lunes, 21 de diciembre de 2009

Navidad familiar en Santiago de las Vegas

por José Ramón Garrigó / Coral Gables, Florida

La época de Navidad, o Natividad del Señor, es muy especial para los cristianos. En esos días se celebra el nacimiento de Jesús, el Niño Dios, hace dos milenios en Belén de Judea. Para nosotros la celebración navideña era algo especial y reunía por dos días a todos los miembros de la familia Garrigó, presidida por mis abuelos José y Anita. Los festejos comenzaban el día de Nochebuena pero ello implicaba varios días de preparación de los manjares que se iban a servir esa noche. Distintos miembros de la familia se encargaban de asar el tradicional lechón al igual que de preparar el fricasé de guineos, arroz, frijoles negros, yuca con su consabido mojo, ensaladas y postres, entre los cuales resaltaban los buñuelos y los turrones.

Todo había comenzado un par de semanas antes cuando mi madre, Esther Pita, montaba un monumental Nacimiento, o Pesebre, en la sala de nuestra casa. Mamá se pasaba tres o cuatro días haciendo el Nacimiento con papel almidonado, pintado y moldeado en forma de valles y montañas donde colocaba las figuritas del Niño Jesús, María, y José rodeados de pastores y animalitos. Todas las tardes mi madre avanzaba los tres Reyes Magos unos pasos por el camino que ella había simulado desde los bordes del Nacimiento, hasta que el Día de Reyes los colocaba postrados en adoración del Niño Dios.

Al costado del Nacimiento estaba el arbolito de Navidad, un arbolito artificial si mal no recuerdo, decorado con bellas lucecitas y adornos, de los que en esa temporada se conseguían en algunas tiendas en Santiago. Todos esos días las ventanas de la sala quedaban abiertas y muchas personas se detenían para admirar el Nacimiento, algunas de las cuales pedían permiso para entrar y verlo de cerca. Mi madre sentía un merecido orgullo por lo que hacía.

Algunos años la cena de Nochebuena se celebraba en la vieja casona de mi Tío Paco, conocida como la Quinta Gallol, al frente de la Escuela Primaria Superior. La casa tenía patio y jardín al fondo, donde la muchachada se divertía mientras los mayores terminaban de poner la mesa y servir el vino, usualmente un tinto español. Otras veces la familia se reunía en la Finca Santa Lucía, en la carretera a San Antonio de los Baños. Era otro lugar favorito de los muchachos, donde alternábamos travesuras y correrías con cantos de villancicos. Al terminar la cena todos íbamos a la iglesia (a la izquierda, en 1951) para la Misa del Gallo ofrecida por el inolvidable Padre Vicente Jovaní, párroco de Santiago (más abajo a la derecha, supervisando la instalación del Cristo en el gablete de la iglesia). Un alegre repicar de campanas le anunciaba al pueblo la celebración religiosa. La iglesia estaba decorada de acuerdo con la estación, con cintas, guirnaldas y coloridas flores además del Nacimiento que un grupo de Caballeros Católicos hacía frente al presbiterio. El coro del colegio de las Hermanas Salesianas entonaba lindos villancicos. Entre ellos recuerdo el popular Adeste Fideles, que se cantaba en latín; pocos lo entendían, pero muchos tarareaban la bella melodía.

El día de Navidad mi familia se reunía de nuevo para lo que llamábamos “La Montería”. Era un almuerzo en el cual se comía todo lo que había sobrado de la Nochebuena. Y las consabidas diferencias de opiniones de cuál de los dos días los frijoles sabían mejor. Los villancicos amenizaban el evento. A los muchachos “más mayorcitos”, igual que la noche anterior, se les permitía beber una copa de vino con la comida. Al final todos brindábamos con sidra asturiana. Al final de ambos eventos venía la repartición de besos y abrazos con el tradicional “Feliz Navidad”.

Recuerdo también que unos días antes de Navidad mis padres nos pedían una pequeña donación (con los ahorritos de nuestra escasa alcancía) para dársela a la iglesia para los niños pobres cuyas familias no podían tener una cena como la nuestra. El Padre Jovaní, si no me equivoco, repartía esas donaciones entre las familias de la capilla de Rancho Grande.

Los regalos los recibíamos el día 6 de enero, fiesta de la Epifanía, cuando se conmemora la entrega de las ofrendas (oro, incienso y mirra) de los Reyes Magos al Niño Jesús. Me recuerdo las mesas con juguetes y otros regalos y adornos navideños que los comerciantes ponían en la acera de la calle 13, al igual que en los portales de la Ferretería Garrigó, tratando de convencer a los que pasaban para que compraran. Bellos recuerdos de un pasado en que todos en nuestro pueblo convivíamos en paz con alegría y amistad. Cuando, a pesar de nuestras normales diferencias de opiniones, todo terminaba sin rencores, con un abrazo y un apretón de manos.

1 comentario:

  1. Creo que la familia Garrigó fueron amigos de mis abuelos, Pedro Castillo y Flora, que tenían academia de corte y confección (mi abuela) y en la parte delantera de la casa, un comercio de telas...en Santiago de las Vegas por los años 1910 1915 1930, luego volvieron a España, a Castro Urdiales en Santander. Tengo alguna foto,
    saludos, ana

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