martes, 22 de septiembre de 2009

Un legado de nuestra cultura

por Leovaldo González Álvarez / Santiago de las Vegas Algunos de la mano y hombro con hombro vamos caminando silenciosamente, acompañando al que, para algunos de los que conforman nuestra atribulada marcha, es un ser querido de la familia y para otros un amigo entrañable que fue su compañero de muchos años. Este cortejo no siempre seguía el mismo recorrido; generalmente partía de las casas de familia hasta el lugar donde todos confluían, la esquina de la Ferrolana, en la calle 13 y 16. Allí, al igual que por donde quiera que se pasara durante el trayecto, se retiraban el sombrero y guardaban silencio en señal de respeto, de apoyo y consuelo a los familiares y amigos, tanto los que salían de sus casas como los que transitaban en ese momento por la calle. Cruzamos la Línea, muy próximos a la Estación del Ferrocarril (a la izquierda), que ya para esa fecha había dejado de fungir muchas de sus tareas originales y que con su funcionamiento en etapas anteriores, cooperó de forma incuestionable en el desarrollo y crecimiento económico de nuestro pueblo. Durante la Guerra de Independencia los vecinos de la entonces llamada Calle del Paradero suministraron información al mando del Regimiento de Santiago de las Vegas sobre el movimiento enemigo de tropas y material de guerra, conformando una organización urbana que con su valor y patriotismo colaboró en la seguridad y realización de acciones de guerra del Regimiento. Al mismo tiempo este lugar fue testigo del fin de la soberanía de España sobre nuestro Santiago, ya que en la mañana del día 11 de enero de 1899 partió desde aquí el resto de las fuerzas que la representaban en la comarca. Otras vías de comunicación, así como otros medios de transporte alternativos la han relegado en el tiempo pero no de nuestra historia. La Línea, algo que en mi imaginación cuando niño concebía como una frontera, algo que al cruzar me pondría en contacto con charros y corridos mejicanos, por aquello de Jalisco y Rancho Grande y que al crecer un poco mas pude conocer se encontraban delimitados uno de otro por un puentecito, casas levantadas en tierras pertenecientes al Municipio y que el pueblo eufemísticamente había bautizado con esos nombres, donde vivía gente trabajadora en espera de poder mejorar sus condiciones económicas. Unos pasos más y ahí esta el Cuartel de la Guardia Rural. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Aquí tuve que venir a prestar declaración como consecuencia de un accidente de tránsito. Me enredé en mi bicicleta con un carro que venía de La Habana y si no hubiera tenido un poco de suerte, ahora estuviera mirando todo esto desde arriba, y sin darme cuenta y a falta de alguna madera cercana que poder tocar, cruzo los dedos y exclamo ¡SOLAVAYA! 1870: El primer cementerio de Santiago de las Vegas. A lo lejos y a nuestras espaldas se oye un doblar de duelo en la campana de la Iglesia, pero hoy nos dirigimos en dirección opuesta, a otro lugar sagrado. Ya, desde finales del Siglo XVII y a partir de que un 18 de febrero de 1694 fuera bendecida la primera piedra de nuestra actual Parroquia, algunos de sus terrenos colindantes conformaron nuestro Campo Santo, hasta que por Real Cédula del año 1787, son suspendidos los enterramientos en la Iglesia de Santiago de las Vegas. A pesar de ello, los mismos continúan hasta el año de 1832, fecha en la que se inaugura el primer cementerio en el extremo oeste de la calle 11 y que fuera construido por iniciativa y gestiones del Director Honorario de la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País, Don Francisco de Quesada. Finalmente y hasta el presente, el mismo quedó ubicado en las inmediaciones del pueblo en la antigua Calzada al Wajay, obra iniciada en 1893 y culminada en 1895. 1897: El segundo y actual cementerio de Santiago de las Vegas, a dos años de su inauguración casi sin bóvedas. Como era costumbre en mi pueblo, después que todo termina, alguien se adelanta a los allí reunidos y pronuncia unas palabras de elogio, exalta cualidades y agradece en nombre de los familiares el haberlos acompañado en su dolor. Como no todos contamos con el don de la palabra y a otros en momentos tan dolorosos se nos atenazan en la garganta, muchos santiagueros solicitaban el concurso de aquellas amistades que con su verbo y elocuencia nos prestaban su apoyo en aquel acto de rememoración final y entre los cuales destacamos con nuestro mayor agradecimiento al Dr. Gabriel Gravier, Marcelo Salinas y Arsenio Alemán Campos. Santiago de las Vegas también tuvo sus costumbres o manera tradicional de afrontar los momentos más difíciles para sus familias, pues al igual que el dolor compadecido nos ennoblece, el dolor abandonado nos envilece o degrada. Una gran parte de mi gente, con una que otra excepción, optaba por mantenerse bajo el amparo de su propio techo. Se disponían las salas de las casas, fueran espaciosas o no, con mobiliario propio o con ayuda del de los vecinos más cercanos. Se cubrían las aceras de la calle con sillas de tijera que se alquilaban con Palomino. Palomino era el equivalente del Caronte de la mitología griega para los santiagueros, el encargado con seriedad y respeto de llevar nuestros seres queridos a su destino final, sin olvidar a Capelo con sus adornos florales de cintas satinadas que llevaban nuestro mensaje en letras abrillantadas (aquí puede leer una simpática anécdota sobre Oscar Palomino publicada anteriormente en Santiago de las Vegas en Línea). Mira que mi pueblo fue pródigo en comercios, bodegas, bares, cafeterías, restaurantes, panaderías, muchos de ellos uno frente a otro en la misma esquina, ¡pero a Palomino!, a ese, que yo conozca, nunca nadie pretendió hacerle la competencia en esa particular actividad. Un día a finales de los años 50, acondicionó la Funeraria Maulini un local en calle 2 entre 13 y 15 y hasta en su frente pusieron una cenefa con azulejos color vino que le daba una perspectiva sobria y luctuosa. Pero los que tomaron esa decisión no conocían o no tuvieron en cuenta el arraigo de Palomino en mi pueblo, su carácter humano y solidario en los momentos más tristes y difíciles, pues no todos contaban con la posibilidad de afrontar la retribución de esos servicios y que en esas oportunidades brindaba al costo, en detrimento de la economía de su familia, pero que al mismo tiempo hacía incrementar el reconocimiento de la comunidad hacia su persona. Palomino hasta llegó a brindar sus servicios con pagos a plazos, pero esto en particular no me extraña. Según me contó una vez mi padrino Emilio Prieto, en una ocasión en que la situación general estaba más prieta que su apellido, él tenía un negocio de peletería y llegó a vender los zapatos a plazos; al contado, ni los cordones. Pero analizando fría y jocosamente, en caso de que el compromiso de pago no fuera cumplido, un par de zapatos, un mueble u otro artículo cualquiera eran recuperables, siempre con su correspondiente pérdida por depreciación, pero….. en un servicio funerario después de brindado, ¿Qué recuperar? Al parecer los santiagueros agradecidos no le fallaron en sus plazos y como todos siempre nos encontramos en Lista de Espera, nadie quiso quedar mal con este compromiso y perder su garantía. Pero volviendo a Maulini podemos agregar, ¡qué lugar para su ubicación!, precisamente frente al Parque, lugar de reunión de la juventud y de juegos infantiles, hecho para la alegría y los encuentros, con fondo musical de la vitrola del Bar Royalty y con la Notaría de José Ramón Sánchez a su lado. Allí, donde celebraban bodas frecuentemente, felicitaciones y pitadera de carros, flashes de cámaras fotográficas, arroz Tío Ben y flores por el aire. Nada más equivocado y tuvieron que cerrar por falta de tendidos. Para algunos parecerán algo lúgubres estas líneas, recordar los momentos de dolor es algo que siempre tratamos de eludir, pero la sabiduría popular que se reflejaba en nuestros actos y costumbres es incuestionable. Todos los años el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, los fieles de la iglesia católica elevan sus plegarias y en aquellas épocas, particularmente, se oficiaba por sus almas una misa en la capilla del cementerio. Pero si entramos en detalles, todos aquéllos que se destacaron por determinadas causas, militares, políticas, artísticas u otras, tienen su día determinado en que la sociedad les recuerda y en el que se enaltece su obra y su quehacer en el beneficio de la comunidad, pero a los que no alcanzaron esos lauros y que dedicaron sus vidas a la familia y en la medida de sus posibilidades al bienestar de todos, nuestra presencia de apoyo a sus familias, nuestra marcha por las calles de Santiago y las palabras de recordación y elogio para sus actos entre nosotros, eran la muestra del póstumo reconocimiento social de su comunidad, el estímulo que todos necesitamos, para la familia: orgullo y satisfacción, un aliento para continuar con su ejemplo. En verdad reconocimiento social, porque recuerdo en muchas ocasiones la voz del pueblo comentando de cuántas personas habían participado, acompañada de una expresión definitoria: ¡Todo Santiago estaba allí! Porque, por ejemplo, cómo catalogar si no es como orgullo y satisfacción el hecho de que aún hoy, a pesar de los años transcurridos, la familia Alemán recuerde que al paso del sepelio de Sacramento Campos, hasta las puertas de los establecimientos comerciales de Santiago se cerraran en señal de respeto y reconocimiento a su insigne Maestra. Al igual, otras muchas familias santiagueras llevan este recuerdo como una bandera que pasan de mano en mano, de generación en generación. Corramos el telón y demos paso a un nuevo acto. También en Santiago se hacía mofa de La Vieja de la Guadaña. Recordemos cuando, en los días de carnaval o parranda con mucha batahola y algarabía celebraban en calle 11 esquina 6, en el fondo de la Barbería de Majúa, el Velorio de Pachencho y en el que siempre aparecía un voluntario para representar al difunto vistiendo su correspondiente traje de madera y que después sacaban en hombros con su conga a parrandear por las calles con el pueblo. Y ahora les voy a contar algo que no he podido nunca verificar. Resultó que a uno le da una sirimba en el pueblo, en medio de una cumbancha. Lo declaran difunto y en el momento final sus compañeros deciden que en el último viaje lo acompañe su bebida preferida. Abren la caja y ponen en su mano una cerveza. Al contacto con el helado láguer, el difunto abre los ojos, se sienta en la caja y grita a toda voz, ¡Caballero, qué calor, si no fuera por Cristal! Y ahí mismo se formó el corre corre. Final feliz, el «curda» se salvó en tablitas porque lo iban a poner seis pies bajo tierra y por carambola a Santos Lucio le aumentaron las ventas de la Cristal en el pueblo. Dicen que tanto o más que cuando Rosita Fornés haciéndose la marciana salió con su lagarto de un disco volador en la Fuente Luminosa. Jocosidades de la gente de mi pueblo, chistes de amigos entre cerveza y cerveza. Hoy sentimos la necesidad de traer todo este legado al presente, forma parte de nuestro patrimonio, de nuestra formación y de nuestra cultura. Evocar algunos de los lugares y personas que fueron actores en ellas los ha traído por un momento a la vida. En una vieja libreta de mi padre encontré este pensamiento: «El dolor tiene una fuerza mejoradora, nos hace ser más buenos, más comprensivos, nos reconcentra dentro de nosotros mismos, nos persuade de que nuestra vida no es un recreo, sino un deber».

2 comentarios:

  1. alguna persona conoce o sabe algo de los jimagua de la calle 7entre 14y16 greorio y jesu

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  2. ONELIO ALMORA,DE LA CALLE SEGUNDA REPARTO ESPECIA DETRAS DE LOS TALLERES DE LA
    TERMINAL 31 Y 76.

    TRAS LA RIZA SE ESCONDE LA HIPOCRECIA.

    BUSCO A MI HERMANA ODALYS ALMORA SAN JUAN EN HEAYALIA MIAMI FLORIDA,PERDÌ
    CONTACTO CON ELLA HECE APROXIMADAMENTE DOS AÑOS,YO RADICO EN EL ESTADO DE MEXICO
    Y MI NUM,DE TELEFONO ES 58392584.DE ANTE MANO LES DOY LAS GRACIAS.

    TAMBIEN BUSCO A UN AMIGO DE LA INFANCIA SE LLAMA TEDY HIJO DE JULIO CHOFER DE LA
    TERMINAL,ELLOS VIVIAN TAMBIEN EN LA CALLE SEGUNDA EN EL RPTO ESPECIAL

    POR SU ATENCIÒN LES DOY MIL GRACIAS.


    SALUDO CORDIAL, ONELIO ALMORA.

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