lunes, 6 de diciembre de 2010

El ferrocarril de José Manuel Sánchez Luque

por Roger Balbi Barceló / Miami, Florida

Pasando el tiempo y mirando en una renombrada tienda de esta ciudad, llegué al departamento de juguetería y al mirar fijo a un lugar me sorprendí al ver un juguete que me llamó la atención: En una caja observé una locomotora con sus vagones, sus raíles, es decir, todas las piezas necesarias para armar un ferrocarril, lo cual me trajo a la mente algo que viví al principio del ʹ40, siendo yo un niño de 10 u 11 años.

Todos los santiagueros han oído, incluso los que no vivieron esa época pasada, el nombre del ilustre maestro José Manuel Sánchez Luque (a la derecha). Él, con su familia formada por su esposa y sus hijos, que recuerde, Margot, Marta, Juan José “el gallego” y Carlos, vivían en la calle 11 entre 6 y 8.

En la sala de la casa, muy amplia por cierto, el profesor Sánchez creó de una manera artística un tipo de plazoleta en forma de maqueta, con un área aproximada de 8’ x 10’, en donde magistralmente construyó una pequeña ciudad con casas, árboles, calles, faroles con luces, y demás, y lo que se destacaba en este proyecto era un ferrocarril. Por los raíles, la locomotora, arrastrando los vagones, recorría la vía, dando vueltas por toda el área destinada a ésta, produciendo el sonido característico de este vehículo. El que pasaba por la acera, a través de una amplia ventana que se extendía hasta el piso, veía este bello entretenimiento del cual gozaba su creador y hacía que sus visitantes lo disfrutaran, cosa que yo en una visita que hice a su hogar, me encantó. En la época de la Navidad, ponía objetos adaptados a esa ocasión.

Siempre quise tener un ferrocarril, aún ya mayor, pero nunca me dediqué a realizar mis deseos. Hoy, al ver este juguete en la tienda, hizo traer a mi mente este acontecimiento que marcó un gran recuerdo en mí. Los que pudieron verlo, sentirán lo mismo que yo he sentido. Gracias, profesor José Manuel Sánchez Luque, porque podemos avivar en nuestra mente estos bellos recuerdos y al mismo tiempo reconocer su gran talento y dedicación a la enseñanza que impartió a tantos alumnos.

“Recordar es volver a vivir”

3 comentarios:

  1. Recuerdo el trencito de la casa de José Manuel Sánchez. Yo lo veía adornar: desde las figuras, la vegetación, las montañas y túneles por donde pasaba el tren− hechos de papel estrujado, lacado y pintado con los colores adecuados – hasta los puentes que pasaban por encima de lagos hechos con espejos. ¡Qué bellos recuerdos de aquellos adornos navideños nos proporciona Roger Balbi! Lo felicito por esa memoria.

    Quiero añadir dos cosas: A la familia de José Manuel deben sumarse los hijos Haidée y el Nené Sánchez, que junto a la gran esposa y madre “Mercé” Cosío, constituyen una de las familias más queridas de nuestro Santiago. Además, con relación al trencito de la Navidad, pude averiguar que la costumbre se originó en Alemania y que nos llegó desde EE.UU. Se trató de imitar una aldea para acompañar al nacimiento; cuando se inventaron los trenes, éstos se los añadieron a los adornos para darle otro rasgo de realidad. Hoy el último vestigio de aquellos adornos navideños en EE.UU. es el trencito, − muchos de ellos con música alegórica − y por supuesto, la cuna con el niño Jesús.

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  2. Recuerdo el ferrocarril de José Manuel Sánchez y muchas veces él me enseñó como todo funcionaba. Su casa estaba al lado de donde vivía mi tío Ramón Garrigó. José Manuel fue director de la escuela donde enseñaba mi madre, Esther Pita, y ella lo admiraba por sus grandes cualidades humanas.

    José R. Garrigó

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  3. Curiosidad

    Este comentario no lo incluí en esta narración, pues no le correspondía, pero tiene relación con el personaje.

    El profesor José Manuel Sánchez Luque tuvo muchas virtudes, y entre esas virtudes, pues las considero así, tenía una que era la de combinar los colores que utilizaba en sus dibujos, con un bello matizado, sobre todo cuando se trataba de dibujar la bandera cubana, lo cual era su especialidad y dedicación, dándole sentido de movimiento y colorido.

    Esa virtud, en la utilización de los colores, en la realidad era lo contrario, pues el profesor padecía, en su vista, de un defecto genético conocido por Daltonismo, del cual quienes lo trataban, no lo sabían, sin embargo, repito, tenía ese don que Dios le dió de poder expresar con los colores, lo que su imaginación le hacía demostrar.

    Según el diccionario, se le ha dado este nombre a esa deficiencia genética, en honor al químico inglés John Dalton quien la padecía, la cual consiste en la imposibilidad de distinguir los colores, confundiéndolos, y cuando la incidencia de la luz actúa, la hace más variable.

    En ocasiones, siendo alumno de tercer grado, mi profesora Gaudiosa Márquez, a la cual yo estimaba mucho, y quien viceversa, era ella hacia mí, me pedía de favor, le llevara al director Sánchez algún documento, al llegar, me lo encontraba haciendo algún dibujo, y como esto era interesante para mí, pues tenía vocación para el dibujo, me quedaba observándolo.

    Como creador de este capítulo, entre tantos, pienso que todavía quedan condiscípulos míos, de esa época, que puedan contar algo referente al Maestro José Manuel. Los invito a que hagan su aporte, gracias.

    Les escribió, A. Roger Balbi Barceló – Miami, Enero 9 de 2011

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