martes, 6 de enero de 2009

La juguetería de Narciso

¿Qué tal se portaron los Reyes Magos con usted hoy? Si usted vive, como tantos santiagueros, en tierras sajonas, quizás los Reyes hayan cedido la entrega de sus regalos al viejo Santa Claus. De todas formas, no dejaremos pasar el día sin un regalito que hoy nos llega de manos de nuestro amigo Jorge Marrero:

La juguetería de Narciso
por Jorge Marrero Unos años antes de la caída del gobierno del General Machado se mudó para Santiago una parte de mi familia, entre ellos mi abuela Sabina y su ahijado mayor, que se llamaba Narciso Rodríguez. Procedente de una vieja familia de San Antonio de los Baños, éste llegó con su esposa, sus hijos y su mamá, prima de mi abuela.
Era Narciso, como el resto de mi familia, de origen sefardí, por lo tanto hombre emprendedor y tenaz en lo que se proponía. Poco tiempo después de su llegada alquiló una vieja casona en la calle 13 entre 4 y 6 que colindaba con la carnicería de los Bacallao y allí se instaló con su familia. En un amplio salón de la misma casa abrió una juguetería, la única que había en Santiago; y si mal no recuerdo, creo que la única también en los pueblos aledaños.
La pequeña juguetería creció con el tiempo, ya que era rentable, y al ser operada por la familia, nunca tuvo empleados externos. Prosperó y con ella Narciso pudo darle estudios a sus hijos, mantenerse económicamente bien y sostener al resto de la familia, que aún vivía en San Antonio.
Aún vivo en mis recuerdos las veces que con mi abuela visité la casa de Narciso, y dando la vuelta por la trastienda, me colaba en la Juguetería, de la cual nunca salí sin un pequeño y modesto juguetico que me obsequiaba Narciso.
Narciso, por su origen pobre, daba crédito a numerosos santiagueros, que poco a poco pagaban los antojos de sus hijos. Nadie salió nunca sin el antojo de su hijo, aunque en aquel momento no pudiera sufragarlo; así era Narciso.
Recuerdo que además, cerca de los días de Reyes, preparaba unas cajas que llenaba, a medida de sus posibilidades, para dos o tres instituciones como la Cocina Económica Mariano Monteressi, el Colegio de las Monjas, y la Misión de la Iglesia Metodista en Rancho Grande; así era de generoso Narciso.
No recuerdo bien el año que vendió o cedió el local y su casa a Maño del Amo para que abriera la tienda El Dandy. Ya después Narciso y su familia se mudaron para la Habana, donde sus hijos ya trabajaban. Después de la muerte de mi abuela perdimos el contacto con Narciso.
Aún después de casi 60 años cierro los ojos y veo a Narciso tras el mostrador, sonriente y ofreciendo el último juguete que había llegado a aquel pequeño niño, al cual le explicaba con lujo de detalles cómo se operaba.
Dios tenga en la gloria a Narciso, que hizo posible la felicidad y alegría de aquéllos que fuimos niños en su época.

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