martes, 4 de enero de 2011

A propósito de las canciones infantiles recordadas por algunos santiagueros

por Mario A. García Romero / Miami, Florida

Es impresionante cómo a veces una cita, el tarareo de una canción, o el oír una frase de un poema, nos hacen retrotraer viejas remembranzas de nuestros días de infancia y /o juventud, y aunque uno lo quiera evitar, nos llegan en tropel esos recuerdos.

Al leer el artículo de José Alberto Balido (en ese importante sitio que es Santiago de las Vegas en línea, que ha tenido la feliz idea de reunir a todos los santiagueros de las vegas, donde quiera éstos se encuentren, sin distinción, sin recriminaciones, sin discriminaciones de ningún tipo) se me aguzó la memoria de mi lejana infancia y, aunque no me puedo acordar de las canciones de cuna que me deben haber cantado, lo mismo para dormir que para tomar la leche en pomo (como a cualquier hijo de su mamá), sí me hizo recordar cuando mencionó “El adiós del soldado”, esa triste canción de despedida que de infantil no tiene nada (la puede escuchar más abajo; lamentamos no disponer de una versión cubana). En la época en que yo era niño, al igual que a nuestra anterior generación, a los niños las mamás los criaban en una vida más sosegada, las señoras madres eran solamente amas de casa y criadoras de niños. Ni remotamente existían los adelantos que se empezaron a conocer en las décadas de los años 40 y 50.



Anteriormente el medio de entretenimiento por excelencia de las amas de casa (aunque de toda la familia en general) era la radio, que comenzó en Cuba en forma oficial el día 10 de octubre de 1922, mucho antes que la gran mayoría de países con mayor población y recursos económicos que los nuestros. Sin embargo, Cuba fue siempre ejemplo a seguir, por el desarrollo cultural y comercial que aportó a este medio, siendo la radio cubana pionera en muchos aspectos: las radionovelas, por citar un ejemplo, siendo las ondas cubanas oídas perfectamente en todas las Américas, y más allá del continente americano, lo mismo por AM (a propósito Santiago de las Vegas tuvo por los años 30 su emisora radial, la CMBG, cuyo propietario era Francisco Garrigó Artigas, estando situada en la calle 4 No. 85, y transmitía por los 1360 kilociclos, 220.5 metros, con una potencia de 5 watts. Fuente: “La Radio en Cuba” de Oscar Luís López, Editorial Letras Cubanas, 1981) en el área del Caribe, que por onda corta, allende los mares.

De esta forma quiero hacer notar que muchas de las canciones que los cubanos pasados de los 60 años nos sabemos de memoria, es el resultado entre otras cosas, de la distinta programación musical de la radio cubana, donde se escuchaban todos los valores nacionales de la época, como María Teresa Vera (a la derecha, con Rafael Zequeira en 1916), Pablo Quevedo (conocido como “El divo de la voz de cristal” y de quien desdichadamente no quedó grabación alguna), Rita Montaner, y tantos otros que harían interminable esta lista. En Cuba cantaron lo más sobresaliente de países cercanos como México, Puerto Rico, Argentina, Colombia, Perú, y Venezuela, incluyendo los E.E.U.U., y que nuestras madres y abuelas oían, incluyendo por supuesto lo mejor de la cancionística cubana, que después de más de 80 años de radiodifusión, sigue teniendo mucha importancia y vigencia.

La primera voz femenina de mi vida fue mi madre, Lilia Romero Gil, que entonaba esas canciones añejas, pero llenas de belleza, mientras hacía las labores de la casa; por ella oí desde muy niño “El soldado”. La curiosidad me obligó a buscar información sobre este tema. Tengo la grabación de la misma por el dúo de María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo, que la deben haber grabado a finales de los años 30. Busqué en la información del CD, pero no explicaba la autoría; quería saber quién o quiénes eran los autores. Empecé buscando en el “Diccionario de la música cubana” de Helio Orovio, ilustre santiaguero (Q.E.P.D.), pero no encontré información alguna. Acudí al “Diccionario enciclopédico de la música en Cuba” de Radamés Giro, y tampoco hallé nada. Busqué en “La historia de la música cubana” de Elena Pérez Sanjurjo y, en la página 375, en la ficha del destacado director de orquesta, compositor y músico cubano Jorge Anckermann Rofart (1877-1941), aparece que “El soldado” es una canción de Anckermann del año 1913.

Como la información era muy poco convincente, acudí a un amigo cubano residente en Puerto Rico desde los años 60, habiéndole dedicado la mayoría de su vida a coleccionar discos, investigar y escribir una serie de libros de vital y absoluta importancia para cualquier investigador o aficionado que quiera saber sobre todo lo acontecido con la música cubana desde sus orígenes, grabaciones, compositores, cantantes foráneos o cubanos, que hayan realizado grabaciones de nuestra música cubana. Se trata del Dr. Cristóbal Díaz Ayala, que de muy buen agrado, enseguida me informó el nombre del autor, aunque solamente de los versos, que pertenecen al poeta colombiano José María Garavito, cuyos versos datan del año 1864, con el nombre de “Volveré mañana”; pero hasta hoy la música sigue siendo una incógnita, que trataré de descifrar.

Los datos sobre este poeta los encontré en Wikipedia, incluyendo los versos originales, que María Teresa respetó totalmente. Lo más importante de estas remembranzas, es que las canciones han pasado de forma oral al oírselas a nuestras madres y abuelas, de generación en generación, dando lugar, talvez sin proponérselo, a acrecentar y estimar el amor a nuestra música de la trova tradicional, música romántica, incluyendo la infantil, donde hay que incluir autores como el celebérrimo Félix B. Caignet, autor de esa pieza infantil que nos hicieron escuchar el inolvidable dúo de Olga Chorens y Tony Álvarez: “El ratoncito Miguel”. Desde niño pude oír y me fui aprendiendo títulos como “Longina”; “Mercedes”; “Aurora”; “Santa Cecilia” de Manuel Corona; “La clave a Martí” (“Aquí falta señores, ay una voz, la del sinsonte cubano, de ese mártir hermano, que Martí se llamó…”) que originalmente fue dedicada a la memoria de una Clarina; “Perla marina”; “Mujer bayamesa” (“Lleva en su alma la bayamesa…”); “La tarde”, de Sindo Garay; “Quiéreme mucho”, con letra de Agustín Rodríguez y Ramón Gollury, con música de Gonzalo Roig; “Veinte años”, de Guillermina Aramburu y música de María Teresa Vera; “Boda negra”, con música de Alberto Villallón; “Las perlas de tu boca”; “Mamá Inés”; “La mora”; “Si me pides el pesca’o”, incluyendo la conga “Mírala que linda viene”, que era cantada en nuestras “Parrandas santiagueras” (“Mírala qué linda viene, mírala qué linda va, la comparsa de Santiago, que se va y no vuelve más), todas éstas de la autoría de Eliseo Grenet; “La rosa roja”, de Óscar Hernández”; “Ella y yo” (“En el sendero de mi vida triste”), con versos de Ulrico Ablanedo y música de Óscar Hernández; “Lágrimas negras”; “Olvido”; “Dulce embeleso”, de Miguel Matamoros… En fin, son tantas que tendríamos que hacer un compendio muy largo de tanta belleza.

No debo olvidar que sin proponérselo mi tía y madrina Delfina Hernández contribuyó a que me aprendiera tantas canciones, ya que ella en ese entonces, en mi niñez, era muy aficionada a oír la radio y en el patio de mi casa, solamente dividido por un muro, perfectamente se podían oír todos los programas musicales de esa gran radio cubana de los años 50.

El otro gran ídolo como cantante fue Raúl Zequeira Gallardo, ya fallecido hace algunos años, el primer cantante que conocí en vivo y a quien aplaudí y gocé de su voz y sus interpretaciones. Fue un trovador y bohemio que vivió en Santiago muchos años de su vida, a quien se le debe una recordación como un cantante de serenatas que hizo disfrutar a por lo menos dos generaciones de santiagueros. Le debo esa, aunque para mí siempre estará presente.

Hay una canción en particular, “Ausencia”, de Jaime Prats y, al mencionar este apellido, me viene a la memoria con inmenso orgullo, que una de las más bellas canciones de todos los tiempos, “Una rosa de Francia”, que lleva la música del hijo de este destacado músico, me refiero al maestro “Rodrigo Prats”, quien allá por los lejanos años 20 del siglo XX, vivió en Santiago de Las Vegas, en la calle 2 entre 15 y 17, en casa de sus tíos el Dr. Reiniery y su esposa (hermana de Jaime Prats), donde conoció al autor de estos maravillosos versos, que son de la inspiración de Gabriel Gravier, abogado de profesión, poeta, orador, músico, que dejó su impronta en la historia municipal y que nos puso en el mapa musical de Cuba con estos versos. Aunque no ha sido el único, hay otros autores como Humberto Jauma y Vinicio González, y cantantes como Chamaco García, Fernando González, Míriam Balmori y Wuelfo Gutiérrez, pero dejemos esto para otra crónica santiaguera, donde podremos enumerar esos valores tan importantes, que para algunos muy jóvenes son totalmente desconocidos.

Solamente me queda por expresar que todos los que lo queremos debemos demostrar con orgullo que ¡Santiago vive!

2 comentarios:

  1. Si recuerdo con carino , ternura y anoranza esas canciones ty mi madre me las cantaba y ahora yo a mis nietos y el Ratoncito Miguel ,mil cosas lindas y que se cumplan todos nuestros deseos y felicidad a todos los santiaqueros y a Balido por permitir comunicarnos , Delys

    ResponderEliminar
  2. Quisiera que Ivon Funes me escribiera yo soy Delys la mama de Dilayda y amiga de Miozotis , mi correo es delys41325@hotmail.com el otro dia lei su nota y recorde con mil carino a su mama y como si el tiempo no hubiera pasado recuerdo su caracter alegre y su buen humos , quisiera saber de su nina ya una mujer , de Mio con su enfermedad que la vencio , yo se que tu tambien nos recuerdas con carino .Delys

    ResponderEliminar

¡Bienvenido! En este espacio podrá publicar sus propios comentarios, recuerdos y anécdotas. Recuerde siempre poner su NOMBRE Y APELLIDO y su dirección de E-MAIL para que otros santiagueros se puedan comunicar con usted.