miércoles, 27 de octubre de 2010

Tres maestros y una interrogación

por Francisco Simón Valdés

[Nota del editor: El siguiente artículo fue publicado originalmente en la Revista del Club Atlético Santiago en el Número Extraordinario de julio de 1948].

Don Manuel Mena

A mediados del siglo XIX, Santiago de las Vegas vivía orgulloso de un extraordinario maestro de escuela. Era aquél, don Manuel Mena.

Venido a la localidad desde la Habana, hijo de un comerciante a quien los negocios fracasaron, arribó forzosamente al magisterio en plena juventud.

Con una cultura básica, don Manuel Mena llegó a ostentar fama legítima como educador. Aún cuando el medio local no podía ofrecerle ambiciosas perspectivas, él logró enraizar el concepto de la cultura entre los padres de familia de aquella hora, plenando sus aulas con varias docenas de alumnos.

Para nuestros hombres de fin de siglo santiaguero, era timbre de gloria, y patente de superioridad espiritual haber pasado por la escuela de don Manuel Mena.

Lorenzo y Adolfo Cremata, “Angelillo” Velasco, Ángel Gilbart, Juan y “Papá Simón”, Serafín Costales, el Pbtro. Manuel Dobal, que descollaron en varios aspectos de nuestras luchas cívico-culturales, pasaron por su escuela.

Su nombre brilla en la aurora de nuestra cultura, y llena aún el recuerdo de aquellos tiempos, cuando se habla de la Escuela colonial.

Adolfo Cortada

Cuando el Gobierno Interventor de 1899 improvisó la Instrucción Pública, “Cortadita” dobló el paño de su mesa de envolvedor de paquetes de cigarrillos, y se hizo maestro.

Al revés de muchos otros, que aprovecharon solamente la excursión a Boston para curiosear, Adolfo Cortada tomó en serio la nueva profesión.

Adolfo Cortada
Y con un carácter hecho a la medida, se redescubrió, y fue un excelente maestro. Nunca se le escuchaba pelear con los muchachos, que le tenían como un igual. Y por ese camino de la identificación, acaso sin pretenderlo demostraba la falacia de aquella máxima de nuestros abuelos de “la letra con sangre entra”; ya que él la suministraba sonriendo, y jugando con sus alumnos.

Con una facultad asombrosa de asimilación, Cortada leía sin cesar. Y acrecentando su acervo en la observación, tomó a la vida numerosos cuadros, y escribió cuentos, novelas cortas, versos, comedias… Fue lejos, y se le ocurrió aprender música, y al menos logró saber lo suficiente para comprenderla y discutirla.

Así, al cabo, se le hizo estrecho el ambiente y optó en La Habana por un aula, y la ganó con espíritu vertical, entre varios centenares de opositores.

Aquí lo perdimos para la escuela local; pero se ganó para sí mismo, y para asegurar el porvenir de sus hijos.

Alberto Fonseca

Alberto Fonseca constituye el más angular de nuestros logros en la Escuela. Pero no cabía en los métodos estrechos de la Pedagogía Oficial.

La Escuela regimentada por un horario, por un temario, y por autoridades escolares generalmente incapacitadas, fue su más dolorosa contradicción.

Así se veía que después de dar cima, a veces con mucha despreocupación, a las tareas del aula, durante las horas oficiales de trabajo, sin pasar la vista por el horario, que consumía en un solo tema cuando le venía en ganas; citaba a su casa (a la izquierda) a los muchachos que mejor le cuadraban, y allí los tenía embobecidos hasta bien entrada la noche, explicándoles la vida de Volta, de John Stuart Mill o del griego Eurípides. Luego tocaba el violín.

Tomar “El hombre que ríe”, de Hugo, y dejar a un lado “Los primeros pasos en el Idioma Castellano”, era cosa muy frecuente en su aula. Él explicaba el idioma castellano leyéndonos y comentando páginas del “Quijote”…

Cómo los muchachos lograban comprender estas cosas, que condenaba la Pedagogía Oficial, es algo que yo no me explico; pero sí sé que desde entonces sentí el anhelo de conocer la antigua Grecia; y sólo sé que a los 12 años pedía a mi padre que me comprara un “Quijote”…

Cuando Fonseca leía en “El hombre que ríe”, “Milores, ¡el linaje humano existe!”… comprendíamos que en el fondo de la Sociedad palpitaba la tragedia de una gran injusticia…

Y entre una y otra estada, cuentos de viajes despampanantes; aventuras misteriosas, en las que no pocas veces él se presentaba como protagonista… Otras, destacando entre el humo de las batallas por la liberación de nuestra América la capa blanca de Simón Bolívar, que nos enseñó a reverenciar.

¡Era muy grande este grande hombre que murió desconocido de su época!

Epílogo

José M. Sánchez

En estos días nos ha dicho “adiós para siempre” nuestro más viejo de los maestros de hoy: José Manuel Sánchez (a la derecha).

Con levadura de la artesa de Fonseca, montaba pilas eléctricas; fabricaba aeroplanos en miniatura, y constantemente, aunque con mucha más timidez, haciendo excursiones sobre las márgenes del horario, este maestro dio gran prestigio a la Escuela de la localidad. Su nombre debe ser reverenciado.

Y han hecho bien sus discípulos de la Escuela Primaria Superior y las autoridades escolares, en aceptar la proposición del Claustro de que lleve la misma el nombre de J.M.S.

¿Quién es hoy el que, entre nosotros, recoge la gran herencia de nuestros maestros…?

La interrogación, según todas las apariencias, quedará abierta por algunos años.

2 comentarios:

  1. Cusito Velasco maestro y director ejemplar , amigo companero , trabajo muchos anos con mi mama Amparo lo recuerdo con mil carino y a su familia , Maria esposa y Nilda su hija , gloria a todos los maestros santiaqueros con carino los recuerdo y a Nieves Amores otro ejemplo de maestra y Elsa Castano , gracias a este sitio por rendirles homenaje . delys41325@hotmail.com

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  2. Al hablar de nuestros educadores, la lista se haría interminable, sin embargo, hay una injusticia latente, actual.A la Escuela Secundaria Básica, otrora Esc Primaria Superior, que radicó en la calle 2 e/5 y 7, hasta que se construyó el nuevo local de la calle 1 e/ 12 y 14, y que tomó el ilustre nombre de "José Manuel Sánchez Luque", un buen día(no recuerdo cuál)a algún mal santiaguero de la esfera de la educación mcpal, desconociendo la vida de este ilustre maestro, se le ocurrió quitarle el nombre y rebautizarla con un patriótico nombre, que recordará por siempre al "Titan de Bronce Antonio Maceo","Protesta de Baraguá" pero no había necesidad de subestimar al maestro santiaguero y llevarlo al olvido después de haber hecho tanto por la educación en nuestro pueblo,Se podía nombrar a otra nueva escuela con la hombradía de Maceo, pero se nota que se hizo ese cambio con mala fe; contra un hombre que no tenía un pasado(a saber)sucio que lo invalidara de llevar honrosamente su nombre una escuela nuestra.Esa mancha debe ser enmendada en cuanto sea posible, pero sí es muy importante, que los pinos nuevos nuestros, sepan de esta arbitrariedad. Mario A. García Romero. muchomario1945@hotmail.com

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