eulalia. Ocurrió antes de las elecciones del año 1958, en plena campaña presidencial de Rivero Agüero, Márquez Sterling y Grau San Martín (creo que éste fue a la abstención). La campaña política estaba en su apogeo: letreros en las aceras, carteles, vallas, anuncios radiales y bisuterías con los nombres de los candidatos, entre otras cosas. Nuestro grupo de amigos se embulló, se contagió con el ambiente electoral, y quiso postular a un alcalde. El grupo estaba compuesto por Eusebín del Amo, Gustavito Galainena, Robertico Balbi, Ricardo Fina (Cuqui), Ramoncito Garrigó, y entre otros, yo.

Postulamos para alcalde de Santiago de las Vegas, sin que él lo supiera, a Rolando Ramírez. No pusimos en los anuncios el apellido Ramírez, para no involucrar a la familia; en especial al Dr. Antonio Ramírez Pis (Ñico, hermano de Rolando). En esos dos días Ñico se había comprado un auto nuevo marca Buick. Tenía una transmisión que General Motors le llamaba Paso Variable (P.V.). Como Rolando estaba encantado con el auto de su hermano, constantemente hablaba del carro, refiriéndose al P.V., nosotros le pusimos de apodo, Rolando P.V. — el endilgar apodos en Santiago era más común que una vega de tabaco—. De manera que toda la propaganda para alcalde fue a nombre de Rolando P.V.

Yo hice un bosquejo de lo que debíamos poner en los anuncios, con una caricatura de perfil de Rolando. Robertico Balbi, que era un estupendo pintor, perfeccionó la caricatura— ésta identificaba más la figura de Rolando que una fotografía misma—. Todos contribuimos con los costos de la campaña. La mayor parte del trabajo se hizo en la imprenta de Ramoncito Balbi. Hicimos pasquines, abanicos y hojas sueltas. Pintamos en las aceras un letrero que decía: “Rolando P.V. Alcalde”.

Una noche, cuando ya estaba listo todo el material, salimos a colocar la propaganda, a pintar las aceras y a repartir los abanicos. No se me olvida lo que disfrutó Dora Cremata (la esposa  del Dr. Juan Fina y madre de Cuqui). Dora era una respetable señora que se reía mucho de las locuras de los jóvenes; su carácter y su sentido del humor, nunca envejecieron.

Al siguiente día amaneció el pueblo lleno de la propaganda: en las aceras, los postes eléctricos, las vidrieras de las bodegas o tiendas, y las personas abanicándose con el abanico del “futuro alcalde”.

Me apenó mucho que la madre de Rolando, Eulalia, por la que yo sentía gran respeto, tomara tan a pecho la chanza. Lo que más le disgustó fue que no le pusieran a Rolando el apellido de Ramírez y sí el de ella Pis Valdés (P.V.), como si Rolando no hubiese tenido padre.

Esa noche tiramos unos cuantos cohetes desde el café de Guayanes. Estando la puerta del establecimiento ya cerrada, yo la abrí para tirar un par de cohetes encendidos para la calle. El Sargento de la policía  José Peruyero, que averiguaba la procedencia de los cohetes, entraba en el momento que yo me asomaba a tirar el cohete. Casi le explota en la cara a Peruyero. Me quitó el resto de los cohetes y me dijo que me fuera para mi casa a dormir.

Como Rolando no iba postulado, la alcaldía la ganó Gerardo Castro.

*  *  *

Cuando recuerdo estos episodios, con la serenidad que dan los años, me parecen horrendos… crueles; mas el pensamiento me lleva a aquellos tiempos y a aquel ambiente. Entonces me hace recordar que eso era visto como algo normal, como producto de la alegría y las insensateces de la juventud. Pudiera contar varios hechos similares, pero sólo recordaré tres, en los cuales yo no participé, aunque sí los presencié.

Un amigo mío le tenía una aversión terrible a las lagartijas; no las podía ver siquiera. Una noche, le colgaron varias lagartijas vivas (amarradas con cordeles) de la puerta; en el mismo lugar donde estaban la aldaba y el picaporte. Al llegar mi amigo a dormir tarde en la noche, al ver el grupo de lagartijas, no pudo abrir la puerta, ni tocar la aldaba; comenzó a darle gritos a la madre para que le abriera. Ellos no tenían teléfono. Tomó tanto tiempo el que le abrieran la puerta que yo me fui a dormir y no sé como terminó el asunto.

Otro amigo mío fue con su novia y la madre de ésta, al Teatro Minerva una noche. Estacionó el auto al doblar del teatro, al lado del Casino Español (cerca de donde estaba la terminal de  Ómnibus Capote). Mientras mi amigo y su novia disfrutaban de la película; un grupo puso encima del auto todos los latones de basura, que se encontraron, pencas de palmas que adornaban los postes eléctricos y hasta el letrero de los Ómnibus Capote. El auto, debajo de aquella basura no se veía. Al salir mi amigo con su novia, se dio cuenta de la gamberrada que le habían hecho. Muy tranquilamente pasó por el lado del auto y continuó a pié para acompañar a la novia y a la madre hasta la casa. Después regresó a buscar el auto y a quitar la basura; en silencio, no se le oyó maldecir o protestar. Eso es lo que hubieran querido los autores del hecho, que esperaron pacientemente a ver la reacción de la víctima.

El Teatro Minerva en 1937.
La tercera anécdota tuvo como víctima a un muchacho que no era amigo mío, pero que yo conocía. Hizo éste la petición de mano de su novia.  La noche siguiente estaba visitándola en la sala de la casa de ésta junto a la suegra. Algunos amigos de él, se buscaron a una mujer que no era de Santiago y deben haberle pagado por la broma. Se apareció esta señora con un niño en brazos, alegando que el joven de Santiago era el padre del niño y el marido de ella; agregaba que no podía dejarlos desamparados y que él tenía que pasarle una pensión al niño, que era la única forma de recompensar la virginidad que ella había entregado. Parece que la mujer se excedió en sus razones y todos en la casa se dieron cuenta que aquélla era una farsa. Despidieron a la señora sin mayores consecuencias y riéndose de la jarana.

Pero estas burlas no eran típicas de Santiago. Peores que ésas eran la novatadas que hacían en los institutos de segunda enseñanza y en la universidad. Quien haya sido víctima de éstas, lo recordará muy vívidamente…; ésas no se olvidaban muy fácilmente. Yo tuve la suerte, por distintas razones, de escaparme de las novatadas en ambos casos.

Si nos remontamos en la Historia a la antigüedad, leeremos en los anales de varias ciudades, estos tipos de bromas. También en novelas se describen con lujo de detalles.

En la antigua Roma, las Saturnales, viraban al revés por unos días a la ciudad. Pero uno de los eventos más típicos de aquella época romana, fueron los debates entre las estatuas de Marforio y Pasquino. Estaban estas estatuas, dedicadas a héroes o dioses mitológicos, situadas una cerca de la otra. De noche, colocaban los ciudadanos de Roma carteles (de ahí proviene la palabra pasquines), revelando los chismes que pasaban en la ciudad a connotados personajes, a políticos o eventos de cualquier clase. Si Pasquino expresaba un chisme en el cartel de su pedestal, Marforio, le llevaba la contraria o le aumentaba o agregaba más detalles. ¡Pobre de las víctimas del ingenio romano que hacía hablar a las silentes estatuas de Marforio y Pasquino! En la antigua Roma hubo otras cuatro estatuas parlanchinas, que narraban sus infundios en versos. Si en Santiago hubiesen recordado a Marforio y a Pasquino, hubiesen comenzado algún diálogo entre la estatua del Coronel Juan Delgado y la del concejal José Alberro (en el pequeño parque que llevaba su nombre frente al parque nuevo). Como dice el viejo refrán español: “En todas partes cuecen habas [y en mi pueblo], a calderadas”.

*  *  *

Nota del editor: Siguiendo con el tema, en este enlace hallará más historias de "maldades santiagueras" para su deleite y diversión. ¿Qué travesuras hizo usted? ¡Cuéntenoslo todo!

11 comentarios:

  1. Que bueno es llegar a "viejo" para recordar que todos tenemos una historia que contar, tus anécdotas me hacen sentir joven de nuevo en aquel querido pueblo, nuestro Santiago de las Vegas.

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  2. Jose Peruyero era una buena persona.

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  3. Leonardo que felices eramos en aquellos tiempos,no se hacia nada por maldad si no lo que queriamos era divertirnos.
    Yo salia de las clases de Ingles por la noche y por al lado de la ceibita vivia un chino que tenia una bodega, yo todas las noche tocaba el timbre de la puerta y le gritaba a la china que segun yo era chino.Rated x en chino.
    Hasta una noche que el chino se escondio detras de la puerta me agarro por la mano y me llevo ami casa el resto se lo dejo a su imaginacion no me pude sentar comoda por 2 dias.

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  4. Cuánto me gusta conocer estos cuentos de una época más sencilla, donde el pueblo podía ser como una gran familia.
    Para los que tuvimos que dejar Cuba siendo niños, estos recuerdos nos provocan un poco de nostalgia ajena, porque nos hubiera encantado crecer rodeados de familiares y amigos en un ambiente sano. Ojalá sigan publicando esta clase de historias!
    Giselle

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  5. Recordar las vivencias de la juventud inspiró a Gabriel García Márquez a escribir su novela autobiográgfica "Vivir para contarlo".

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  6. TODAS ESTAS VIVENCIAS ME HAN COMOVIDO , ESA ERA UNA JUVENTUD MARAVILLOSA ,DONDE LOS AMIGOS AUNQUE PASARAN TODAS ESTAS COSAS SIEMPRE SERIAN AMIGOS .EN EL CORAZON EXISTIAN ALEGRIAS Y UNA LINDA AMISTAD .

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  7. Leyendo este histórico relato, del amigo Leonardo, me viene a la mente una travesura que viví, en la zona del Teatro Minerva, lugar donde un grupo de jóvenes, nos reuníamos para conversar, contar chistes, asi como, precisamente de las travesuras que se cometían entre ellos. Yo acostumbraba, los sábados, al regresar de Bejucal, después de visitar a mi novia, hoy mi esposa, estacionar mi auto al lado de la acera, frente al Cine, ahí me encontraba con Gustavito Galainena, Rolando Ramírez, Ricardo "Cuqui" Fina, los Millares, Luis Alvarez Romero "Luisito" y otros. Yo no sé como se valieron para cometer la "travesura", que para mi fué un tormento, sin darme yo cuenta de lo que se tramaba. Después de terminada la tertulia, nos fuimos despidiendo, yo fuí a tomar el auto y cual no fué mi sorpresa, al no encontrarlo donde lo había dejado, me lo habían robado, lo había cerrado con sus seguros!, pensé: ¿con qué llave lo abrieron y lo arrancaron? si yo tenía mi llave! todavía quedaban algunos del grupo, les comenté lo sucedido, nadie sabía, todos asombrados por lo acontecido. Para no alargar el "cuento", final del suceso: Luisito Alvarez, no se cómo se las valió, fué el autor del robo-chistoso, había una confabulación entre todos para cometer el acto "tor-mentoso" para mi, ¿como obtuvo la llave?, nunca supe, hoy en día, viviendo ambos en Miami, no he podido verlo para preguntarle. Todavía queda en mi mente esta duda: ¿usó una llave o utilizó otro método?.

    Aclarado todo y recuperado mi auto terminó todo amigablemente y tomado como un chiste entre amigos.

    Otra travesura, o mas bien broma, fué cuando uno de los amigos de esa época y estoy citando a mediado de los años'50, Juan Evelio Pou y otros acompañantes, me invitan a una carrera con nuestros autos, yo con mi Buick '56, el de él, creo era un Oldsmovil, de los '50. Sería la carrera saliendo de la calle 2 hacia la Doble Vía, rumbo a Rancho Boyeros.

    Arrancamos ambos, cada uno tenía acompañantes; pasado el tiempo, ellos regresaron al pueblo, preocupados por mi ausencia, no me habían visto a todo lo largo de la carrera, supuestamente. Llegó el momento de encontrarnos, surge la pregunta por parte de ellos: ¿dónde estabas, qué te paso, cuándo regresaste?

    Mi respuesta fué: Cuando ustedes arrancaron, yo los seguí a poca velocidad, hasta que se perdieron de mi vista, y regresé, cambié mi mente, no me gustaba correr y pensé que podía tener un accidente.

    Imagínense, se sintieron burlados, pero esto pasó y todo se perdonó.

    Sobre mi hermano, Robertico, el cual era muy original en sus acciones, debo contar sobre algo que cometió durante su época de estudiante en el Colegio Metodista Chandler, situado en Marianao. Como estudiante pupilo, es decir, vivía en él, solamente salía el fin de semana, se le ocurrió hacerse el ahorcado; en uno de los cuartos, del plantel, con una soga, simuló estar colgado, debió tener un cómplice, pués se corrió rápidamente la noticia del suceso, se formó tremenda algarabía, un corre-corre, llegó el director, empleados para ver lo sucedido. Resúmen: Se aclaró todo, sólo era una trágica broma. Ustedes se podrán imaginar lo doloroso que fué para mis padres, esta broma que motivo que mi hermano fuera expulsado de la escuela.

    Les escribió: A. Roger Balbi Barceló. adolfobalbi@yahoo.com

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  8. Muy buenas las anecdotas de Leonardo!

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  9. muy graciosas las maldades que cuenta Leonardo.

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  10. Eran bromas de jovenes con el unico interes de divertirse sin maldad. Asi era la juventud de nuestro Santiago de las Vegas: divertida.

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  11. Como he disfrutado de esos cuentos de este santiaguero, ellos me recuerdan que a principio de los 60s eramos bien jovenes y haciamos la velada en el parque nuevo hasta altas horas de la noche. Casi siempre cuando se conmemoraba el natalicio de nuestro Juan Delgado se le ponia una corona de flores al pie de la estatua y nosotros cuando ya el parque estaba solitario y solamente nosotros lo habitabamos le pasabamos la corona al pobre Alberro que tenia un pequeño busto en el parque que llevaba su nombre al lado de la iglesia.
    Asi nos divertiamos y a la misma vez le haciamos tambien justicia al pobre Jose Alberro que tambien fue un hombre honorable en nuestro querido pueblo.

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