viernes, 30 de noviembre de 2007

Los Baños de “La Fidelina”

En el siglo XIX, mucho antes de la ducha eléctrica y los baños en casa, el aseo personal era bastante más complicado que hoy, ya que no había servicio de agua municipal (se compraba el precioso líquido en latas para todo el uso doméstico, lo cual sugiere que ¡no quedaba mucho para la palangana!). Francisco Fina García nos cuenta cómo un emprendedor santiaguero resolvió este problema en la década del 1880:

LOS BAÑOS DE “LA FIDELINA”
"Fue en el último cuarto del pasado siglo cuando se establecieron los baños públicos de “La Fidelina”, propiedad de Don Domingo Garbalosa, que estaban situados entre la calle cero y la avenida que conduce al Cacahual y cuya entrada estaba por la calle quince. En esta época y con anterioridad se acostumbraba por los vecinos de nuestra ciudad, tomar temporadas de baños durante el verano en los ríos de Calabazar y San Antonio de los Baños, en cuyos lugares fabricaron casa nuestros antepasados, para pasar los meses de verano, debiendo ambas poblaciones su origen al establecimiento de baños públicos y residencias de temporadistas, ya que por entonces no era costumbre tomar baños de mar. Como no existía en esta población un acueducto, el vecindario se servía de los pozos, como el de Ramón Blanco, conocido por El Pozo Blanco y el de Villarino propiedad de Don Antonio Gacio Tarrío, los cuales atendían el servicio público por medio de pipas y al costo de dos latas por cinco centavos. El lector podrá advertir la escasez del precioso líquido en los hogares, que utilizaban como depósitos tinajas de barro o latones, a no ser los más pudientes que podían construir una cisterna o aljibe. Pues bien, darse un baño en “La Fidelina”, era cosa de lujo, ya que su costo era de cuarenta centavos, lo que hace pensar que solamente lo podían hacer las clases de buena posición económica. Recordamos, que en las páginas del periódico local “El Progreso”, que se publicaba en esta localidad y que dirigía, José Mikleff por el año 1886, aparecen anuncios de este balneario artificial, donde las principales familias acudían a refrescarse de rato en rato, a no ser los abonados que asistían con mayor frecuencia. Aquellos tiempos de la batea, la tinaja y la palangana, han quedado atrás, ante el avance arrollador de la lavadora eléctrica, el acueducto y la ducha, aunque todavía existan muchos enemigos del aseo y la higiene como con toda seguridad existió en el pasado." - Francisco Fina García, en Tradiciones y Leyendas

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